Las subvenciones a los centros de ense?anza han contribuido a acentuar la discriminaci¨®n social
A falta de su debate en el Pleno, el tan disputado art¨ªculo veintis¨¦is de la Constituci¨®n garantiza a todo ciudadano el derecho a dar a sus hijos la ense?anza religiosa que quiera, ya sea ¨¦sta cat¨®lica, baptista, copta o ninguna; adem¨¢s, si uno no est¨¢ contento con ella, o simplemente no le gustan las escuelas p¨²blicas y privadas a su alcance, puede crear un centro por su cuenta y riesgo, donde se ense?en a su gusto las materias, religiosas o la¨ªcas, que considere convenientes; no s¨®lo le garantiza la Constituci¨®n el derecho a hacerlo, sino que obliga al Estado a financiarlo. A cambio, los pode res p¨²blicos exigir¨¢n al centro ciertas condiciones materiales y de funcionamiento, y lo mismo por lo que concierne a los planes de estudio cuando se quiera que los t¨ªtulos sean reconocidos oficialmente.Queda as¨ª fijado en la Constituci¨®n el derecho a la libertad material, y no s¨®lo formal, de ense?anza. El ciudadano puede crear libremente centros, de parvularios a universidades, y el Estado le ayudar¨¢ ?en las condiciones que fije la ley?. Naturalmente, la cuesti¨®n reside ahora en saber cu¨¢les son esas condiciones; como, seg¨²n otro de los p¨¢rrafos del art¨ªculo, la ense?anza b¨¢sica debe ser obligatoria, pero tambi¨¦n gratuita, las ayudas a esta ense?anza habr¨¢n de posibilitar la gratuidad, que quiere decir que, como m¨ªnimo, habr¨¢n de ser iguales al coste de un puesto escolar estatal.
Profesor de Sociolog¨ªa
Novillos de Jos¨¦ Samuel Pereira Lupi, muy bien presentados, con casta y nobleza (excepto el cuarto); mansurrones en los caballos; derrib¨® el quinto. El Santi: Estocada corta contraria (aplausos y protestas cuando intenta dar la vuelta al ruedo). Pinchazo, estocada perpendicular que asoma y rueda de peones (silencio). Jes¨²s M¨¢rquez: Pinchazo y estocada ca¨ªda (silencio). Media estocada ca¨ªda, aviso, v dobla el novillo tras arrodillarse varias veces (protestas y palmas, avando saluda por su cuenta). Curro Valencia, de Valencia, debutante: Bajonazo (algunas palmas). Estocada perdiendo la muleta, rueda de peones, descabello, aviso con m¨¢s de medio minuto de retraso y otro descabello (palmas).Presidi¨®, aceptablemente, el comisario Mantec¨®n. Jos¨¦ Pisol, pe¨®n, coloc¨® dos emocionantes pares de banderillas al sexto novillo
Una Constituci¨®n no puede ni debe decirlo todo para no convertirse en un particular programa de Gobierno o en una permanente limitaci¨®n a cualquier programa de Gobierno. Como muchos otros art¨ªculos de esta Constituci¨®n, los que aqu¨ª nos ocupan y consagran con rango constitucional una situaci¨®n de hecho discutible y discutida, hija de ning¨²n derecho, v s¨ª resultado de una desgraciada combinaci¨®n de demagogia gubernamental y transparentes intereses privados.
Madrid: siete de cada diez centros son privados
Tomemos, por ejemplo, el caso de Madrid. Tres de cada diez centros son estatales y, por ende, gratuitos, salvo permanencias y material. Los otros siete son privados; lo que significa que, mientras no se demuestre lo contrario, y salvando excepciones, la ense?anza se concibe en ellos como una inversi¨®n en un negocio que tiene que ser rentable. De estos siete centros privados, aproximadamente tres pertenecen a institutos eclesi¨¢sticos de uno u otro tipo, y los otros cuatro a simples particulares. Quiz¨¢ algo m¨¢s de la mitad de entre ellos est¨¦n subvencionados por el Estado, casi siempre totalmente.
Establece la ley que los centros que el Estado subvenciona deben ser gratuitos y deben estar abiertos por igual para todos. Ahora bien, como todo el mundo sabe, buena parte de estos colegios a los que el Estado ayuda no son ni mucho menos gratuitos, y en vez de estar abiertos a todos, en realidad est¨¢n vedados a muchos.
No son abiertos, porque practican procedimientos de selecci¨®n indirecta mal disimulados y sumamente eficaces. ?Qui¨¦n se matricula, en realidad, en un centro, situado en un barrio de clase media o media alta que da preferencia a los alumnos que m¨¢s cerca viven y a aquellos que son hijos o hermanos de ex alumnos? ?O en otro situado en el extrarradio que no tiene en cuenta la distancia, pero que no tiene sistema de transporte gratuito?
Como hemos o¨ªdo comentar mil veces, tampoco son gratuitos; pero en realidad, tampoco est¨¢ tan claro que tengan que serlo seg¨²n el texto del art¨ªculo veintis¨¦is. Pues, ?acaso el Estado, que garantiza con este texto la libertad de ense?anza, va a privar a los centros de esa misma libertad para organizar actividades voluntarias como excursiones, ballet, guitarra o equitaci¨®n, u otras ense?anzas no regladas? O bien, ?va a poder el Estado, que garantiza la participaci¨®n de los padres en la gesti¨®n de los centros impedir que subvengan por sus propios medios a aquellos gastos extraordinarios que no queden cubiertos por las ayudas estatales? Estas pr¨¢cticas pueden o no ser legales, y pueden no gustarles a algunos padres que se creyeron lo de la gratuidad; pero la respuesta de que la culpa es suya por llevar a sus hijos a colegios por encima de sus medios no es tan c¨ªnica si consideramos que, en todo caso, son bien dif¨ªciles de impedir.
Los colegios privados no subvencionados reclutan a sus alumnos, por razones parecidas, en los dos extremos opuestos de la escala social: o son de los llamados colegios de ?elite? o est¨¢n instalados en malas condiciones en barrios nuevos y suburbiales, sin alcanzar a veces los requisitos m¨ªnimos impuestos por la ley. No es raro que en ellos maestros, con o sin t¨ªtulo, disciplinen cotidianamente sesenta o setenta ni?os cuyos padres pagan por ello quinientas pesetas mensuales. La ense?anza no es as¨ª gratuita para la ¨¦lite, que no la quiere, y para una buena parte de las clases obreras urbanas que tienen que pagar la pobre ense?anza que pueden adquirir.
Cada nuevo inspector celoso amenaza con cerrar esta clase de centros, pero al cabo tiene que conformarse con que se arregle un lavabo o se pinte una pared, pues simplemente los ni?os no tienen otro sitio donde ir. Con la actual distribuci¨®n de recursos, no hay medida administrativa capaz de impedir estas situaciones. La selecci¨®n depende de factores ecol¨®gicos y, econ¨®micos que ni el m¨¢s celoso inspector puede controlar. os americanos acaban de poner en pr¨¢ctica un sistema para eliminar las discriminaciones de este tipo en sus escuelas: cuotas obligatorias y transporte obligatorio (busing) para los centros. Por desgracia, es un sistema que prefiere la igualdad a la libertad de ense?anza y que, probablemente, no fuera, a ser m¨¢s popular aqu¨ª que lo est¨¢ siendo en Boston.
La alternativa becas-subvenciones
Entre otras cosas, la triple disposici¨®n de gratuidad, ayuda a los centros y gesti¨®n de los padres, signi ica en la pr¨¢ctica una beca o subvenci¨®n indiscriminada para aquellas famillas cuyo estilo de la vida les permita acceder a centros subvencionados, es decir, una beca para familias sobre todo de clase media y media alta, pues tambi¨¦n hay centros subvencionados semigratuitos populares.
El sistema de becas, cuyas cuant¨ªas han quedado reducidas a la insignificancia como consecuencia de la inflaci¨®n, pretend¨ªa favorecer a los alumnos pobres siempre que, adem¨¢s, fueran trabajadores e inteligentes. Las subvenciones a los centros, que han crecido de modo vertiginoso desde su implantaci¨®n, favorecen a cualquier alumno siempre que lo admitan en un centro subvencionado. Resulta as¨ª algo menos equitativo en su principio, que el otro: da a cualquiera lo que s¨®lo no pueden recibir los pobres que tienen que asistir a colegios tan malos que no son subvencionados. Como dice el evangelio: ?A todo el que tenga, se le dar¨¢ y le sobrar¨¢, pero al que no tenga, aun lo que tiene se le quitar¨¢? (Mateo, 25-29).
Una peque?a excursi¨®n por los campos de la ciencia econ¨®mica tal vez ayude a precisar lo que significa en la pr¨¢ctica la constitucionalizaci¨®n de este principio evang¨¦lico. Los economistas llaman ? elasticidad- ingreso ? de un bien a la proporci¨®n en que su consumo aumenta en relaci¨®n a los ingresos de uno. As¨ª, un art¨ªculo como el calzado, cuyo consumo no aumenta nada o incluso disminuye seg¨²n la gente tiene m¨¢s, se le calcula una elasticidad de alrededor de cero, y se clasifica como bien inferior; un art¨ªculo como el canzado, cuyo consumo crece en menor proporci¨®n que los ingresos de la gente, resulta tener una elasticidad cercana a uno, y se clasifica como bien de primera necesidad, etc¨¦tera. Y en fin, un biencomoel turismo, cuyo constimo crece a ritmo doble o triple que el de los gastos totales. tiene elasticidad de dos o de tres, y es, en cualquier caso, un bien de lujo, es decir, algo que uno puede permitirse cuando uno ya no tiene otra cosa en qu¨¦ gastar.
La ense?anza, art¨ªculo de lujo
Pues bien, a juzgar por las cifras del cuadro adjunto, los gastos de ense?anza son en Espa?a pr¨¢cticamente gastos de lujo, su elasticidad-ingreso es mayor o est¨¢ muy pr¨®xima a dos, y esto tanto en 1958 como en 1974, es decir, tanto antes como despu¨¦s del sistema de subvenciones. Obs¨¦rvese que no es la educaci¨®n, sino los gastos en ella, la educaci¨®n de pago, la que se comporta as¨ª. Y obs¨¦rvese que no se debe ello a que la educaci¨®n sea gratuita para todos menos para los muy ricos, pues la situaci¨®n no ha variado con las subvenciones; m¨¢s bien parece que los padres siguen gastando dinero en educaci¨®n, y que si la b¨¢sica resulta m¨¢s barata ?adquieren? m¨¢s de otra (aunque no s¨®lo). Por cierto, que tampoco implica estas cifras que los padres se gasten en ensenanza el primer dinero que no necesitan para alguna necesidad m¨¢s urgente, pues casi todas las cosas les resultan m¨¢s urgentes: en 1959, es decir, el momento m¨¢s desfavorable para lo que queremos decir, la elasticidad-ingreso de la educaci¨®n, s¨®lo estaba por debajo de art¨ªculos como el whisky, las vacaciones y el servicio dom¨¦stico. S¨®lo cosas como estas valoraban los padres por debajo de las ventajas de dar a sus hijos una educaci¨®n ?de pago?.
Discriminaci¨®n en favor de los m¨¢s acomodados
Si estos c¨¢lculos son correctos, la ?ayuda a los centros? equivale a un cheque escolar que discrimina positivamente a las familias m¨¢s acomodadas frente a las menos. Entre sus consecuencias econ¨®micas se encuentran una mayor demanda de whisky, cruceros mar¨ªtimos y servicio dom¨¦stico con el dinero que antes dedicaban a pagar el colegio de sus hijos; lo cual seria un grado de welfare capaz de poner amarillos de envidia a los mismos suecos si no fuera porque, al mismo tiempo, este empleo de los recursos garantiza una menor demanda de leche, huevos y carne por parte de aquellas familias que s¨ª que han de pagar por la educaci¨®n de sus hijos en las peores escuelas. T¨¦ngase en cuenta que en los niveles de ingresos m¨¢s bajos el gasto en educaci¨®n es inel¨¢stico, es decir, hay que pagar necesariamente permanencias y libros.
Estamos frente a una concepci¨®n de los servicios p¨²blicos bastante diferente de la que rige en el resto de las esferas del Estado; los m¨¢s avanzados liberales de la g real society de Jhonson propusieron una ?renta m¨ªnima garantizada?, pero no para los que ten¨ªan otras fuentes de renta. Se quedaron en la misma concepci¨®n del servicio p¨²blico que rige, por ejemplo, para el seguro de paro, que no se paga al que trabaja, para la seguridad social, que no paga m¨¦dicos privados, o para las carreteras, donde no se resarce de sus gastos extras a los que viajan en avi¨®n o en tren. Y sin embargo, hete aqu¨ª que, en un pa¨ªs donde uno no puede elegir el m¨¦dico del seguro, tiene que pagar peaje en las autopistas y puede morirse de hambre si no le interesa a nadie explotar su trabajo, se ha llegado mucho m¨¢s all¨¢ que en cualquier otro en punto a libertad de ense?anza: si a uno no le gusta la estatal, el Estado le paga la que prefiera... siempre que tenga el buen gusto de no ?elegir? un colegio tan malo que no sea subvencionable.
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