Homenaje popular al pol¨ªtico desaparecido

La respuesta de Italia al criminal asesinato de Aldo Moro fue ayer una manifestaci¨®n continua, a todas las horas, en todas las ciudades y en los pueblos m¨¢s peque?os. Casi todo espont¨¢neo: los partidos y sindicatos bajo banderas rojas y blancas y un solo lenguaje: un profundo silencio e indignaci¨®n contenida en los rostros. En las pancartas en manos de los j¨®venes se pod¨ªa leer: ?Lo hab¨¦is matado en nombre del pueblo, pero el pueblo reniega de vosotros?; ?No podr¨¦is matar a todos los italianos?; ?Moro sigue vivo?.
Pese a los aguaceros y tormentas de ayer en toda Italia, a las manifestaciones asisti¨® gente que nunca se ve en actos p¨²blicos. En todas las catedrales de Italia y en la mayor parte de las iglesias se celebraron misas en sufragio del estadista democristiano. Por la ma?ana, el cardenal vicario de Roma, Ugo Poletti, visit¨® a la familia Moro para ofrecerle el p¨¦same del Papa. A la misma hora, Pablo VI, en una audiencia p¨²blica, recordaba la figura de Aldo Moro con gran emoci¨®n: ?Su muerte ha horrorizado a Italia y al mundo entero. Este crimen es como una mancha de sangre que deshonra a nuestro pa¨ªs. Yo lo conoc¨ª desde su juventud: era un hombre bueno, sabio, pac¨ªfico, incapaz de hacer da?o a nadie; un padre ejemplar.?
Ante la puerta de la casa de la familia Moro, en la calle de Forte Trionfale, donde durante 55 d¨ªas paraban d¨ªa y noche periodistas y fot¨®grafos de todo el mundo y gente sencilla, en busca de noticias, ahora reina. el silencio y el vac¨ªo, y el dolor de una familia destrozada, pero no desesperada. En el lugar del secuestro, en la calle de Fani, donde Moro fue capturado y los cinco agentes de la escolta asesinados, a las fotograf¨ªas de los cinco polic¨ªas la gente ha a?adido la foto de Aldo Moro. La piedad popular ha convertido aquellos cuatro metros cuadrados en una iglesia con monta?as de flores siempre frescas.
Lo mismo est¨¢ sucediendo en la calle de Caetani, donde fue descubierto el cad¨¢ver del se?or Moro. La gente deja flores, billetes escritos con mensajes de dolor y de rabia.
A pocos metros, en la plaza de Jes¨²s, donde se hallan las oficinas centrales de la DC, siguieron desfilando durante todo el d¨ªa de ayer personalidades pol¨ªticas de todas las tendencias gente sencilla. Todos quieren abrazar al secretario Benigno Zaccagnini, considerado un hombre honrado, la persona que despu¨¦s de la familia vivi¨® con mayor angustia el drama del secuestro de su maestro y amigo Aldo Moro. Se emocion¨® cuando lo abraz¨® la se?ora Allende y un grupo de muchachos de un colegio, que espont¨¢neamente fueron a depositar claveles rojos, y las ¨²ltimas ediciones de los peri¨®dicos sobre la mesa del despacho de Moro ?para indicar -dijeron- que lo consideramos vivo?.
Toda la prensa, sin excepci¨®n, desde la m¨¢s conservadora hasta la m¨¢s izquierdista habla del asesinato de Moro parangon¨¢ndolo al de Kennedy y Luther King. He aqu¨ª algunos t¨ªtulos a toda p¨¢gina, que van desde Il Corriere della Sera a los peri¨®dicos de la izquierda extraparlamentaria: ?Sigue vivo su mensaje de libertad?, ?Aldo Moro, un pol¨ªtico que camin¨® siempre hacia adelante?; ?Era el m¨¢s cercano a los problemas de la vida civil?, ?Era el gran mediador de las luchas pol¨ªticas?..
Mientras la gente, ante las noticias que siguen llegando acerca del modo s¨¢dico en. que fue ejecutado Aldo Moro, se horroriza y dice: ?Nunca Italia. hab¨ªa ca¨ªdo tan bajo?, en Tur¨ªn los brigadistas rojos, capitaneados por el fundador Renato Curcio, demostraron en la audiencia del juicio de ayer una desverg¨¹enza que la gente dif¨ªcilmente les perdona. Renato Curcio, en pie, en nombre de los dem¨¢s colegas, dijo textualmente: ?El acto de justicia revolucionaria ejercita da con Aldo Moro es el acto m¨¢s alto de humanidad posible en esta sociedad dividida en clases.? El presidente del tribunal lo expuls¨® del aula y Curcio fue inmediatamente acusado de apolog¨ªa de delito.
La autopsia
Ayer, a las dos de la tarde hora italiana, se concluy¨® la autopsia del cad¨¢ver de Moro en el Instituto de Medicina Legal de la Universidad de Roma. Adem¨¢s de los m¨¦dicos legales asistieron un perito en nombre de la familia, otro por parte de la polic¨ªa cient¨ªfica, el fiscal general Guasco.
El examen del cuerpo ha disipado las dudas y las incertidumbres de las primeras horas y que se acusaban ayer en todas las cr¨®nicas period¨ªsticas. Los datos oficiales son los siguientes: al abrir el maletero del autom¨®vil Renault 4 el cad¨¢ver apareci¨® con la barba larga, el rostro sereno y los ojos semiabiertos. Estaba encogido, con la cabeza reclinada en la rueda de reserva. En el suelo, un mech¨®n de cabellos, se?al que el coche recorri¨®, antes de llegar a Roma, un camino accidentado. En un lado estaban las cadenas con las cuales estuvo atado de manos y pies durante su prisi¨®n. Le dispararon con dos armas distintas: una pistola ametralladora 7,65, la checoslovaca Scorpion, y con una nueve corta. Exactamente once percusiones, siete mortales y cuatro que queda ron dentro. Todos los disparos fue ron dirigidos al coraz¨®n. Le dispararon con silenciador a una distancia de cuatro metros. La v¨ªctima estaba de cara a los asesinos. Intent¨® llevarse la mano izquierda al coraz¨®n pues uno de los dedos de la mano est¨¢ atravesado por una bala. Cuando le dispararon estaba vestido s¨®lo con la camiseta y la camisa, y descalzo. Despu¨¦s de muerto lo vistieron con su traje y hasta le hicieron el nudo de la corbata y le pusieron los zapatos limpios. En los pantalones se encontr¨® arena blanca, que corresponde a la arena de la playa de la regi¨®n del Lazio. En el gl¨²teo izquierdo los m¨¦dicos encontraron una herida con pus. Parece ser que se trata de una herida recibida el d¨ªa del secuestro. De los an¨¢lisis del h¨ªgado, del est¨®mago y de la hip¨®fisis se demuestra que Moro no fue drogado, por lo menos antes de ser ejecutado. Tambi¨¦n se demostr¨® que durante los 54 d¨ªas de su prisi¨®n estuvo casi siempre inm¨®vil.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.