Ram¨®n Gaya
Por esencial, sustantiva y remisora a su propio hacerse y mostrarse, la pintura de Ram¨®n Gaya dificulta o excluye todo intento de adjetivaci¨®n. El don de la claridad y la pulcra adecuaci¨®n de la imagen elegida para con la realidad acotada resumen y enaltecen la presencia de las cosas, convertidas en eso, en puras presencias objetivas. Claridad a raudales y esmerada congruencia entre lo visto y lo que el pincel devuelve a la mirada me inducen, falto de otras referencias, a, comparar el s¨²bito aparecerse de los cuadros de Gaya con el insensible desgranarse de los versos de Cernuda, plenos de s¨ª mismos, fehacientes y vigentes en su propio aislamiento, sin otro contenido que su intr¨ªnseca y milagrosa revelaci¨®n: ?C¨®mo llenarte, soledad, sino contigo misma.?Di¨¢fanos y solitarios, los cuadros de Ram¨®n Gaya rebosan de s¨ª mismos. Es como si de ellos se hubiera evadido el artificio de la expresi¨®n o hubiese perdido su espec¨ªfica condici¨®n de instrumento para dar franqu¨ªa a la realidad manifestada, exprimida en los l¨ªmites escuetos de la imagen pict¨®rica, sin posible traslado a otra u otras de estirpe literaria, y un tanto de acuerdo con aquello que sol¨ªa decir Albert Gleizes: ?Un ¨¢rbol es ingrediente de la literatura; pero la literatura no es ingrediente de un ¨¢rbol.? Es como si el lenguaje hubiera agotado toda su virtualidad en el acto supremo de poseer las cosas y ¨¦stas vinieran a ofrec¨¦rsenos en s¨ª mismas, por s¨ª mismas y desde s¨ª mismas.
Ram¨®n Gaya
Galer¨ªa MultitudClaudio Coello, 17.
Las cosas se nos revelan en las pinturas de Gaya a trav¨¦s de su propia epifan¨ªa, entendido el t¨¦rmino en su m¨¢s recta acepci¨®n etimol¨®gica: aparici¨®n ante, manifestaci¨®n hacia. La corriente reveladora parte de las cosas y se dirige al hombre, estalla ante los ojos del espectador. Puro y concentrado instante cognoscitivo, el poder epifi¨¢nico de las pinturas de Gaya podr¨ªa compararse, por su claridad y s¨²bito advenimiento, con el zigzag del rel¨¢mpago: en su repentino fulgor las cosas conocidas palpitan por un momento con una nitidez no acostumbrada y llegan de pronto a cobrar un atractivo que jam¨¢s tuvieron en su espect¨¢culo diario.
De esta cautivadora exposici¨®n de Gaya se desprende todo un ejercicio de conocimiento y creaci¨®n, de revelaci¨®n objetiva. El objeto manifestado se nos muestra como uno y como cosa, ahuyentando cualquier adorno que no sea su propia claridad, integridad y proporci¨®n, de acuerdo con el criterio cl¨¢sico de belleza. Y toda una lecci¨®n de c¨®mo sigue siendo posible la pintura sin m¨¢s requisito o novedad que su escueta imagen pict¨®rica;?que los cuadros de Gaya rebosan de s¨ª mismos, de igual, modo que la soledad -y es Cernuda quien lo dice- solamente se colma con la propia soledad.
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