Una sola vara de medir

LA GRITERIA y los insultos contra las instituciones, el Gobierno y los l¨ªderes parlamentarios proferidos por unos cuantos centenares de ciudadanos durante los actos conmemorativos del D¨ªa de las Fuerzas Armadas es un claro indicio de que estos pasajeros forzosos del trayecto hacia la normalidad democr¨¢tica han ca¨ªdo Finalmente en la cuenta de que se trata de un proceso irreversible. La aprobaci¨®n de la Constituci¨®n significar¨¢ el ?punto de no retorno? respecto al pasado franquista.Creemos que no hay que rasgarse las vestiduras ante la locuacidad de esa microfracci¨®n. Resulta mil veces preferible que hablen o chillen a la luz del d¨ªa a que se protejan cobardemente en el anonimato para hacerlo, porque es un secreto a voces que en algunos salones de la alta sociedad y en algunos despachos oficiales se convierte al Jefe del Estado en objeto de ataques tan injustos como feroces. No ser¨ªa malo que algunos de quienes se precian como cultivadores de las virtudes caballerescas del honor dejaran de arrojar la piedra escondiendo la mano, y dijeran en alta voz lo que s¨®lo murmuran.

Por lo dem¨¢s, hay que subrayar que un Estado de derecho no puede aplicar diferentes varas de medir para apreciar las conductas de los ciudadanos. Los insultos a las m¨¢s altas magistraturas de la naci¨®n constituyen un tipo delictivo bien definido; y la militancia ultraderechista del presunto infractor s¨®lo puede ser estimadacomo atenuante por quienes simpatizan con esa ideolog¨ªa, y s¨®lo puede ser considerada como una eximente por quienes sean abiertamente sus c¨®mplices.

Pero no se trata s¨®lo de injurias verbales. Mayor importancia reviste todav¨ªa la impunidad con que patrullan por el barrio de Salamanca de Madrid, acampando en lugares p¨²blicos, pandillas de provocadores armados, que insultan a la bandera nacional utiliz¨¢ndola en bander¨ªa, y que intimidan a los clientes de las cafeter¨ªas o a los viandantes. El Ministerio del Interior tiene muchos problemas de los que ocuparse; pero alguna vez tendr¨¢ que decidirse su titular a impedir que un c¨¦ntrico barrio madrile?o sea predio indiscutido de una banda de matones. Y no s¨®lo cuando el se?or Mart¨ªn Villa sea el agredido merece la pena potenciar la vigilancia.

Los ciudadanos de extrema derecha tienen los mismos derechos que el resto de los espa?oles. Pero tienen, tambi¨¦n, los mismos deberes e incurren, asimismo, en id¨¦nticas responsabilidades cuando infringen la ley. La libertad de expresi¨®n es tan suya como nuestra; pero se halla sometida a iguales l¨ªmites, entre los que Figuran el respeto a las instituciones y el castigo por injuriarla s. En cuanto a la inveros¨ªmil tolerancia de que estos ciudadanos de lujo disfrutan para esgrimir garrotes o cadenas de motocicleta , s¨®lo cabe preguntar a los organismos de seguridad las razones de que tan an¨®mala situaci¨®n no sea cortada de ra¨ªz.