Hacia la historia-ficci¨®n
Ser¨ªa urgente determinar con precisi¨®n cu¨¢ndo, c¨®mo y por qu¨¦ se inicia en Catalu?a un proceso que va a llevar de una visi¨®n concreta, compleja y ?normal? de la situaci¨®n, con problemas, descontentos, satisfacciones y esperanzas, a un progresivo aislamiento, con la mirada fija en un pasado nunca bien definido (o, mejor dicho, una serie de momentos del pasado en los que se fija la atenci¨®n discontinuamente), a una sustituci¨®n de la realidad -presente y pret¨¦rita- por un esquema que cada vez se da m¨¢s por v¨¢lido y ?obvio?. Es la historia-ficci¨®n, de la cual muchos intentan vivir; pero de ella no se puede vivir (a lo sumo, fingir que se vive).
Yo pedir¨ªa a los historiadores competentes y veraces un esfuerzo para aclarar esta importante cuesti¨®n, de la que depende el porvenir de Catalu?a y, por tanto, de Espa?a entera. Se ha producido un curioso proceso en virtud del cual, desde la historia-ficci¨®n, se descalifican siglos enteros de historia catalana. Tan pronto como los catalanes parecen normalmente instalados en su condici¨®n, enfrentados con cuestiones reales, con la proporci¨®n de satisfacci¨®n y descontento que es propia de lo humano, se los repudia. La abrumadora evidencia de que en el siglo XVIII, cicatrizadas las heridas de la guerra de sucesi¨®n, Catalu?a se sinti¨® pr¨®spera, llena de proyectos y esperanza, en plena expansi¨®n, como nunca lo hab¨ªa estado desde fines del siglo XIV. Pues bien, A. Rovira i Virgili dice: ?El siglo XVIII consum¨® la decadencia de Catalu?a y complet¨® la desnacionalizaci¨®n de los catalanes. Estos olvidaron la noble dignidad de la raza y cayeron en las abyecciones del servilismo din¨¢stico y espa?olista. Despu¨¦s de Felipe V, los Borbones que vinieron a Barcelona fueron recibidos triunfalmente por un pueblo olvidado de su propia dignidad y su propia historia. En el ¨²ltimo tercio de aquel siglo, los m¨¢s esclarecidos catalanes, no s¨®lo se muestran resignados a la sujeci¨®n, sino que bendicen el yugo... Capmany -esta falsa gloria catalana, como le llama justamente Gabriel Alonar- escribe: ?Tal ha sido el impulso que recibi¨® en el ben¨¦fico reinado del se?or Felipe V, ¨¦poca de feliz recuerdo para la prosperidad general en estos reinos?. Como hace notar Miguel S. Oliver, aquellos catalanes estaban muy lejos del odio a Felipe V, que se manifest¨® en los cen¨¢culos literarios del siglo siguiente.?
Decadencia, desnacionalizaci¨®n, abyecci¨®n, olvido de la dignidad. ?Qui¨¦n es el sujeto de todo esto? ?Los catalanes?, ?un pueblo?, ?los m¨¢s esclarecidos catalanes?: todos, masas y minor¨ªas, los que, cerca de Felipe V, estaban ?muy lejos? de un odio que se invent¨® en los ?cen¨¢culos literarios? del siglo siguiente (?). Se desprecia a Catalu?a entera durante un siglo largo, porque no hab¨ªa anticipado lo que se ?descubri¨®? a fines del siglo XIX.
Todo esto lo sabe muy bien -y lo dice igualmente- cualquier historiador competente; pero en nuestros d¨ªas, hasta en los mejores, se desliza un curioso supuesto que perturba lo que ven y exponen. Ferran Soldevila, por ejemplo, comenta, al hablar de la Catalu?a del siglo XVIII: ?Tot coadjuvava a la seva despersonalitzaci¨®: el prestig immens de la reialesa, l'anomenada i la valua reial de certs ministres, les mesures Intencionades o les aparentment innocues, i les deliberadament i decididament favorables, la fundaci¨® d?institucions de cultura, l'increment de la prosperitat material-, tota la vida hisp¨¢nica.? El supuesto (incre¨ªble, si se mira bien) es ¨¦ste: personalidad = aislamiento. Como si no se pudiera tener personalidad en compa?¨ªa, dentro de una totalidad; seg¨²n esta teor¨ªa, Castilla estar¨ªa igualmente despersonalizada, y Andaluc¨ªa, y Arag¨®n, y Galicia; y as¨ª el mundo entero.
?Cu¨¢ndo empez¨® este espejismo? Habr¨ªa que precisarlo con rigor. Todav¨ªa en 1901, un hombre ya viejo, al final de su vida, P¨ª y Margall, dice: ?Hay una patria para todos los hombres: la tierra. Hay una patria que nos ha dado patria que siglos de comunes venturas y desventuras: la naci¨®n. Hay una patria constituida por la com¨²n lengua, las comunes leyes y los comunes usos y costumbres: la regi¨®n en que nacimos y tenemos los sepulcros de nuestros padres. Seamos catalanes, espa?oles, hombres.?
Pero ya a fines del siglo XIX, hombres m¨¢s j¨®venes, de la generaci¨®n de 1871 (la del 98) hab¨ªan dado el paso decisivo hacia la historia-ficci¨®n. Advi¨¦rtase que Maragall, aunque a veces se lo ha cre¨ªdo de esa generaci¨®n -sobre todo por su amistad con Unamuno-, pertenec¨ªa a la anterior, a la de 1856; de Maragall he hablado largamente (?Los ojos de Maragall?, en La devoluci¨®n de Espa?a, 1977).
La figura decisiva es, sin duda, Enric Prat de la Riba (1970-1917), que recibe el ?medievalismo? clerical de que se va a nutrir durante varios decenios el catalanismo, bajo la inspiraci¨®n de Torras i Bages, y en buena parte del tradicionalismo franc¨¦s. ?Administrador lluminado?, para Pab¨®n y Jordi Sol¨¦ Tura, el ¨²ltimo de los cuales da interesantes citas del Compendi de doctrina catalanista, de Prat de la Riba y P. Muntanyola (1894), que no he podido manejar. ?En el plano hist¨®rico -dice Sol¨¦ Tura-, Prat acepta sin discriminaci¨®n todos los lugares comunes de la historiograf¨ªa rom¨¢ntica.? ?El an¨¢lisis hist¨®rico -a?ade- es elemental y hagiogr¨¢fico: a un lado los buenos, al otro los malos... Prat de la Riba ten¨ªa una visi¨®n instrumental de la historia de Catalu?a y de Espa?a: buscaba en ella, por un lado, la pervivencia del esp¨ªritu nacional y, por otro, la justificaci¨®n, la legitimaci¨®n de la hegemon¨ªa burguesa en Catalu?a... Adem¨¢s, esta visi¨®n del pasado le permit¨ªa prescindir de las posibles causas internas de la decadencia catalana y, por consiguiente, hablar de Catalu?a como un todo ¨²nico, un todo org¨¢nico modelado por la continuidad hist¨®rica y por la lucha com¨²n de sus hombres contra un adversario exterior. identificado tambi¨¦n en bloque.? A esto llamo ?historia-ficci¨®n?. Pero la expansi¨®n de ella no aparece hasta 1906, en el famoso libro La nacionalitat catalana.
La introducci¨®n trata de ?el invierno de los pueblos? (l'hivern dels pobles). Partiendo de esta met¨¢fora, supone Prat que a comienzos del siglo XVIII ?ja havia comencat l'hiver¨ªn pera la terra catalana?. Pero inmediatamente se remonta al siglo XV, y unas l¨ªneas despu¨¦s al poder del rey como algo absorbente y destructor: ?El rey ho era tot en la vida nacional; els pobles y llurs necessitars, interessos y afeccions no eren res.? Y despu¨¦s de desarrollar esta idea, concluye: ?Donchs aquesta aran forca de la monarqu¨ªa estava tamb¨¦ en contra de Catalunya.? Y lo detalla, partiendo de tiempos de Bosc¨¢n. Es bastante alucinante que los que los principios de la Edad Moderna parezcan esterilizadores y destructivos, pero m¨¢s a¨²n que se los vea concentrados contra Catalu?a. Por eso interpreta la historia de tres siglos y medio como ?descatalanizaci¨®n?. Pero, no sin sorpresa para el lector, a?ade: ?La terra ¨¦s el nom de la patria, la terra catalana ¨¦s la patria catalana: totes les generacions ho han sentit, totes les generacions ho han consagrat?.
Hay que leer este libro ¨ªntegro -?cu¨¢ntos catalanes lo conocen?-. Seg¨²n ¨¦l, Catalu?a se convierte en provincia, y surge un provincialismo como amor a las cosas de Catalu?a dentro de la naci¨®n espa?ola. De ah¨ª se pasa al regionalismo, se admite la palabra ?regi¨®n?, que se identifica con el antiguo Principado. Con el regionalismo, dice Prat, va desapareciendo lo que llama ?la bifurcaci¨®n del alma catalana?, es decir, sentirse, en dos planos distintos, catal¨¢n y espa?ol. Y as¨ª se llega ?a la afirmaci¨® unitaria de la personalitat catalana, llevat del nacionalisme.? Y la lengua es la diferencia capital, irreductible.
?C¨®mo se llega a esto? Hab¨ªa que acabar de una vez -dice Prat- con ?aquesta monstruosa bifurcaci¨® de la nostra anima?, hab¨ªa que saber que ¨¦ramos catalanes y nada m¨¢s que catalanes. Y agrega que esta obra no la hace el amor, sino el odio: ?Aquesta obra, questa segona fase del proc¨¦s de nacionalisaci¨® catalana, no la va fer l'amor, com la primera, sin¨® l'odi. Para Prat, el discurso de Guimer¨¢ en los Juegos Florales de 1889 se?ala el momento culminante de esta fase. Habr¨ªa que a?adir el discurso de Joseph Franquesa y Gomis, en la Lliga de Catalunya, el 12 de diciembre de 1898, sobre ?los conflictes d'Espanya y lo catalanisme?, publicado en tres lenguas por La Veu de Catalunya. Pero no quiero citarlo, porque no quiero recordar textos que no podr¨ªan m¨¢s que herir a innumerables espa?oles (sin excluir a muchos catalanes), y me propongo todo lo contrario.
A partir de aqu¨ª, Prat de la Riba se lanza a exponer el contenido del nacionalismo catal¨¢n, de la nacionalitat catalana, que empieza nada menos que con el periplo de Avieno, 500 a?os antes de Cristo, con lo que llama (en femenino, no se por qu¨¦) ?la etnos ib¨¦rica, la nacionalitat ibera, extesa desde Murcia al Rhodan, aix¨® ¨¦s, desde les gents libi-fenicies de la Andalus¨ªa orierital fins als Ligurs de la Provenca?. ?Aquellas gentes son nuestros antepasados? -concluye.
No puede extra?ar que el cap¨ªtulo IX de este libro se titule ?L'Imperialisme?. En esto desemboca La nacionalitat catalana, que en su cap¨ªtulo final resume las etapas: renacimiento, industrialismo, provincialismo, regionalismo, nacionalismo, comienzo de la etapa imperialista. El ?nacionalismo integral de Catalu?a? se pondr¨¢ a la cabeza de la gran empresa, y ?como la Prusia de Bismark impuso el ideal del imperialismo germ¨¢nico, podr¨¢ la nueva Iberia elevarse al grado supremo del imperialismo: podr¨¢ intervenir activamente en el gobierno del mundo con las otras potencias mundiales, podr¨¢ otra vez expansionarse sobre las tierras b¨¢rbaras, y servir los altos intereses de la humanidad guiando a la civilizaci¨®n a los pueblos atrasados e incultos? (els pobles enderrerits y incultes).
Con estas palabras termina La nacionalilat catalana. Los inventores, treinta a?os despu¨¦s, del lema ?Por el imperio hacia Dios? ?sab¨ªan que estaban poniendo en marcha su programa? ?Qu¨¦ incre¨ªble equ¨ªvoco! ?Qu¨¦ coincidencia de los que se cre¨ªan enemigos irreconciliables! Pero todo eso, si no se toma muy en serio, ha de llamarse historia-ficci¨®n. Prefiero no buscar un nombre adecuado si hay que formalizarse.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.