Valentino, seg¨²n Wilder
Como seg¨²n parece nos hallamos en el a?o de Rodolfo Valentino, he aqu¨ª un segundo y paralelo filme que a la sombra del primero, a la huella de Russell, de la oportunidad, nos llega como hermano menor y pretendidamente desmitificador. Tambi¨¦n ¨¦ste, como su versi¨®n m¨¢s seria, aprovecha la ocasi¨®n para lanzar sus dardos contra Hollywood, f¨¢brica universal de sue?os y pante¨®n de ilustres malogrados desde su nacimiento a hoy a trav¨¦s de diversas escuelas, memorias y recuerdos. Al menos en esto, las dos pel¨ªculas coinciden aunque a lo largo del relato, y habida cuenta la radical diferencia de sus realizadores, poco o nada tienen que ver sus historias salvo el personaje, en una protagonista principal y en otra m¨¢s bien obligada referencia.La parodia, g¨¦nero obligado al parecer de los alumnos de Books, no se basa en este caso en el mismo Valentino, sino en su contrafigura, lo cual, si supone un arranque prometedor, no llega a concretarse en resultados demasiado felices. Ello se debe, en parte, a que a Mlilder, como realizador, le puede, como al resto de sus amigos y colaboradores de otras pel¨ªculas su rebosante saber cinematogr¨¢fico no entendido como oficio, sino como saber te¨®rico m¨¢s propio de cinematecas o salas de ensayo. Ello convierte a sus pel¨ªculas en algo as¨ª como una especial enciclopedia de la imagen en la que incluye homenajes a Chaplin, Keaton, Allen o Fellini.
El mejor amante del mundo
Gui¨®n y direcci¨®n de Gene Wilder. M¨²sica de John Morris. Int¨¦rpretes: Gene Wilder, Carol Kane, Dom de Luise. Humor. EEUU. 1977. Locales de estreno: Torre de Madrid, Richmond y Luchana.
Cine intelectual
Ser¨ªa ocioso insistir en los riesgos de un cine excesivamente intelectual, pues en este caso resultan demasiado evidentes, sobre todo cuando los gags no aparecen resueltos del todo, se prolongan demasiado y hacen que situaciones divertidas inicialmente, a la larga se evidencien ineficaces.La diferencia entre un cine popular y un humor para entendidos es la que separa a Wilder de los maestros que imita tan asiduamente. A pesar de su indudable personalidad y su f¨ªsico dotado para tal tipo de empe?os, su trabajo como int¨¦rprete resulta inferior cuando se autodirige. Sus parodias pierden ritmo y la estructura del gui¨®n, a veces, resulta confusa por acumulaci¨®n o por mala construcci¨®n simplemente. As¨ª, El mejor amante del mundo, debido a ¨¦l en su totalidad, del que asume la paternidad absoluta, no es, sin duda, el mejor, quiz¨¢ por querer abarcar demasiado, y aunque tampoco resulta el peor de los que tras ¨¦l vendr¨¢n a buen seguro, resulta a la postre mucho menos convincente de lo que era de desear o imagin¨¢bamos.
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