La c¨¢lida emoci¨®n del toreo en una faena de Julio Robles
Por fin una corrida de toros en la feria de Valencia. Desde el d¨ªa de los victorinos, a principio de semana, no se hab¨ªa visto cosa igual. Claro que no aparec¨ªan figuras en el cartel de ayer. Las figuras, como son figuras, le dan gusto al borrego: es su privilegio. El resultado es que a la gente le sobrevienen espasmos de aburrimiento, pero no les importa: siempre cae una orejita y ya tienen los exclusivistas argumentos para continuar con la copla.Tanto derecho le asiste a un Julio Robles para ser Figura como a esos fen¨®menos copadores de ferias que le han precedido en el abono valenciano, y aun a?adir¨¦ que m¨¢s. Para empezar, porque lidia toros. Su apoderado no tiene inconveniente alguno en aceptar para el pupilo las grandes, serias, encastadas, hist¨®ricas corridas, cual son miuras y pablorromeros. Naturalmente el apoderado no es un taurino de jerga, de esos listillos que ratonean por los despachos, sino historia viviente ¨¦l mismo tambi¨¦n. Un Bienvenida, nada menos.
Plaza de Valencia
Octava corrida de feria. Toros de Pablo Romero, con trap¨ªo y clase; cuarto y quinto dif¨ªciles; abundaron los cojos. Santiago L¨®pez: bajonazo (palmas y saludos). Dos pinchazos, media y seis descabellos (bronca). Julio Robles: bajonazo (oreja). Media, muy baja (silencio). Manolo Arruza: bajonazo (oreja). Dos pinchazos, estocada y seis descabellos (palmas). El rejoneador Manuel Vidri¨¦, con un toro de El Pizarral, palmas y saludos.
Al torero hay que hacerlo as¨ª, con el toro. Veamos si lo puede y en tal caso ser¨¢ torero de verdad. Robles tuvo ayer un pablorromero noble y otro con olor a cloroformo. Al noble lo instrument¨® tres tandas de derechazos, largos, c¨¢lidos, esenciados, que quedan por encima de lo mejor que se haya visto en la feria. El brazo que no torea, a su ca¨ªda natural, la mano de mandar, reposada, conduciendo la embestida para, desde la majestuosa verticalidad del diestro, dibujar el pase con ritmo, suavidad y temple. ?Un defecto que no ven¨ªa a cuento? El pico. Como en los programas televisados cara al p¨²blico, en el ruedo deber¨ªa haber tambi¨¦n un micr¨®fono de mano, y entonces Julio Robles habr¨ªa tenido que explicar al pesonal por qu¨¦ met¨ªa el pico a un toro tan bueno mientras, adem¨¢s, le estaba toreando tan a gusto y con tanto sentimiento. Un molinete y un desplante cogiendo la pala del cuerno rubricaron la faena, medida, bonita, torera.
El otro, manso, de los que cocean
El otro era el toro del cloroformo; un ejemplar c¨¢rdeno, guapo, alto de agujas y con una cabeza por las nubes que no humill¨® hasta morir. Manso, de los que cocean y se quitan el palo, tiraba derrotes a las moscas en mitad de la arrancada; en cada acometida se asentaba en las pezu?as, levantando surcos en la arena, para frenar, defenderse y coger. Robles lo machete¨® por bajo con buena t¨¦cnica y acab¨® de la consabida pu?al¨¢. ?Qu¨¦ m¨¢s pod¨ªa hacer? Nada m¨¢s pod¨ªa hacer con un toro as¨ª, y bastante m¨¦rito tuvieron la brevedad y la eficacia.
Un torero de estas posibilidades, tantas veces demostradas, nos tememos que seguir¨¢ a verlas venir, contratos contados, con su apoderado rom¨¢ntico de la vieja escuela, que es precisamente la escuela a la que hay que volver. Mientras los empresarios-exclusivistas manden, no hay soluci¨®n.
Tambi¨¦n era dif¨ªcil y peligroso el cuarto toro, un pavo Igualmente manso, agresivo, que se negaba a humillar y desarrollaba sentido por segundos. M¨¢s lo desarroll¨®, era l¨®gico, por el desconcertado trasteo de Santiago L¨®pez, que se amilan¨® en seguida y sufri¨® varios desarmes. Los valencianos, que est¨¢n duros con sus paisanos, le chillaron con fuerza: quiz¨¢ demasiada. Pero ?alto!, porque minutos antes hubo ovaci¨®n de gala para los banderilleros Honrubia y Guill¨¦n, que colocaron muy bien los palos. El par de aqu¨¦l, sobre todo, templado y emocionante, fue bell¨ªsimo.
Muy noble, el primero de la tarde era tan cojo que no hab¨ªa posibilidad de faena. Tambi¨¦n resultaron de excepcional nobleza tercero y sexto, ambos para Arruza, el cual hizo cuanto sabe. Derroch¨® voluntad en todos los tercios; banderille¨® con su atl¨¦tica facilidad y mulete¨® sin garbo. La calidad de los toros hac¨ªa echar de menos un torero de arte. Era inevitable. Pero la gente supo agradecer a Arruza sus deseos de triunfo, que no eran cualquier cosa, pues, a fin de cuentas, los volcaba frente a reses de seriedad y romana.
Los pablorromeros, con clase y l¨¢mina
En conjunto, los pablorromeros salieron impresionantes de l¨¢mina, con clase salvo los dos peligrosos ya mencionados, y cojos. La t¨®nica en el primer tercio fue un puyazo y cambie us¨ªa. Que, por cierto, no era ayer el de d¨ªas anteriores, el inefable Sisinio Requena, un dolor de presidente, malo donde los haya. Quien dispuso su sustituci¨®n merece oreja, vuelta al ruedo y un puro.
Empez¨® la fiesta con el rejoneador Vidri¨¦, cuya actuaci¨®n no pas¨® de desangelada. Pero, en fin, todo lo dem¨¢s -ya lo hemos enjuiciado- tuvo historia. Porque no hab¨ªa figuras en el cartel. Hubo toros, con las limitaciones se?aladas, toreros en lo que cabe, diversi¨®n y, por si fuera poco, bastante m¨¢s p¨²blico que d¨ªas atr¨¢s. Entonces, ?qu¨¦ de qu¨¦?
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