Defensa del consenso
Secretario de Informaci¨®n de UCD
?Consenso? Dir¨ªase, ante algunos ataques recientes a la dimensi¨®n de la vida pol¨ªtica y social que encierra esta palabra, que estamos ante una moda perniciosa inventada por los espa?oles del posfranquismo. Sin embargo, el concepto -ll¨¢mese consenso, pacto, acuerdo, etc¨¦tera- no ha dejado de estar presente en la historia de las naciones, desde que lo empleara por primera vez Cicer¨®n, como una actitud positiva del animal social e inteligente que es el hombre, para evitar el enfrentamiento y la ruptura de la convivencia. Consenso es equilibrio dentro de una naci¨®n y es tambi¨¦n lo que permite la existencia, sin guerra, de una comunidad internacional con organismos donde conviven reg¨ªmenes y sistemas.
El riesgo del enfrentamiento
La b¨²squeda del consenso refleja el temor a la dislocaci¨®n social. Incluso si la vida pol¨ªtica consiste en una permanente confrontaci¨®n de grupos, intereses, partidos y programas, una naci¨®n no puede subsistir sin un m¨ªnimo de consenso social consistente en coincidencias ante cuestiones tales como las libertades y los derechos, la naturaleza del Estado, los principios que rigen el funcionamiento de los poderes p¨²blicos y, punto importante, el propio sistema por el cual a la sociedad pol¨ªticamente organizada le es permitido modificar alg¨²n punto de ese consenso que hubiera quedado obsoleto por la propia evoluci¨®n social e hist¨®rica.
El error de ciertas cr¨ªticas al consenso es que lo describen no como limitado al ¨¢mbito sustancial de la vida pol¨ªtica que, en circunstancias como la espa?ola de la transici¨®n, puede y debe ser ampliado a los grandes problemas, de forma que Gobierno y Oposici¨®n lleguen a acuerdos sobre materias no propiamente constitucionales. El consenso es siempre limitado en su ¨¢mbito con independencia de que circunstancialmente el nivel de consenso pueda ser superior al que se da en una dial¨¦ctica convencional de confrontaci¨®n Gobierno-Oposici¨®n. Consenso y confrontaci¨®n conviven en una sociedad plural, estable y equilibrada. El consenso hace posible la confrontaci¨®n sin ruptura de la convivencia. En una sociedad democr¨¢tica, consenso es tambi¨¦n el reconocimiento de la legitimidad del disenso, de la existencia de diferentes opciones y de la libertad para opinar sin amenazar la paz. Sin un suficiente nivel de consenso. la paz es imposible y la convivencia inviable, pero si el consenso supera un nivel no justificado hist¨®ricamente por situaciones de transici¨®n o emergencia, y viene a ocupar el espacio reservado al disenso, entonces se produce la ruptura, no de la convivencia, sino del pluralismo. Entonces sobreviene una sociedad no consensual, sino uniforme y donde la ausencia de una confrontaci¨®n din¨¢mica impide el progreso. Todo esto eso que sucede en las sociedades totalitarias, en las cuales se produce el m¨¢ximo nivel de consenso y ¨¦ste viene a abarcar la respuesta concreta, y ¨²nica, a los problemas ordinarios.
Consenso y pluralismo
Ninguna sociedad pol¨ªtica puede vivir sin consenso, pero la sociedad democr¨¢tica y libre no puede vivir solamente por el consenso. Por eso, una sociedad que practica el pluralismo de ideolog¨ªas que se toleran y relevan en el ejercicio del poder es normalmente m¨¢s flexible y, a la vez, estable que una comunidad basada en una ideolog¨ªa ¨²nica. Entre el desacuerdo total y el consenso m¨¢ximo podr¨ªamos dibujar una amplia escala donde caben distintas intensidades y niveles de consenso. El m¨ªnimo com¨²n necesario en la sociedad libre y democr¨¢tica es una idea cultural, prepol¨ªtica incluso, que abarca ciertos valores socialmente reconocidos, y es tambi¨¦n un conjunto de reglas pol¨ªticas b¨¢sicas, ya sean escritas en un texto constitucional o, como en Inglaterra, de naturaleza consuetudinaria y simbolizada en la Corona. El m¨ªnimo consenso reconoce y admite la diversidad que origina el disenso, como una situaci¨®n no traum¨¢tica y parte de la voluntad de los individuos de vivir juntos en la misma sociedad y bajo el mismo Estado sin recurrir a la violencia. Lo que permite el consenso es ser adversarios sin ser enemigos, es la coexistencia de ideolog¨ªas diferentes, ninguna de las cuales trata de imponerse violenta o irreversiblemente a las dem¨¢s.
Consenso y pluralismo coexisten y se complementan, y s¨®lo la ignorancia o la corta visi¨®n puede hacer escribir a algunas plumas que el consenso mata al pluralismo, pues el consenso permite la convivencia y sin ¨¦sta no hay ejercicio posible del pluralismo. Consenso es lo que trasciende del pluralismo y queda al margen de ¨¦ste, pero respetado. La l¨ªnea divisoria entre uno y otro puede variar de una sociedad a otra y evolucionar o cambiar de una situaci¨®n hist¨®rica a otra dentro de una misma sociedad, aunque no puede dejar de estar clara en cada momento. Es evidente que en las circunstancias que la transici¨®n espa?ola y, a diferencia de coyunturas hist¨®ricas anteriores, es y debe ser posible el entendimiento entre las distintas fuerzas pol¨ªticas y sociales. No s¨®lo por la naturaleza del proceso constituyente, sino tambi¨¦n por la necesidad de lograr mediante acuerdos libres y responsables un nuevo sistema de valores de la nueva sociedad y soluciones a la crisis econ¨®mico-social, lo que requiere extender el consenso al contenido de un pacto social.
Ahora mismo hay quienes -no faltan los pol¨ªticos jubilados prematuramente y convertidos en francotiradores desplazados por el sistema de partidos y sin protagonismo alguno en la pol¨ªtica de consenso- les resulta sospechosa, si no negativa, esa afirmaci¨®n de que la Constituci¨®n permite gobernar en capitalismo, o en socialismo, o en todas las claves pol¨ªticas parlamentarias, que es una Constituci¨®n con consenso para el disenso que cada cual le interpretar¨¢ a la medida de su programa. Esto, dicen algunos, es motivo de sospecha y recelo...
La Constituci¨®n de 1978
?Qu¨¦ decir de todo esto? Yo veo positivo lo que a esas opiniones les resulta negativas. Afirmo que la pr¨¢ctica de consenso constitucional e incluso la inclinaci¨®n de las fuerzas pol¨ªticas y sociales a la negociaci¨®n, el pacto y el consenso es un hecho positivo de la vida pol¨ªtica espa?ola. Una Constituci¨®n vale lo que la amplitud de la adhesi¨®n que suscita. Y por eso es v¨¢lida la Constituci¨®n espa?ola de 1978, pese a su prolijidad, sus deficiencias t¨¦cnicas y hasta sem¨¢nticas. Si esa Constituci¨®n es admitida por las fuerzas pol¨ªticas parlamentarias lo es, obviamente, porque permite gobernar a diferentes alternativas pol¨ªticas.
Ciertamente, no olvido las cr¨ªticas que se han hecho a la forma de llegar a acuerdos sobre ciertos puntos conflictivos. Pero las famosas ?cenas consensuales? no ser¨¢n m¨¢s que an¨¦cdotas -que incluso ser¨¢n valoradas por el juicio de la historia positivamente- si el resultado -y todos esperamos que lo sea- es una Constituci¨®n con arraigo y futuro. No me importar¨ªa nada que dentro de siglo y medio alg¨²n historiador pudiera decir de nuestra Constituci¨®n de hoy lo que Andr¨¦ Maurois escribi¨® de la Constituci¨®n americana en su ?Historia de Estados Unidos?: ? Los fundadores se envolvieron en un verdadero aparato de silencio y misterio. Todas las sesiones ten¨ªan lugar en puerta cerrada. Ese m¨¦todo salv¨® la Convenci¨®n y asegur¨® la calidad de su obra. En varias ocasiones, violentos conflictos opusieron a los delegados entre s¨ª. De haber sido p¨²blico los desacuerdos, todo compromiso hubiera llegado a ser imposible. La Constituci¨®n de Estados Unidos, obra excelente, es hija de la Sabidur¨ªa y el Secreto. La Constituci¨®n es esencialmente un compromiso.?
Hay quienes hubieran querido -constitucionalizar las ideas e intereses de una parte del pa¨ªs e impedir, con la Constituci¨®n en la mano, que un eventual Gobierno de izquierda pudiera llevar a cabo su programa. Esta pretensi¨®n, de triunfar, habr¨ªa hecho imposible la convivencia. Es cierto que un mismo art¨ªculo de la Constituci¨®n podr¨ªa dar lugar al desarrollo de dos pol¨ªticas bien diferentes, pero ?para qu¨¦ servir¨ªan las elecciones, si no es para que los electores conozcan las diferentes opciones program¨¢ticas y opten entre ellas?
Temores excesivos
La Constituci¨®n de 1978 es permisiva, pero como bien se ha dicho repetidamente estos d¨ªas, tiene un car¨¢cter y ?personalidad? inequ¨ªvocos: es una Constituci¨®n liberal-progresista. Por lo dem¨¢s, ciertos temores parecen excesivos si se piensa en la existencia de un Tribunal Constitucional encargado de vigilar la armon¨ªa de todo el sistema jur¨ªdico con la Constituci¨®n y de acoger el recurso de amparo. No creo que nuestra Constituci¨®n permita vuelcos pol¨ªticos m¨¢s all¨¢ de unos precisos ideales de progreso en libertad, a los que aspira la gran mayor¨ªa de los espa?oles. Permite, obviamente, por ejemplo, un Gobierno del PSOE, pero dudo mucho que se pueda implantar en Espa?a una pol¨ªtica socialista, marxista, revolucionaria, lo mismo que un programa opuesto a una mayor justicia e igualdad social, sin violar manifiestamente el ordenamiento constitucional.
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