Espa?a debe reconocer al frente Polisario
Presidente de la Asociaci¨®n de Amigos del Sahara
Espa?a est¨¢ ante la gran oportunidad de reparar el da?o causado al pueblo saharaui, a la vez que de revisar hacia el realismo una pol¨ªtica africana hasta ahora desdichada.
Con los diversos cambios que la pol¨ªtica interior experimenta desde 1975, cab¨ªa pensar que a un nuevo paso de la democracia se dar¨ªa simult¨¢neamente una rectificaci¨®n de los Acuerdos de Madrid y un acercamiento progresivo a la Rep¨²blica saharaui. No fue as¨ª; desde el primer Gobierno de la Monarqu¨ªa, en el que Marcelino Oreja era subsecretario, hasta la fecha se ha seguido la misma l¨ªnea: Espa?a, seg¨²n carta al secretario general de la ONU de 26 de febrero de 1976, abandona el territorio y ,sus responsabilidades, si bien no reconoce la soberan¨ªa de Marruecos y de Mauritania, por no haberse consultado v¨¢lidamente a la poblaci¨®n. Todo lo dem¨¢s han sido variaciones sobre la misma idea, con la salvedad del acuerdo pesquero entre Espa?a. y Marruecos, del que se puede afirmar implica un reconocimiento de soberan¨ªa en el mar territorial, que tantos problemas est¨¢ causando a nuestros pescadores.
El querer mantener invariable esta pol¨ªtica fue un simple error de voluntarismo, pues los acontecimientos han favorecido las aspiraciones saharauis de independencia total. El mismo Silva Mu?oz, en nombre de Alianza Popular, en las Cortes del 20 de septiembre de 1977, dec¨ªa: ?Nuestra problem¨¢tica en esta zona no est¨¢ en el hecho de si tenemos o no responsabilidad, sino en saber qui¨¦nes son -y van a ser- los vecinos del otro lado del mar de Canarias. En otros t¨¦rminos, si esos vecinos seguir¨¢n si¨¦ndolo Marruecos y Mauritania, o si aparecer¨¢ un nuevo Estado saharaui.?
Hoy, las perspectivas diplom¨¢ticas y militares del Frente Polisario, en la v¨ªspera de su IV Congreso, son francamente optimistas. Se ha aglutinado a todo un pueblo entusiasta, consiguiendo la derrota del r¨¦gimen expansionista de Uld Dada, a la vez que Marruecos se mueve entre dif¨ªciles contradicciones. En estas circunstancias, espa?oles que han proclamado una pol¨ªtica exterior pragm¨¢tica deber¨ªan unirse a los que por principios apoyamos desde siempre al pueblo saharaui. Pero adem¨¢s de la pol¨ªtica individual o de partidos, lo que importa son las posiciones de Estado. No voy a dar lecciones diplom¨¢ticas al palacio de Santa Cruz pero s¨ª a afirmar que desde la peque?a victoria por el control de La G¨¹era -todav¨ªa en 1975- nuestros diplom¨¢ticos sab¨ªan que Mauritania, sin embargo, estaba derrotada y deb¨ªa buscarse otra soluci¨®n.
?C¨®mo estar desprevenidos si todos sab¨ªamos que Uld Dada caer¨ªa inexorablemente? Ocurrir¨ªa lo mismo que se puede predecir: que Somoza ser¨¢ derrocado o que Hassan II no durar¨¢ mucho?
Abiertas nuevas perspectivas de entendimiento, la diplomacia espa?ola invita a Madrid al nuevo ministro de Asuntos Exteriores mauritano. Las palabras pronunciadas entonces por Oreja son de una gran importancia, pues son las ¨²nicas oficiales en el contexto creado tras el golpe militar. Y es fundamental preguntarse por el significado ¨²ltimo de que ?Espa?a apoya las iniciativas de paz de Mauritania?. ?Quiere decir que se secunda a Mauritania en la paz, como antes en la guerra? Pero si Espa?a no reconoc¨ªa la soberan¨ªa mauritana sobre el territorio ni aprobaba su guerra, ?por qu¨¦ no sostener ahora que Espa?a apoya las iniciativas de paz de la RASD, por ejemplo, que fue el primer pa¨ªs en hablar de paz?, o ?por qu¨¦ no tomar una iniciativa propia que no est¨¦ limitada por las pretensiones de Mauritania, una sola de las partes que van a iniciar las conversaciones?
Sin duda el papel de Espa?a es proponer ya una conferencia de paz y garantizar su desarrollo. Es evidente que para convocarla es bueno poner antes en entredicho los Acuerdos de Madrid y reconocer al Frente Polisario como ¨²nico representante del pueblo saharaui.
Ambas cosas no son tan problem¨¢ticas como teme el Ministerio de Asuntos Exteriores, porque el acuerdo tripartito, adem¨¢s de su nulidad de pleno derecho, no se cumple en la pr¨¢ctica, y otra de las potencias firmantes -Mauritania- reconoce que no puede llevar a efecto la administraci¨®n que se le encomend¨®. En cuanto a reconocimiento oficial del movimiento de liberaci¨®n saharaui, es bien sencillo y l¨®gico, aunque s¨®lo fuera por el pragmatismo a que hac¨ªamos referencia, pues no hay otro interlocutor.
Espa?a est¨¢. objetivamente interesada en la paz por sus responsabilidades morales y jur¨ªdicas para con el pueblo saharaui, por ser pa¨ªs fronterizo con el Sahara y por la futura cooperaci¨®n t¨¦cnica y cultural con una naci¨®n africana que est¨¢ llamada a ser uno de los pa¨ªses m¨¢s pr¨®speros del continente: la Rep¨²blica Saharaui Democr¨¢tica. Es el momento de la decisi¨®n y de la iniciativa. Si ¨¦sta es consecuente, Espa?a recuperar¨¢ en Africa el prestigio que perdi¨® su Gobierno con la entrega del pueblo saharaui al genocidio. Estamos todav¨ªa a tiempo.
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