Hay que ir a los toros con despertador
ENVIADO ESPECIAL, Puede creerse que durante la lidia de los dos primeros toros nos ¨ªbamos durmiendo irremisiblemente. Ni d¨¢ndonos cachetes consegu¨ªamos salir del sopor, y al aparecer el tercero, el sue?o ya era profundo. Para varas, ronc¨¢bamos. Cuando en el ruedo, hay toros sin picante y toreros sin sal, pasan estas cosas y es necesario ir a la plaza con despertador.Salvo que cambie el panorama, aunque sea por unos minutos, y eso es lo que ocurri¨®. El tercer toro de la tarde no era borrego como los dos anteriores, pues luc¨ªa la nobleza propia de una res encastada, y el espada que lo mand¨® al otro barrio calidad no tendr¨¢, pero entusiasmo y mordiente s¨ª, hasta el derroche. Casta torera, que llaman. De. manera que, casta sobre casta, el Ni?o de la Capea hizo de despertador.
Plaza de Salamanca
Primera corrida de feria. Lleno total. Toros de Ram¨®n S¨¢nchez, muy desiguales de presentaci¨®n, justos de fuerza, mansos; el quinto, condenado a banderillas negras. Paquirri: Pinchazo hondo tendido, dos pinchazos m¨¢s, media estocada tendida y ca¨ªda, y descabello (silencio). Estocada corta (oreja con algunas protestas). Angel Teruel: Pinchazo, media estocada ca¨ªda, un pe¨®n ahonda el acero con disimulo y rueda de peones (pitos). Media y ruedas persistentes de peones (silencio). Ni?o de la Capea: Bajonazo descarado (dos orejas y petici¨®n de rabo). Metisaca a cap¨®n, pinchazo y descabello (pitos). Parte del p¨²blico arroj¨® almohadillas al ruedo al acabar la corrida.
Vimos al abrir los ojos que muleteaba con esos envaramientos o esos encorvamientos y esas violencias que en ¨¦l son habituales, pero .cuando se ech¨® la franela a la izquierda consigui¨® centrarse y en la segunda serie ya mandaba. El natural y el de pecho fueron hondos, ce?idos y ligados, y en aquel punto puso la plaza boca abajo. Luego vino un molinete a destiempo y perdi¨® el dominio sobre el toro, que se le fue arriba, por que ya hemos advertido que se trataba de un animal encastado, y cuando la res tiene esta condici¨®n, la t¨¦cnica muletera ha de ser milimetrada, con arreglo a los c¨¢nones; debe tener el torero la inteligencia despierta para aplicar la suerte oportuna en el momento oportuno.
Sin embargo, la casta del diestro estaba all¨ª tambi¨¦n. Se enrabiet¨®, volvi¨® a meter al toro en la muleta, y en un bolsillo al p¨²blico, el cual se desbord¨® de entusiasmo, hasta el punto de que ped¨ªa con pasi¨®n los m¨¢ximos trofeos sin tener en cuenta el bajonazo descarado que hab¨ªa recetado el Ni?o de la Capea, como colof¨®n de su faena vibrante.
Cuando el despertador dej¨® de sonar volvimos a los sopores. Estaba Paquirri en esos a?os tontos en que la imaginaci¨®n se cierra a cal y canto y Angel Teruel lo mismo, pero con el agravante de una mal disimulada desconfianza. Acontec¨ªa lo que todo aficionado sabe de carrerilla: Paquirri ligaba los pases, mas los amontonaba sin arte y sin gracia. Teruel, que se pone J, finolis para enjaretar un derechazo de higos a brevas, no ligaba ninguno. Pens¨¢bamos: con una parte de Paquirri y otra de Teruel se podr¨ªa hacer un buen torero, porque saldr¨ªa el que se gusta al interpretar las suertes y adem¨¢s liga la faena.
De todos modos no conviene arriesgarse, porque hay peligro de que este ni?o probeta nos saliera al rev¨¦s: un fabricante de ?unipases?. como es Teruel, unido a la habilidad laboral de Paquirri. ?Qu¨¦ espanto! Algo as¨ª como ha sucedido -mejorando lo presente, con perd¨®n- en tantas ganader¨ªas de bravo, por ejemplo, la de Ram¨®n S¨¢nchez, que fracas¨® sin paliativos ayer en Salamanca. Quiz¨¢ en los complicados intentos de dulcificarla y comercializarla, aquel orgullo de las dehesas de esta tierra, que era lo de Arranz, se ha convertido en sus campos cordobeses en una borreguer¨ªa insufrible. El quinto toro acab¨® por desprestigiar del todo la divisa, pues dio un sainete; entre carreras, coces y rebrincos no hubo manera de picarlo, se llev¨® con todo merecimiento el bald¨®n de las banderillas negras. Teruel lo traste¨® sin eficacia y sin gusto, tan a la defensiva como estaba el burro. El sexto sali¨® cojo y como era incapaz de soportar sin caerse derechazos y naturales, el Ni?o de la Capea le instrument¨® un trasteo de ali?o que no ten¨ªa sentido y result¨® horroroso.
En el curso de tres d¨ªas hemos visto dos ganader¨ªas que fueron se?eras, al borde del caos. Los gracilianos, en manos de Palomo, y los arranz, en manos de Ram¨®n S¨¢nchez, huelen m¨¢s a morucher¨ªa que a toro bravo.. ?Hay derecho a esto?
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