El perro ladra de nuevo
Con frecuencia se subestima la importancia de los escritores cinematogr¨¢ficos en beneficio de la hoy privilegiada figura del autor-director. El estreno de Oro Rojo nos descubre a quien, sin ninguna duda, fue el m¨¢ximo responsable de El Perro: Alberto V¨¢zquez-Figueroa. Las similitudes existentes entre ambas pel¨ªculas, m¨¢s que en el campo del estilo, se sit¨²an en el de la repetici¨®n, la auto-imitaci¨®n y la falta de ideas.En un tiempo relativamente breve, de la pluma del se?or V¨¢zquez-Figueroa han salido dos pel¨ªculas estrepitosa e irritantemente iguales. Se me dir¨¢ que este fen¨®meno se da tambi¨¦n en la obra de muchos grandes artistas: Bergman, Bu?uel, Fellini, etc¨¦tera, por citar s¨®lo algunos de los m¨¢s aficionados -?limitados?- a las variaciones sobre un mismo tema. Pero el que ¨¦stos, en mayor o menor medida, van enriqueciendo y perfeccionando -quiz¨¢ explotando- un mundo, un universo personal desarrollado a lo largo de toda su obra. V¨¢zqu¨¦z-Figueroa lo que hace es explotar una f¨®rmula: ambas historias est¨¢n localizadas en un pa¨ªs indeterminado, preferentemente latinoamericano, y en un r¨¦gimen dictatorial. En las dos, un hombre huye y su huida est¨¢ puntuada por encuentros con distintas mujeres... Dos historias ambiguas, retocadas con un leve y oportunista tono pol¨ªtico... V¨¢zquez-Figueroa se mueve en esa Tierra de nadie situada entre el cine pol¨ªtico y el de aventuras, incapaz de asumir cualquiera de ambos g¨¦neros, fabricando un cine amorfo, falso y pueril.
Oro Rojo
Gui¨®n y direcci¨®n: Alberto V¨¢zquez-Figueroa. Fotograf¨ªa: Jos¨¦ Luis Alcaine. M¨²sica: Carmelo Bernaola. Int¨¦rpretes: Hugo Stiglitz, Jos¨¦ Sacrist¨¢n, Patricia Adriani, Isela Vega, Alfredo Mayo y Terele P¨¢vez. Hispano-mexicana, 1978. Local de Estreno: Callao.
Oro Rojo es la historia de un marinero perdido en la isla de Providencia, que se encuentra en manos de una poderosa familia, y cuya riqueza nacional es la sangre humana. Para llevar a cabo sus maquiav¨¦licos fines, la familia Almeida se vale de una polic¨ªa particular, los zorroclocos, cuyo uniforme -sombrero negro, gafas negras, traje negro...- es una de las m¨¢s pueriles visualizaciones del malo que se han visto en a?os, ya que esto, que en un filme como La Guerra de las Galaxias puede tener su gracia -de hecho la tiene-, aqu¨ª resulta realmente grotesco. Si a esto a?adimos las parrafadas demag¨®gico-humanitarias que los actores se ven obligados a recitar, las gratuitas exhibiciones de anatom¨ªas femeninas, especialmente la de una relativamente despampanante rubia metida en la pel¨ªcula con calzador, nos encontramos con un coctel f¨ªlmico de la m¨¢s sospechosa catadura.
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