Morir en Euskadi
EL ASESINATO de Jos¨¦ Mar¨ªa Portell, director de la Hoja del Lunes, de Bilbao, a manos de ETA militar confirma que se ha inaugurado una nueva fase de la estrategia etarra, caracterizada por una ampliaci¨®n de los objetivos de su actividad criminal y un crecimiento de los componentes de delirio irracional que alientan sus planteamientos.No hay muertos de diferentes clases. Pese a la emoci¨®n que suscita en la profesi¨®n period¨ªstica la noticia, tan condenable es el asesinato de los miembros de las fuerzas de orden p¨²blico o de los trabajadores de Lem¨®niz como el de un compa?ero de la prensa. El brutal atentado que ha costado la existencia al director de la Hoja del Lunes de Bilbao hace que todos los periodistas nos sintamos enfilados desde ahora por las armas asesinas, pero no pretendemos en modo alguno conceder a nuestras vidas mayor precio que a las del resto de nuestros conciudadanos. Y, sin embargo, el crimen de Portugalete reviste una significaci¨®n nueva, un contenido simb¨®lico que hace trascender la protesta corporativa de los profesionales de la informaci¨®n hasta la defensa de la libertad de expresi¨®n como elemento b¨¢sico para la construcci¨®n de una comunidad democr¨¢tica.
El nuevo crimen de ETA muestra, parad¨®jicamente, la raz¨®n que asist¨ªa a todos los que mantuvieron la tesis de que la ¨²nica forma de acabar con el terrorismo en Euskadi era articular las medidas pol¨ªticas con la creaci¨®n de un clima de opini¨®n que aislara del resto del pueblo vasco a esos profesionales del asesinato por la espalda. Por ese motivo ha sido asesinado nuestro compa?ero en Bilbao y se amenaza a la prensa que denuncia y cr¨ªtica a ETA. La acci¨®n polic¨ªaca, obviamente imprescindible en la lucha contra delincuentes armados, ten¨ªa forzosamente que inscribirse en una acci¨®n global que abriera nuevas perspectivas hist¨®ricas en Euskadi y analizara y describiera las motivaciones y los objetivos de los terroristas, diametralmente alejados de lo que su propaganda proclama.
En el campo de las medidas pol¨ªticas, la amnist¨ªa, la legalizaci¨®n de las principales fuerzas nacionalistas (desde el tradicional PNV hasta el revolucionario EIA, fundado por algunos de los dirigentes hist¨®ricos de ETA-VI Asamblea condenados a muerte en 1970) y la creaci¨®n de un amplio espacio para la autonom¨ªa vasca en el proyecto constitucional han creado las bases para el encauzamiento por v¨ªas pac¨ªficas y democr¨¢ticas de las reivindicaciones de. Euskadi. A esta real y profunda transformaci¨®n de las reglas de juego y del marco para la actividad pol¨ªtica han respondido de manera racional y congruente tanto los socialistas vascos, federados en el PSOE que conquistaron la mayor¨ªa relativa en las elecciones de junio de 1977, como el Partido Comunista de Euskadi, cuya menor implantaci¨®n electoral no le ha impedido adoptar las posturas m¨¢s claras pol¨ªticamente y m¨¢s valientes moralmente en la pol¨¦mica con ETA y sus simpatizantes. En el extremo opuesto, los grup¨²sculos abertzales, a los que caprichosamente suele situ¨¢rseles sin razones que lo avalen ?a la izquierda del PCE?, tratan de ocultar su fracaso electoral en junio y su inermidad te¨®rica y pol¨ªtica tras una confusa cacofon¨ªa de apoyo a los objetivos de ETA y de justificaci¨®n de sus m¨¦todos, pero de renuncia a la lucha armada en tanto que organizaciones aut¨®nomas; sin atreverse, sin embargo, a extraer las conclusiones l¨®gicas de unas premisas que contienen de forma incoada todos los cr¨ªmenes perpetrados por ETA y toda la sangre que las medidas policiales para impedirlos hacen verter.
Y, en medio del escenario, jugando a desempe?ar el papel de Hamlet o realmente sintiendo el personaje, se halla el Partido Nacionalista Vasco, dispuesto al rechazo abstracto de la violencia, pero renuente a adoptar posiciones para combatirla en concreto. Sus viejas ra¨ªces democristianas -aquellas que movieron a Indalecio Prieto a comentar maliciosamente que el sue?o del PNV era conseguir un ?Gibraltar vaticanista?-, sus estrechos contactos durante la segunda guerra mundial con el Gobierno y las agencias de Estados Unidos, y su apuesta en favor de una sociedad vasca pluralista y de libre mercado har¨ªan presumir de sus dirigentes un compromiso sincero y completo para lograr, en alianza con las otras formaciones parlamentarias dentro y fuera de Euskadi, la consolidaci¨®n de la democracia, la erradicaci¨®n de la violencia y la defensa de pautas de comportamiento pol¨ªtico racionales y pac¨ªficas. Pero la persistencia de los elementos chovinistas que arrastra ese partido desde sus or¨ªgenes bizcaitarras, y el temor a perder base electoral y popularidad por las denuncias de ETA y de los grupos abertzales contrarrestan, hasta neutralizarlas, esas tendencias hacia planteamientos democr¨¢ticos y solidarios con el resto de los espa?oles. Esa actitud halla su mejor exponente en la posici¨®n adoptada por el PNV a prop¨®sito de la reintegraci¨®n foral: resulta que un partido afincado en una sociedad industrial avanzada considera un insulto recibir poderes de la Constituci¨®n y una bendici¨®n del cielo aceptarlos de la Corona.
Mientras la violencia de ETA crea las condiciones militares para la ?ulsterizaci¨®n? de Euskadi, las posiciones del PNV, si llegaran a dominar algunas de sus corrientes internas, crear¨ªan las condiciones pol¨ªticas para esa misma cat¨¢strofe hist¨®rica: la existencia de dos comunidades enfrentadas y hostiles dentro del mismo territorio. Porque nadie debe olvidar que m¨¢s de un tercio de los habitantes del Pa¨ªs Vasco han nacido fuera de sus fronteras y que una gran mayor¨ªa de la poblaci¨®n no habla euskera. El objetivo ¨²ltimo de ETA es, evidentemente, provocar la ocupaci¨®n militar del Pa¨ªs Vasco mediante una cadena de cr¨ªmenes y atentados que colmen la paciencia y hagan perder los nervios a las m¨¢s altas autoridades del Estado. Si el PNV no comprende que combatir esa estrategia suicida es el objetivo prioritario para defender las libertades de los vascos y de todos los espa?oles y persiste en convertir cuestiones adjetivas en centrales, sobre sus dirigentes recaer¨¢ la responsabilidad hist¨®rica de haber hecho imposible el establecimiento de la democracia en nuestro pa¨ªs y de lanzar al pueblo vasco a una ?guerra de los cien a?os? en pos de una independencia ut¨®pica que la gran mayor¨ªa de la poblaci¨®n no desea y que no favorece los intereses y las necesidades de una comunidad como la vasca, profundamente imbricada desde hace siglos, y, sobre todo, despu¨¦s de la revoluci¨®n industrial, en la econom¨ªa y en la sociedad de toda Espa?a.
La actitud que el PNV adopte frente a la Constituci¨®n ser¨¢ la piedra de toque respecto a sus posiciones de fondo acerca de esta cuesti¨®n decisiva. Porque si la disconformidad respecto a la forma de fundamentar ret¨®ricamente la restauraci¨®n foral, de justificar hist¨®ricamente la integraci¨®n de la nacionalidad vasca en la naci¨®n espa?ola, de establecer las fronteras de competencias de los ¨¢mbitos auton¨®micos o de percibir los impuestos mediante los conciertos econ¨®micos, es raz¨®n suficiente para que el PNV se una a ETA y a los grup¨²sculos abertzales en el rechazo de la Constituci¨®n, pocas esperanzas pueden caber acerca de la pacificaci¨®n del Pa¨ªs Vasco y la consolidaci¨®n de la democracia en Espa?a entera.
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