Presencia de Mauricio Ohana
?Andaluz de Francia o franc¨¦s de Andaluc¨ªa?, se pregunta Halbreich al escribir sobre Mauricio Ohana. ?Y por qu¨¦ no andaluz de Andaluc¨ªa?, digo yo. Pues importa m¨¢s el ser que el estar, el habitar o el hacer. Y quien conozca a Ohana no dudar¨¢ un momento de su esencialidad andaluza, aceptada con entusiasmo y con la misMa irrenunciable universalidad de sus dos antecesores idel¨®gicos m¨¢s importantes: Manuel de Falla y Federico Garc¨ªa Lorca.Sucede que, de fronteras afuera, domina todav¨ªa una determinada forma de expresi¨®n andaluza en la m¨²sica ce?ida, de una u otra forma, a lo pintoresco y popular. Lo que supone, por lo pronto, un olvido de andaluces como Falla, Picasso y Juan Ram¨®n. Y, si se quiere andar por el t¨¢nel del tiempo, como los polifonistas de la escuela andaluza (Guerrero, Morales) y hasta el mismisimo S¨¦neca, por acudir al t¨®pico m¨¢s socorrido. Otra cosa es que, por su formaci¨®n, por sus vivencias diarias, por el eco que all¨ª encuentra su voz, Francia sea para Ohana no segunda patria, como dec¨ªa Falla de s¨ª mismo, sino una suerte de co-patria. Otra cosa es tambi¨¦n que Mauricio, cuando llega el caso, no deja de escuchar las voces de lo ?jondo?, aunque suela ser para escarbar en sus ¨²ltimas y m¨¢s rec¨®nditas galerias. Ni, desde su ¨®ptica personal, olvida la naturaleza, entra?a y psicolog¨ªa del paisaje andaluz.
De cualquier manera, Mauricio Ohana puede recibir con justicia el homenaje franco-espa?ol que ahora le ha rendido el festival de Saint. A sus 64 a?os mantiene una actitud independiente que, desde cierto punto de vista, constituye uno de sus m¨¢ximos valores. Las v¨ªas de su evoluci¨®n, su camino de perfecci¨®n, suponen un adentrarse progresivo en su mismidad y nunca un flujo y reflujo con relaci¨®n a tales o cuales corrientes imperantes. Hombre de su tiempo, la modernidad de Ohana es sustancial, se funda en lo que dice y no en c¨®mo lo dice, parte del pensamiento para llegar al lenguaje. Un lenguaje y un pensamiento tan ricos como se ha podido apreciar en las diversas m¨²sicas de Ohana escuchadas ahora.
El ?clave? hab¨ªa ocupado al compositor desde los comienzos de su producci¨®n, acaso como l¨®gica resonancia del concerto de Falla. Elisabeth Choinacka, esa estupenda clavecinista polaca asentada en Par¨ªs, toc¨® los Carrillones para las horas del d¨ªa Y de la noche (1960) y Sacral d'Ilix (1975), con oboe y trompa. Si en la primera p¨¢gina Oharia rememora (a su modo) algo de lo que, en su tiempo, fueron los ?clavecines? de Rameau y Couper¨ªn, en la segunda rinde homenaje a la mitolog¨ªa indescifrada de la Almer¨ªa ib¨¦rica. Una de las jornadas sensacionales de los ciclos de Saint la ha constituido el estreno, por el atelier de la Abad¨ªa de las Damas, dirigido por Guy Reibel, del Oficio de los Or¨¢culos, una suerte de auto sacramen tal escrito en 1974, para voces e instrumentos que desarrollan una m¨²sica de acci¨®n y tratan los textos al modo del Silabario para Fedra. Desde los sue?os premonitororios hasta el surrealismo, pasando por ?la echadora de cartas?, la ceremonia afro-cubana, el drag¨®n de las tres cabezas o el mito de Minotauro, se suceden a lo largo de las doce escenas que componen lo que podr¨ªamos denominar la ceremonia de la predicci¨®n.
Con Div¨¢n de Tamarit, para violoncello y orquesta, interpretado por la Nueva Orquesta Filarm¨®nica de la Radio, dirigida por Alexandre Myrat y con Alain Meunier como espl¨¦ndido solista, Ohana vuelve al mundo lorquiano, siquiera sea en forma mucho m¨¢s abstracta que en ocasiones anteriores, sobre todo en el Llanto por S¨¢nchez Mej¨ªas. Sin necesidad de estrechas identificaciones, yo dir¨ªa que el Div¨¢n se mueve dentro de un c¨ªrculo en el que cabr¨ªa el Concerto para cello de Dutilleux, otro ardoroso independiente. Pero el fondo es diverso ya que Ohana parte de una actitud po¨¦tica a la vista de las Casidas y gacelas en las que se ha querido ver una actitud lorquiana premonitoria de su muerte. Justamente, con motivo del cuarenta aniversario del asesinato de Lorca en Viznar, naci¨® el Div¨¢n de Ohana, resumen objetivo de una traslaci¨®n de sentimientos: los que van de la palabra po¨¦tica a los pentagramas. Obra espl¨¦ndida, madura, unitaria y cambiante, figurar¨¢ por derecho propio entre las maestras dedicadas al cello con orquesta a lo largo de nuestro siglo.
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