Un monosabio, en funciones de director de lidia

oEst¨¢bamos los cabales, con la grata compa?¨ªa de los turistas. Y en esto -minuto treinta del segundo tiempo, ya se sabe- una gran voz, desde el tendido de sol: ? ?Gol de Asensi! ?. Era el mismo pregonero, o por lo menos de la misma vocaci¨®n que el domingo anterior grit¨® a los peones, cuando ¨¦stos estaban hechos un l¨ªo en la lidia de un novillo dif¨ªcil: ? ?Sois m¨¢s malos que la selecci¨®n!?

El anuncio del gol de Asensi estamos seguros que conmovi¨® a los cabales (los turistas, no sabemos) pero no estall¨® la ovaci¨®n que merec¨ªa la proeza. Acaso porque era demasiadb evidente la m¨¢s palpable proeza que ve¨ªamos en directo en el ruedo: ponerse delante de una novillada fuerte, encastada y astifina.

La casta otra vez. Y una vez m¨¢s, la muestra de que un toro puede tener mucha casta, mientras que no bravura. Los lulis, serios, grandecitos o incluso grandones, fibrosos y bien armados, se dol¨ªan al castigo, cabeceaban al peto, se quitaban el palo o sal¨ªan sueltos de los caballos; pero embest¨ªan, y con nervio, a los de a pie.

No era, la suya, una acometida cansina, aburrida y derrotada, sino de ataque; la propia del toro de lidia. La embestida que siempre caracteriz¨® y caracterizar¨¢ a esta raza, mientras haya en nuestros campos un solo ganadero consciente de su misi¨®n fundamental en los engranajes de la fiesta Toro bravo y toro manso son aptos para el espect¨¢culo, tambi¨¦n para el gran espect¨¢culo, siempre que en su gen¨¦tica se encuentre la base sustancial de la casta.

Los cabales, con la grata compa?¨ªa de los turistas, tuvimos que dar mucha importancia, por tanto, a la lidia, y m¨¦rito a la tarea de los diestros, porque no es precisamente f¨¢cil dome?ar, conducir, resolver con arte la embestida de un toro encastado. De aqu¨¦llos fue El Santi el de peor fortuna, pues le correspondi¨® el novillo de m¨¢s trap¨ªo de la tarde -casi con hechuras de cuatre?o- y que fue, adem¨¢s, el que tuvo mayores dificultades. Bien es cierto que lo lidiaron mal y que el espada, despu¨¦s de doblarse bien hacia los medios, dej¨® que el enemigo le llevara al tercio, donde apenas pasaba y se defend¨ªa. Pero los problemas resultantes eran excesivos para la t¨¦cnica que es presumible (y exigible) en un novillero.

Sin embargo, el resto de los ejemplares posey¨® nobleza y uno de ellos permiti¨® ver que El Santi es, por otra parte, el diestro de m¨¢s torer¨ªa de la terna. Al que abri¨® plaza le instrument¨® buenos naturales de frente, y a lo largo de toda la faena tore¨® muy ce?ido, de manera que toda ella tuvo gran emoci¨®n, desde los pases por alto con que la inici¨®, en el centro del ruedo, hasta los muletazos finales. Intercal¨® molinetes violentos, no siempre remat¨® con mando las suertes y, adem¨¢s, cit¨® excesivamente en corto, cuando el novillo tomaba mejor de largo el enga?o. Mas, en conjunto, estuvo aseado.

Con dos novillos buenos -el quinto, de extraordinaria boyant¨ªa-, Jes¨²s M¨¢rquez hizo anodino el toreo serio, abus¨® del pico y se excedi¨® en el tremendismo. El debutante Curro Valencia, por su parte, lance¨® y mulete¨® desangelado y sin sentido de la colocaci¨®n y las distancias, lo cual le supuso dos serias volteretas en el tercero y otra en el sexto. Estuvo animoso, desde luego, y no le arredraron los golpes, pero nos hizo echar de menos a un torero m¨¢s capacitado, que embarcara las muy nobles y encastadas embestidas de sus dos novillos.

Los cabales, con la grata compa?¨ªa de los turistas, nos perdimos la proeza del gol de Asensi, pero, en cambio, pudimos ver la audacia de un monosabio, en funciones de director de lidia. Le llaman El Pimpi, apodo y complexi¨®n de defensa central. Es el que tiene la contrata de los caballos de picar con la empresa de Las Ventas, y da ¨®rdenes Se las daba a los picadores. El que actu¨® en el quinto novillo se sali¨® antirreglamentariamente a los medios durante el puyazo, y mientras lo hac¨ªa, no miraba al novillo, ni al matador, sino al Pimpi, el cual le hac¨ªa se?as, de que se quedara all¨ª, fuera de juego, y acat¨® la orden. En el sexto, fue a un banderillero a quien le indic¨® por d¨®nde deb¨ªa meter el capote y a d¨®nde deb¨ªa llevar la res, y el de luces obedeci¨® de inmediato.

Los cabales y los turistas de la grata compa?¨ªa nos preguntamos: ?por qu¨¦ manda tanto El Pimpi, a despecho de subalternos, matadores y autoridad?