Ma?ana volver¨¢ el silencio
El viento celeste y blanco volvi¨® a inundar la noche bonaerense. Entre tres y cuatro millones de argentinos se manifestaron por las calles de la capital para expresar su contento por el triunfo y para volcar en el f¨²tbol otros desahogos reprimidos. Entre tres y cuatro millones de habitantes hubo en las calles. Y no hubo m¨¢s porque la polic¨ªa cort¨® los accesos a la gran capital para que el Gran Buenos Aires no colapsase totalmente la ciudad. El puente de Avellaneda fue levantado y los del ?dale rojo? se quedaron en su barrio. Al menos, 50.000 familias de las que llenaron las calles con su bullicio el domingo por la noche invadir¨¢n tambi¨¦n la calzada a partir del primero de julio a causa de la ley de alquileres. Y para entonces, ya quedar¨¢ lejano el ?Vamos, vamos, Argentina?.
Dentro de tina semana ser¨¢ todo recuerdo. Dentro de una semana ya nadie recordar¨¢ el discurso, patri¨®tico del final del partido que dio el t¨ªtulo a Argentina. El altavoz oficial, antes de que Passarella recogiera la copa de la FIFA, lanz¨® una arenga patri¨®tica del m¨¢s puro estilo de nuestros pasados a?os. La voz que discurseaba, a m¨ª me record¨® a la de Pepe Sol¨ªs. Ten¨ªa su mismo timbre y dec¨ªa casi las mismas cosas. Dentro de una semana ya se habr¨¢ calmado la euforia. Para entonces ya no estar¨¢ en la avenida 9 de Julio esa inmensa pancarta vertical en la que se dice: ?Sigamos construyendo unidos? y ?Argentina, futuro?.Los argentinos se olvidaron de s¨ª mismos con una generosidad sin l¨ªmites cuando ?Kempes Coraz¨®n? le marc¨® los goles a Holanda. Los argentinos, a los que alguien les ha contado que Europa ha estado contra ellos -nadie les ha explicado la diferencia que existe entre hablar de un pueblo y de un gobierno-, han querido decirle al mundo que las penas con goles son menos. Y el pueblo argentino, feliz por su tarde de pan y goles, aplaudi¨® a su selecci¨®n, aplaudi¨® a Videla como quiz¨¢ no lo ha hecho nunca y quiz¨¢ como no lo volver¨¢ a hacer, aplaudi¨® a su bandera y la enarbol¨® por doquier. La marea humana que se extendi¨® sobre la ciudad no ten¨ªa otro color que el blanco y celeste.
Los goles de Kempes han acabado por producir una exaltaci¨®n patri¨®tica dif¨ªcil de encuadrar. Aqu¨ª no ha habido necesidad de recurrir a est¨ªmulos alcoh¨®licos como en otras partes para enfebrecer de entusiasmo. Aqu¨ª nadie ha dado un mal paso en sus manifestaciones; todo ha sido ordenado dentro de un desideratum inconmensurable.
El viento celeste y blanco que se ha convertido en la sublimaci¨®n de toda una simbolog¨ªa ha tenido incluso en el Ej¨¦rcito una declaraci¨®n en la que, entre otras cosas, se dice ?El cuestionarlo y hostigamiento que padeci¨® el pa¨ªs contra su integridad y sus s¨ªmbolos, se han visto hoy arrasados por la soltdaridad y unidad. En esta ocasi¨®n el motivo fue un evento deportivo mundial que tuvimos la responsabilidad de organizar superando inlil dificultades, na turales unas, insidiosas otras En el futuro lo ser¨¢n todas aque llas causas necesarias y glorio sas que opongan -a cualquier co lor extra?o y a cualquier bander¨ªa disolvente- las fajas celestes y blancas de la bandera nacional. ?
Hace unos d¨ªas dec¨ªa el escritor Ram¨®n Plaza, ?cu¨¢ntas torres Eiffel nos dan por Luque? De nuevo la victoria. Argentina puso en la cancha, como dicen los comentaristas, individualidades, no muy distinto de lo que puede ofrecer el pa¨ªs en otras ¨¢reas., Menos mal que las tenemos. Menos mal que de cuando en cuando hacen un gol desde fuera del ¨¢rea.
?Kempes Coraz¨®n? ha hecho f¨¦lices a miles de argentinos que inmediatamente le inventaron una copla para proclamar su categor¨ªa de m¨¢ximo goleador mundial. En Argentina el pueblo improvisa las canciones para sus mitos. Y los intelectuales, salvo Borges, no andan lejos de las plateas populares cuando engarzan sus versos. Leopoldo Marechal le ha dedicado al viejo medio gol los siguientes: ? Los jugadores se reunieron a dar la bienvenida/como de un lejano honzonte/se levanta la pelita del c¨®rner, /abriendo su vuelo de serpentina ... /se encoge la guardia de los jugadores/y ajusta el pared¨®n del gol ... /entonces,/ entre las frentes endurecidas,/ una frente,/aristada de voluntad,/en un salto m¨¢s alto que ninguno,/ quiebra como un florete/el acero flexible de la par¨¢bola del c¨®rner.?
Ma?ana volver¨¢ el silencio.
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