"El concepto de ?muerte con dignidad? debe ser sustituido por el de ?muerte sin sufrimientos evitables?"
El doctor alem¨¢n Werner Forssmann, premio Nobel de Medicina en 1956, ofreci¨® ayer, en el Hospital Cl¨ªnico de Madrid, una conferencia sobre los problemas de la eutanasia, declar¨¢ndose contrario a esta pr¨¢ctica m¨¦dica, calificada por algunos como ?alivio de la muerte?. El profesor Pedro La¨ªn Entralgo, que present¨® ante el auditorio al Nobel alem¨¢n, calific¨® a Forssmann de ?h¨¦roe de la medicina?, recordando el experimento que hiciera este m¨¦dico en 1931, probando en s¨ª mismo, con riesgo de su vida, el procedimiento del sondaje cardiaco del que es inventor y que se aplica en angiocardigraf¨ªa.
?A lo largo de 2.500 a?os, el significado de la palabra eutanasia oscila de un extremo a otro, desde la liberaci¨®n por una muerte tranquila y en paz hasta la matanza intencionada de forma ben¨¦vola?, manifest¨® el profesor Werner Forssmann.?Desde que se solicita cada vez m¨¢s material para trasplante de ¨®rganos, la definici¨®n de la muerte y el establecimiento de su momento pertenecen a las cuestiones m¨¢s debatidas que existen en la medicina. La meta deseada consist¨ªa en conservar ¨®rganos capaces de seguir viviendo. Esto llev¨® a que la declaraci¨®n de defunci¨®n, de un donante se apartara cada vez m¨¢s de la caracter¨ªstica m¨¢s segura de la muerte, la autolisis, desplaz¨¢ndola a campos del fallecimiento que con el mismo derecho se pod¨ªan calificar de todav¨ªa vivos. ?
Forssmann se declar¨® contrario a la eutanasia. El derecho a la propia muerte y el derecho a morir con dignidad, dos de los argumentos empleados por los defensores de la eutanasia, fueron rechazados por el doctor alem¨¢n.
?Es perfectamente pensable que una persona, cuando goza de salud, fije testamentariamente su deseo de ser matado bajo determinadas circunstancias. Pero ?cu¨¢ndo se debe llevar a cabo una eutanasia estipulada en testamento??
En cuanto al derecho a morir con dignidad, Forssmann lo rebate afirmando que ?no se puede hablar de p¨¦rdida de dignidad en alguien que va perdiendo la consciencia o que est¨¢ envenenado por productos que da?an el metabolismo. Esto ser¨ªa casi el equivalente a un ultraje?.
??Qui¨¦n se atrever¨ªa a hablar de p¨¦rdida de su dignidad en el caso de los pobres que esperaban aterrados su muerte en los campos de concentraci¨®n y cuya personalidad hab¨ªa sido modificada por el miedo y la desesperaci¨®n? La dignidad la perdieron precisamente aquellos que patearon cruelmente los derechos humanos y la dignidad humana. ?
?Otro muy distinto al moribundo es quien tiene que mostrar la dignidad: el testigo, el espectador, el que ayuda. Indigno es el mont¨®n de moscones ¨¢vido de sensaciones que, por ejemplo, tras un accidente se queda mirando al herido con un placer voluptuoso. ?
? El entorno del moribundo es el que se ha de hacer valer. Ese entorno, gracias a la ayuda incansable y llena de sacrificio y de dominio sobre s¨ª mismo es la que conserva la m¨¢xima medida de dignidad humana para s¨ª mismo y para el moribundo junto con el que sufre, en lugar de destruirlo hasta su ¨²ltimo resto con un acto asesino, cobarde y ego¨ªsta. ?
Muerte sin sufrimiento
?La exigencia equ¨ªvoca de una muerte con dignidad -a?ade- se deber¨ªa sustituir por otra de una muerte sin sufrimientos evitables.??Si por un lado se exige una ayuda eficaz en el fallecimiento, por otro lado no deber¨ªa molestar que quiz¨¢ un medicamento determinado reduzca la capacidad de reacci¨®n del centro respiratorio o que otro a la larga pueda provocar un da?o en el par¨¦nquima del h¨ªgado.?
Werner Forssmann llega m¨¢s lejos en el tratamiento medicamentoso de las desazones espirituales a la hora de la muerte. Se muestra partidario del tratamiento con psicof¨¢rmacos a los moribundos.
?A consecuencia de una informaci¨®n de prensa -dijo-, en el centro de investigaci¨®n psiqui¨¢trica de la Universidad de Mariland, Estados Unidos, se empez¨® a tratar los miedos de los moribundos con psicof¨¢rmacos (LSD y DPT). El objetivo era quitarles el miedo a la muerte y aliviar sus depresiones. Los resultados parecen ser satisfactorios. Tres cuartas partes de los aproximadamente noventa enfermos tratados hasta ahora han mostrado notables mejor¨ªas en su comportamiento social y en la expresi¨®n de sus sentimientos. La alucinaci¨®n de los fen¨®menos de descomposici¨®n de la personalidad suscitados por la droga eran ?relativamente insignificantes?. Esto parece alentador. Una paciente, cuando despert¨® de la fase alucinatoria, dijo: ?He hecho las paces con Dios.? Claro que las investigaciones todav¨ªa no han terminado.?
?Por propia experiencia m¨¦dica manifest¨® Forssmann tambi¨¦n he pensado en alguna ocasi¨®n si no ser¨ªa m¨¢s humano matar por compasi¨®n a determinados enfermos graves. Pero una ley moral tan fundamental como la prohibici¨®n b¨ªblica de no matar no se puede minar o transgredir en favor de algunos individuos, pues de esta forma se crea una inseguridad pre?ada de amenazas en cuanto a la legalidad y le abre las puertas al abuso, incluso a la violencia. ?
?La obligaci¨®n profesional del m¨¦dico, que no puede eludir, es la ayuda a todo ser humano en cualquier fase de la vida, o sea, tambi¨¦n en la ¨²ltima, durante el fallecimiento. Esto elimina toda matanza intencionada, la realice por encargo o por decisi¨®n propia. Toda desviaci¨®n de este principio, incluso la m¨¢s m¨ªnima, ha de conducir obligatoriamente a un desmoronamiento de la relaci¨®n de confianza entre el m¨¦dico y el paciente, sin la cual no existe tratamiento m¨¦dico. ?
La parte jur¨ªdica del problema tambi¨¦n fue analizada por Forssmann en su exposici¨®n sobre la eutanasia. ?No puedo imaginarme -dijo- en base a qu¨¦ criterios se podr¨ªa elaborar un cat¨¢logo indicativo para la llamada muerte de gracia de los enfermos muy graves, seg¨²n el cual el legislador le de poderes o incluso le obligue al m¨¦dico a matar. ?
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