Andaluc¨ªa
Andaluc¨ªa. Sol eterno y moscas cl¨¢sicas. En Sevilla, Antonio Burgos, Manuel Barrios, Vaz de Soto, los escritores de la Andaluc¨ªa en armas literarias, escriben la verdad de una tierra que es, ante todo, la tierra del se?orito.Pero no hemos perdido el resplandor de la Giralda y ya estamos en el resplandor de la torre de Carmona. Carmona, muralla y paro. La fiesta un poco sombr¨ªa del paro, en todos los pueblos andaluces. Los hombres en la plaza, haciendo tertulia delante del estanco, viendo pasar los coches de Madrid y de Sevilla. Ahora, los que mandan han decidido enviar las cuadrillas a quitar hierba de las cunetas. Les tienen entretenidos y les pagan. Es, sobre todo, una manera de dispersarles. Una manera de que los grupos de silencio que agruma y agrupa el paro no estallen en bronca justiciera.
Andaluc¨ªa. Sol eterno y moscas cl¨¢sicas. ?Todo lo que usted ve a la derecha y a la izquierda son las tierras del se?orito.? Como la mano de obra para faenar el olivo es mucha y cara, han mandado quitar los olivos y han sembrado girasoles. Las amarillas giganteas de Van Gogh y de mi infancia, entre Carmona y ?cija. Para este invierno, me parece que nos van a dar a todos la ensalada sexual de Norax Ephron con aceite de gigantea. Lo que inventa el dinero para no soltar un duro.
Por Hornachuelos, hacia. Sierra Morena, hay un cementerio at¨®mico que no sal¨ªa en Curro Jim¨¦nez y que lleva quince a?os funcionando, en una mina abandonada. All¨ª se depositan residuos at¨®micos de explosiones y experiencias. ?De qui¨¦n, por qu¨¦, para qu¨¦? El Ayuntamiento de Hornachuelos no ha tenido nota oficial del caso hasta hace dos a?os. Pero la lengua, ligera del pueblo ya habla de ni?os que nacen monstruosos o mueren de leucemia por la misteriosa contaminaci¨®n de las aguas y el cementerio at¨®mico.
Andaluc¨ªa. Sol eterno y moscas cl¨¢sicas. De Sevilla a C¨®rdoba, el habla andaluza va perdiendo levedad, acuidad, se va haciendo m¨¢s bronca y cerrada. El coche tiene refrigeraci¨®n, pero yo abro las ventanillas, porque quiero el viento grande, el viento de la historia y la pobreza, el viento de Andaluc¨ªa.
?cija gentil, torres mil, pudi¨¦ramos decir, parafraseando a Borr¨¢s cuando escrib¨ªa de Madrid. ?Y las tierras?
-Las tierras son todas de una duquesa que vive en la calle de Prim, all¨¢ en Madrid, se?orito.
-Un d¨ªa se van a jart¨¢ y van a hacer una locura.
Campo, campo, campo, entre los olivos, los cortijos blancos. Pero hay propietario que tiene cortijos enteros para la caza, s¨®lo para la caza. El l¨ªrico venado, Adonais cuando bebe agua, hipogrifo violento cuando huye, es la industria del se?orito, que alquila los puestos de caza y s¨®lo permite llevarse la hermosa cabeza encandelabrada, el trofeo, porque el cuerpo, la carne, lo vende ¨¦l a los mercados de la localidad. Tan formal, el caballero andaluz.
Aunque sepa los caminos, yo nunca llegar¨¢ a C¨®rdoba. Pero llegamos. Los ¨²ltimos turistas por la juder¨ªa. Los parados en los bares, tom¨¢ndose medio huevo de tapa. Ese hombre eterno que trabaja hasta muy tarde, en cualquier provincia espa?ola, en una chapister¨ªa, iluminado ya s¨®lo por los resplandores infernales y moment¨¢neos de la soldadura. Rilke, llegado a C¨®rdoba, se llena de l¨ªrica y m¨ªstica indignaci¨®n al ver que han levantado una cruz en el interior de la Mezquita. Monstruosa yuxtaposici¨®n de religiones. Hermosa cruz en cualquier otro sitio. Los colmaos est¨¢n ya entre patio andaluz y discoteque. Auxiliadora es rubia te?ida, tiene toda la gracia antigua en el cuerpo reciente, dice que C¨®rdoba es una ciudad muy clasista y que a ella el hacen ir a casa a las diez. Andaluc¨ªa. Sol eterno y moscas cl¨¢sicas. El caballo, todav¨ªa, como un con tertulio del hombre, y el paro, en cada pueblo, como un tifus raro y est¨¢tico que tiene a los hombres quietos, muertos de pie.
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