La Uni¨®n Sovi¨¦tica y los ordenadores occidentales
LA ADMINISTRACION del presidente Carter no conseguir¨¢ llegar muy lejos en sus represalias econ¨®micas contra la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Los intercambios comerciales entre ambos pa¨ªses no permiten un amplio margen de actuaci¨®n con ¨¢nimos coercitivos, y es muy improbable que los aliados occidentales, despu¨¦s de la decisi¨®n de Francia, sigan de buen grado una decisi¨®n de Washington que siempre les beneficiar¨ªa a ellos como proveedores alternativos.Cuando se anunci¨®, hace m¨¢s de un mes, el proceso al disidente sovi¨¦tico Shcharansky, el secretario de Estado, Cyrus Vance, orden¨® la confecci¨®n de una lista secreta en la que se contendr¨ªan eventuales medidas de represalia en las partidas del comercio entre ambos pa¨ªses. El presidente Carter se referir¨ªa posteriormente a la negativa a vender a los sovi¨¦ticos equipos para prospecciones petrol¨ªferas, as¨ª como el ordenador Sperry Univac, necesitado por la agencia Tass para los pr¨®ximos Juegos Ol¨ªmpicos. Respecto al equipo petrol¨ªfero, la Casa Blanca ha autorizado al fin su venta a Mosc¨², por un precio de 144 millones de d¨®lares. Y en cuanto al ordenador, Francia se ha negado a aceptar las sugerencias de Washington, y se cree que los otros tres pa¨ªses con capacidad para proporcionarlo -Gran Breta?a, Jap¨®n y Alemania Federal- actuar¨¢n de modo similar. Tanto respecto a las partidas de cooperaci¨®n entre Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica, como a las del comercio en general, se estima que la decisi¨®n de Carter es m¨¢s simb¨®lica que real, y que, en cualquier caso, sus efectos no se mantendr¨ªan durante mucho tiempo.
Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica tienen firmados diversos acuerdos de cooperaci¨®n sobre materias relacionadas con la sanidad, el espacio y la energ¨ªa at¨®mica. Al parecer, estos acuerdos, de importancia innegable, tienen, principalmente, una consideraci¨®n pol¨ªtica que sobrepasa a las puramente econ¨®micas, y por la URSS han sido siempre considerados como indicios de la distensi¨®n. Por ello mismo se ha exagerado la dependencia de Mosc¨² respecto a la tecnolog¨ªa norteamericana. En cuanto a los intercambios comerciales, en la actualidad tienen un nivel relativamente peque?o, puesto que el Congreso ha rechazado siempre el otorgamiento a la URSS de la cl¨¢usula de naci¨®n m¨¢s favorecida. El comercio bilateral experiment¨® un r¨¢pido incremento despu¨¦s de 1972, pero se ha estancado ulteriormente, tanto por la actitud del Congreso como por la preocupaci¨®n sovi¨¦tica por su d¨¦ficit en la balanza de pagos. Queda, por supuesto, el important¨ªsimo cap¨ªtulo de las ventas de trigo a la URSS. Aqu¨ª tampoco el presidente Carter tiene mucho que hacer, a no ser que se arriesgase a incurrir en graves responsabilidades. Por el acuerdo de 1976, los sovi¨¦ticos se han comprometido a comprar un m¨¢ximo de seis millones de toneladas m¨¦tricas de grano por a?o, hasta 1981. Posiblemente entonces Estados Unidos podr¨ªa tomar represalias, que hoy no ser¨ªan tampoco de gran efecto, dado que en la URSS se espera este a?o una magn¨ªfica cosecha.
La profunda interpenetraci¨®n de los intereses econ¨®micos entre las diversas naciones Y la arraigada idea de que los negocios no deben mezclarse con la pol¨ªtica, han llevado a Francia a negarse a cumplir la sugerencia de la Administraci¨®n norteamericana. No era preciso que tal negativa se produjese en este momento, debido a la pluralidad en los intercambios comerciales y la despolitizaci¨®n de la econom¨ªa. En ¨¦pocas mucho m¨¢s cr¨ªticas, con la revoluci¨®n sovi¨¦tica apenas triunfante, los aliados no tardaron tambi¨¦n en romper el cord¨®n sanitario impuesto a los soviets, en pos de mejores ganancias comerciales. Adem¨¢s, hace poco tiempo Francia adopt¨® similar actitud, quiz¨¢ con muchas menos justificaciones, cuando vendi¨® instalaciones nucleares a la Rep¨²blica Surafricana.
No es f¨¢cil condenar a Francia conociendo la poca efectividad, y la eventual versatilidad, de las medidas que propone Carter, quien parece dispuesto a conectar su meritoria pol¨ªtica de los derechos humanos con cualquier circunstancia y mediando todo tipo de pretexto. La negativa a vender el ordenador a la Uni¨®n Sovi¨¦tica no es sino un paso m¨¢s en el creciente deterioro de las relaciones entre los dos pa¨ªses, cuyos gobernantes corren con alegr¨ªa el riesgo de descargar las consecuencias de tal enrarecimiento sobre todas las dem¨¢s naciones que no participan directamente en el arreglo de los grandes. Nadie puede ser ajeno a la protecci¨®n universal de los derechos humanos, pero tampoco es totalmente l¨ªcita la vinculaci¨®n de esa pol¨ªtica a situaciones que pueden acarrear graves perjuicios para la Humanidad.
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