G¨®mez Mart¨ªnez, Arteaga y Magaloff con la Orquesta Nacional
?ngel Arteaga (1928) es m¨²sico de instinto. Esto es, con ideas. Su pensamiento encierra un no s¨¦ qu¨¦ de iron¨ªa que si se evidencia abiertamente en obras como su ¨®pera sobre G¨®mez de la Serna, no de a de filtrarse en p¨¢ginas tan objetivas como la Toccata estrenada y encargada por la Orquesta Nacional. La verdad es que nos quedamos con ganas de que el compositor hubiera desarrollado m¨¢s el material por m¨¢s que el pretendido esquematismo no deje de ser, por s¨ª mismo, un valor: el que supone huir de toda ret¨®rica para expresarse sumanamente a trav¨¦s de un discurso m¨¢s enunciativo que especulativo. Con los medios de la Orquesta tradicional, prescindiendo incluso de las percusiones y hasta de? arpa, la ?toccata? juega con las tres familias (madera, metal y cuerda) en un a modo de ejercicio en el sentido que daban al t¨¦rmino Scarlatti y sus contempor¨¢neos.En resumen: una excelente entrada de concierto, algo as¨ª como un ?pezzo persuonare? no comprometido, sino con aquello que es valor primero en la m¨²sica: un cierto orden y un bien sonar. El compositor, presente en la sala, recogi¨® muchos aplausos.
Tambi¨¦n los hubo, en alto grado, para un gran pianista y un gran amigo de Espa?a y lo espa?ol: Nikita Magaloff, del que guard¨¢bamos como ¨²ltimo recuerdo un Mozart precioso con Markevitch y un Grieg con no recuerdo qui¨¦n. El Schumann de ahora tuvo belleza y calidad, pero no fue lo suficientemente interesante si tomamos como referencia al mismo Magaloff. Ejecutorias tan brillantes como la del pianista ruso obligan mucho y si no se alcanzan los niveles previstos producen cierto desencanto. Esta es la justa a emplear y en un doble sentido. Porque al Concerto le falt¨® ?encantamiento?, aun que tuviera cierto ?charme? (creo que todos nos entendemos), y a quienes escuchamos nos produjo tambi¨¦n desencanto. Incluso en alguna ocasi¨®n Magaloff expres¨® con un mal gusto exquisito, acaso para compensar de otros momentos de exposici¨®n indiferente. No ser¨¢ necesario, una vez m¨¢s, recordar que escribimos a partir de una medida: la que se deriva del propio valor de un pianista como Magaloff.
Miguel Angel G¨®mez Mart¨ªnez, el joven director granadino que tan brillante carrera realiza de modo particular como conductor oper¨ªstico (en esta secci¨®n se ha dado testimonio de alguna de sus actuaciones en Viena o Berl¨ªn), dio su personal version de As¨ª hablaba Zarathustra. Como Strauss, seg¨²n propia confesi¨®n, no quiso escribir m¨²sica filos¨®fica al abordar el tema nietzscheano, Miguel Angel G¨®mez sigui¨® la intenci¨®n de sus palabras hasta hacer del poema straussiano algo pl¨¢stico, de gran movilidad y brillantez, cargado de luces y, en suma, mediterr¨¢neo. Falt¨® la tensi¨®n, el ?pathos? propio de los maestros germanos, pero hubo luminosidad, vivacidad y hasta riesgo. Que este me parece uno de los valores de G¨®mez Mart¨ªnez: desde el primer momento, jovenc¨ªsimo, intenta decir cosas propias, esto es, tiene voluntad de int¨¦rprete-creador antes que de int¨¦rprete-reproductor. Por eso interesa aun cuando pueda no estarse de acuerdo con su criterio en tal versi¨®n concreta o en tal pasaje preciso.
Con gran soltura de gesto, dominando las obras (el ?concierto? lo acompa?¨® de memoria), hizo una excelente versi¨®n de la obra de estreno. Total: ¨¦xito pleno.
Babelia
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