Campesinos y sindicatos condiciona la pol¨ªtica boliviana
Uno de los fen¨®menos sociales de m¨¢s trascendencia en Bolivia, y al que se debe en buena parte la actual evoluci¨®n del pa¨ªs, es la progresiva politizaci¨®n del campesinado, que conforma el 70% de la poblaci¨®n laboral. Los sucesivos Gobiernos bolivianos han tratado permanentemente de atraerse a es te gran n¨²cleo de habitantes, cuyo n¨²mero influye decisivamente en cualquier opci¨®n pol¨ªtica.Gobierno y Oposici¨®n saben que, en Bolivia, las elecciones las deciden los campesinos. En las que se celebren en julio, si llegan a realizarse, esta influencia volver¨¢ a ser decisiva. Lo que no saben ni los gobernantes ni los opositores son las actuales tendencias pol¨ªticas de los habitantes del medio rural: despu¨¦s de trece a?os de reg¨ªmenes militares han ocurrido dos techos muy notables en el campesinado: la politizaci¨®n del medio por el general Torres durante su corto mandato, que incluy¨® el armamento de grandes masas y la progresiva alfabetizaci¨®n de los trabajadores del campo, tradicionalmente los de m¨¢s bajo nivel cultural de Bolivia.
El campesinado ha sido casi siempre oficialista y progubernamental, fuera quien fuese el que gobernaba. El equipo de Banzer, ante la perspectiva de las elecciones de julio, ha tratado de asegurar que esta tendencia no se desviase, mediante el establecimiento de un ?pacto militar-campesino?, que ejerce una clara tutela sobre estos cuatro millones de bolivianos (el 80% de la poblaci¨®n total).
La Oposici¨®n, sobre todo en las ¨²ltimas semanas, ha insistido en la desaparici¨®n de este pacto, que impide la acci¨®n proselitista de los distintos partidos en el medio rural.
Los otros grandes sectores de la poblaci¨®n boliviana, muy inferiores num¨¦ricamente a los campesinos, son los ocupados en la potente miner¨ªa del esta?o y del censo urbano. Los primeros son, sin duda, el sector m¨¢s politizado de la poblaci¨®n boliviana, gracias a la poderosa acci¨®n de sindicatos. Hist¨®ricamente, los centros mineros son el origen de cuantas crisis ha conocido el pa¨ªs, y la actual no es una excepci¨®n.
Sindicatos poderosos
Una de las primeras acciones del presidente Hugo Banzer, despu¨¦s de la toma del Poder, fue la liquidaci¨®n de la Central Obrera de Bolivia y de la Federaci¨®n de Trabajadores de la Miner¨ªa, las dos m¨¢s poderosas organizaciones de obreros. Muchos de sus dirigentes fueron detenidos y algunos acaban de regresar despu¨¦s de un largo exilio.
Banzer verticaliz¨® la estructura sindical y nombr¨® ?coordinadores laborales?, ligados muy directamente al Ministerio de Trabajo, cuya existencia y actividad ha sido muy duramente criticada durante el Gobierno de Banzer. Con el reciente decreto de normalizaci¨®n sindical los coordinadores han dejado de actuar y el patrimonio material y moral ha vuelto a las manos de las centrales tradicionales.
Muchos observadores piensan que ante la actual dispersi¨®n de la Oposici¨®n, la COB y la FSTM pueden aparecer como importantes sustitutivos de los partidos pol¨ªticos: el gran n¨²mero de sus afiliados y una muy bien montada estructura organizativa les convierten, por s¨ª mismos, en una opci¨®n m¨¢s en las futuras elecciones.
Atomizaci¨®n de partidos
Que la Oposici¨®n boliviana est¨¢ dividida es un hecho incuestionable. Lo reconocen todos los l¨ªderes pol¨ªticos, aunque la mayor¨ªa, como el ex presidente Luis Adolfo Siles Salinas, opina que ?hay una fuerte tendencia hacia la convergencia?.
Las dos m¨¢s importantes fuerzas bolivianas siguen siendo la Falange Socialista, de origen claramente ultraderechista, y el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). Ambos colaboraron con Banzer en el derrocamiento de Torres y luego fueron apartados por el actual presidente de las tareas de gobierno, en un gesto que nunca perdonar¨¢n los dirigentes de dichos partidos a Hugo Banzer.
Ambos partidos aparecen muy fraccionados hoy. El primero trata de convertirse en el gran partido conservador boliviano, aunque existen dos claramente definidas: la que colaborar¨ªa eventualmente con Banzer para asegurar el proceso electoral de julio con las actuales estructuras y la que sostiene que es necesaria su desaparici¨®n del Poder para garantizar la imparcialidad de los comicios.
En el MNR existen, igualmente, dos tendencias dif¨ªcilmente reconciliables, sobre todo por la tradicional enemistad de sus dirigentes, los ex presidentes V¨ªctor Paz Estensoro y Hern¨¢n Siles Suazo, ambos en el exilio. El primero capitanea la fracci¨®n m¨¢s derechista del partido, mientras que la opci¨®n de Siles Suazo es socialdem¨®crata. En los ¨²ltimos d¨ªas el Gobierno parece haber movido los hilos para atraerse al pazestensorismo y a la Falange Socialista, para contrarrestar el evidente ascenso de popularidad de Hern¨¢n Siles.
El resto del espectro pol¨ªtico aparece mucho menos definido. El partido Dem¨®crata Cristiano se mueve entre la burgues¨ªa urbana y cuenta con apoyos en las proximidades de las ¨¢reas eclesi¨¢sticas. El Partido Socialista, de Manuel Quiroga, tiene buenos cuadros directivos, pero escasas bases. Y el resto de los grupos hacia la izquierda, a partir del Partido Comunista, cuenta con deficientes estructuras y escasos afiliados.
Divergencias en las Fuerzas Amadas
Aunque desde el Gobierno se niegue, existe divisi¨®n en el seno de las Fuerzas Armadas. El general retirado Juan Ayoroa (pasado a la reserva por Banzer seis a?os antes de cumplir la edad reglamentaria) y uno de los componentes del grupo Topater que pidi¨® p¨²blicamente la renuncia del presidente, explica que cada d¨ªa es mayor entre los militares el deseo de normalizaci¨®n de su papel institucional. ?Nuestro sitio est¨¢ en los cuarteles?, dice, al tiempo que a?ade que ?aunque no somos golpistas?, cada d¨ªa son mayores las presiones ante Banzer para que acepte esta necesidad.
Seg¨²n el general Ayoroa, el grupo Topater, que agrupa a varios altos oficiales, algunos de ellos ex ministros, la candidatura presidencial del general Pereda, hombre de confianza de Banzer, significar¨ªa un continuismo de los militares en el Poder, y no se muestran dispuestos a aceptarlo as¨ª. ?Cuando se produjo nuestra revoluci¨®n en 1971, en la que colaboramos, nos pusimos de acuerdo en que al cabo de dos a?os el Poder ser¨ªa de vuelto a los civiles. Banzer no ha cumplido esta parte del plan.?
El presidente ha tratado de asegurarse el control de las Fuerzas Armadas al autonombrarse comandante en jefe de las tres armas (Bolivia tiene Marina, aunque no tenga mar), y mediante movimientos del escalaf¨®n y la rotaci¨®n de oficiales en cargos p¨²blicos. Los militares beneficiados por estos dos hechos son claramente banzeristas, pero entre la joven oficial?dad hay un movimiento de aproximaci¨®n a las tesis de sus jefes agrupados en el Topater. Y este es un hecho que pone en evidencia al propio Banzer.
Una econom¨ªa favorable
En uno de los pocos aspectos en los que todo el inundo parece estar de acuerdo con respecto a la gesti¨®n de los militares, en esta ¨²ltima etapa, es en el econ¨®mico: hay un casi un¨¢nime reconocimiento de que durante los seis ¨²ltimos a?os, y por primera vez, se han realizado obras en Bolivia, dirigidas sobre todo a las ¨¢reas m¨¢s marginadas.
La inversi¨®n, sobre todo en bienes de producci¨®n, se ha incrementado, y la favorable coyuntura de los precios del esta?o ha producido una situaci¨®n muy aceptable, sobre todo si se compara con otros, pa¨ªses del ¨¢rea.
En Bolivia hay pobreza, pero no hambre. Siguen existiendo datos propios de sociedades subdesarrolladas, como la alta tasa de analfabetismo (40%), el elevado porcentaje de mortalidad infantil y la escasa expectativa de vida, establecida en cincuenta a?os.
Pero frente a esto hay datos favorables: el crecimiento del producto interior bruto, que fue del 5% en 1977; la renta por habitante, que es de 729 d¨®lares; el descenso del desempleo, que pas¨® del 4% en 1976 al 3% el a?o pasado, y el aumento de las exportaciones, establecidas en 660 millones de d¨®lares.
El m¨¢s grave problema que atraviesa la econom¨ªa boliviana (aparte del derivado de la congelaci¨®n de los salarios) es el de su deuda externa. 1978 ser¨¢ un a?o dif¨ªcil, pues Bolivia deber¨¢ pagar aproximadamente doscientos millones de d¨®lares (un tercio del valor de sus exportaciones), por los servicios de dicha deuda, que asciende a 2.000 millones de d¨®lares.
Con este panorama encara Bolivia una de las etapas m¨¢s decisivas de su historia, que puede ser el principio de una larga y deseable ¨¦poca de prosperidad y estabilidad.
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