Nadie esperaba los tanques
? Si nuestros amigos sovi¨¦ticos dicen temer por el futuro del socialismo en Checoslovaquia, que se den cuenta tambi¨¦n que nosotros tememos por el futuro de la democracia en su pa¨ªs?, afirmaba el peri¨®dico Svobodne Slovo, de Praga, a finales del mes de junio del 68.La primavera iba acab¨¢ndose Lo que en un principio era un estallido de alegr¨ªa fue convirti¨¦ndose en una reivindicaci¨®n de hechos concretos. Ya no bastaba contentarse con las consultas a la poblaci¨®n; los sectores m¨¢s liberales quer¨ªan que se les hiciera caso.
En el mes de junio aparece el Documento de las 2.000 palabras. Un grupo de personalidades checoslovacas -en el que predominaban los intelectuales- pide que se acelere el proceso democratizador. Algunos creyeron ver en este documento la reivindicaci¨®n de un sistema pluripartidista de corte occidental.
Los sectores estalinistas checos ponen el grito en el cielo. Hasta aquel momento hab¨ªan mantenido un cierto silencio expectante. S¨®lo del exterior llegaban las cr¨ªticas furibundas. Sin embargo, el sistema pol¨ªtico creado por Gottwald en 1948 -y, te¨®ricamente, vigente todav¨ªa hoy- es, sobre el papel, un sistema pluripartidista. Aunque sin ninguna eficacia real, pero s¨ª con representaci¨®n parlamentaria, varios partidos pol¨ªticos que dieron su apoyo al PC en 1948 coexisten en la vida pol¨ªtica checoslovaca.
El Documento de las 2.000 palabras fue un toque de atenci¨®n para todos aquellos que pon¨ªan topes a las reformas. La Hungr¨ªa del tambi¨¦n reformista, aunque t¨ªmido, Kadar, se agreg¨® con virulencia al coro de los cr¨ªticos.
Mientras se sigue discutiendo en torno al impaciente documento, m¨¢s de un tercio de las tropas del Pacto de Varsovia, que realizaban maniobras en Checoslovaquia, retrasa la salida del pa¨ªs.
En los sectores m¨¢s politizados crece la inquietud. Se sabe que en la primera quincena del mes de julio, representantes de los partidos comunistas de Bulgaria, Polonia Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana, Hungr¨ªa y la URSS se han reunido en Varsovia. Los checoslovacos no participan. Hab¨ªan pedido la celebraci¨®n de encuentros bilaterales previos. De la reuni¨®n sale un documento en el que los cinco partidos muestran ?su preocupaci¨®n por el desarrollo de la situaci¨®n en Checoslovaquia? y atacan duramente la liberalizaci¨®n.
El Partido Comunista checoslovaco tendr¨¢ una larga y prudente respuesta al documento de los cinco partidos. Las discusiones, sin embargo, siguen. El 23 de julio, las tropas del Pacto de Varsovia que quedaban todav¨ªa en el interior del pa¨ªs cruzan las fronteras para volver a casa. Un locutor de radio dar¨¢ la noticia del siguiente modo: ?Por fin, las tropas del Pacto de Varsovia, que llevaban estacionadas m¨¢s de un mes despu¨¦s de acabar las maniobras en las que hab¨ªan participado, han abandonado hoy el pa¨ªs. Los habitantes de las poblaciones fronterizas les ofrecieron grandes pruebas de amistad. Es de creer, sin embargo, que estas pruebas de amistad habr¨ªan sido m¨¢s fuertes si las tropas hubieran abandonado antes el pa¨ªs.?
Reuniones sin conclusi¨®n
La curiosidad de los j¨®venes d¨¦ los pa¨ªses vecinos se muestra ya desde el comienzo de verano. Gran n¨²mero de j¨®venes polacos, b¨²lgaros, h¨²ngaros y, especialmente, alemanes del Este, acuden a Praga. All¨ª pueden encontrar la libertad, las discusiones pol¨ªticas y las manifestaciones culturales que no existen en sus pa¨ªses. Las cercan¨ªas de la estatua de Jan Hus y la plaza de Wenceslao tienen un algo semejante a las calles del barrio Latino de Par¨ªs unos meses antes; aunque, eso s¨ª, sin barricadas ni adoquines. A finales del mes de julio, lo dirigentes comunistas checoslovacos y sovi¨¦ticos, encabezados por Dubcek y Brejnev, se re¨²nen en la ciudad fronteriza de Cierna, peque?a poblaci¨®n de unos 25.000 habitantes. Las reuniones se celebran en un cine. Previstas en principio para dos d¨ªas, las sesiones se alargan interminablemente. La tensi¨®n aumenta o disminuye caprichosamente de un d¨ªa para otro No se llega a ninguna conclusi¨®n De Cierna s¨®lo sale una nueva cita: el 2 de agosto, junto a los representantes comunistas b¨²lgaros h¨²ngaros, alemanes del Este y polacos, volver¨¢n a verse de nuevo en Bratislava.
Los seis partidos comunistas tendr¨¢n tres d¨ªas m¨¢s para discutir. El comunicado final no despeja ninguna inc¨®gnita. Se habla de cooperaci¨®n econ¨®mica, de la importancia del Pacto de Varsovia y se hace alguna referencia el ?respeto a la soberan¨ªa nacional de cada pa¨ªs?. El documento es, como suele suceder, lo suficientemente ambiguo como para contentar a cualquiera de las partes. Los sectores m¨¢s liberales de Checoslovaquia tienen, sin embargo, motivos para estar orgullosos de su capacidad negociadora. Han logrado eludir la propuesta sovi¨¦tica, hecha en Cierna, de albergar tropas sovi¨¦ticas en su pa¨ªs ?para vigilar las fronteras con Occidente?.
A lo largo del mes de agosto, tres dirigentes del Este visitan Checoslovaquia. Primero, Tito; luego Ulbricht, y, finalmente, Ceaucescu. Tito y Ceaucescu son acogidos c¨¢lidamente por la poblaci¨®n checa. Son, al fin y al cabo, dos pol¨ªticos que vinieron mostrando su independencia de criterio frente a Mosc¨² y han apoyado en diversas ocasiones las medidas reformadoras de Dubcek. Ambos, de com¨²n acuerdo con Dubcek, tratan de comportarse discretamente, para evitar que los rusos piensen que sus visitas, que ya estaban previstas con anterioridad, tienen algo de provocadoras. La visita de Ulbricht, sin embargo, es acogida con frialdad. Durante una comida oficial, Ulbricht trata de dar lecciones a los dirigentes checoslovacos: ?Para comprender a Marx es necesario ser alem¨¢n. Yo soy alem¨¢n y os lo digo: nunca llegar¨¦is a ser aut¨¦nticos marxistas.?
En aquellos d¨ªas la calma es total. Superadas ya las conversaciones de Cierna y Bratislava, nadie teme, por el momento, nuevas presiones. La sospecha de que existan cl¨¢usulas secretas que pretendan limitar las libertades desciende con el paso de los d¨ªas.
La invasi¨®n, una broma
?Realmente, nunca pensamos en la posibilidad de una invasi¨®n?, afirma una joven checa que por haber firmado, nueve a?os despu¨¦s, el documento disidente Carta 77 perdi¨® su trabajo. ?S¨¦ que entonces, en la Europa occidental las cosas se ve¨ªan de modo diferente. La prensa, la francesa, quiz¨¢, sobre todo, dec¨ªa que los rusos se preparaban para invadirnos. Me acuerdo que bromeaba entonces con mis amigos... Estaba convencida de que la URSS har¨ªa todo lo posible por frenar nuestro experimento; pero nunca cre¨ª que iban a utilizar esos medios. Como yo, opinaban muchos checos. Del Este nos lleg¨® el estalinismo, pero tambi¨¦n vinieron las tropas que nos liberaron de los nazis. Adem¨¢s, a lo largo de nuestra historia, las invasiones siempre vinieron del Oeste. ?
Hay un chiste que muchos checos cuentan como si fuera un hecho real. Es posible que la historieta haya sido alguna vez cierta. En cualquier caso es significativa. El chiste dice as¨ª: ?Un amigo polaco me dijo entonces: ten¨¦is un hueco en vuestra historia: nunca hab¨¦is sido invadidos por los rusos.? El polaco del chiste, cuyo pa¨ªs s¨ª sabe de invasiones rusas, tuvo raz¨®n.
A las 23. 10 horas del martes 20 de agosto de 1968, un grupo de hombres, que hasta el momento paseaba por separado por los pasillos del aeropuerto comercial de Praga, en Ruzyne, sacaron las armas que llevaban en las carteras de mano y obligaron a retirarse a los empleados del aeropuerto. Estos hombres eran checoslovacos y, presumible mente, agentes de los servicios de seguridad de la URSS.
Una hora y media despu¨¦s, la primera noticia, procedente de la oficina de la agencia norteamericana Upi, en Washington, da la noticia a todo el mundo. A Ruzyne llegan tropas aerotransportadas que tomar¨¢n la ciudad. Mientras tanto, por tierra, los tanques del Pacto de Varsovia van ocupando todo el pa¨ªs. Las fuerzas rumanas y albanesas (estas ¨²ltimas abandonar¨¢n el Pacto pocas semanas despu¨¦s) no intervienen en la operaci¨®n.
Curiosamente, hoy se puede asegurar que los l¨ªderes h¨²ngaro y b¨²lgaro, Janos Kadar y Todor Jivkov, conocieron la noticia despu¨¦s de que los tanques de sus ej¨¦rcitos, dirigidos por el general Yakubovsky, comandante sovi¨¦tico de las tropas del Pacto de Varsovia, comenzaron a atravesar la frontera de Checoslovaquia.
Sin embargo, el presidente de Estados Unidos, Johnson, ten¨ªa ya idea de lo que iba a suceder. El entonces embajador sovi¨¦tico en Washington, Anatole Dobrynine, le hab¨ªa visitado para sondear las posibles reacciones de EEUU.
Cuando, cerca de las siete de la ma?ana del d¨ªa 21, seis tanques sovi¨¦ticos, llenos de soldados somnolientos, llegan al puesto fronterizo de Schrinding, que separa Checoslovaquia de Alemania Federal, los checoslovacos ya se han despertado y no tardan en asombrarse. En las calles comienzan los primeros conatos de resistencia.
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