Los intereses del pueblo marroqu¨ª y del espa?ol son los mismos/1
Al comienzo de la serie de art¨ªculos titulados ?Reivindicaci¨®n de la causa saharaui? (v¨¦ase EL PAIS, 29 agosto-2 septiembre), Pedro Costa Morata se lamenta con raz¨®n de la incapacidad de respuesta de la izquierda espa?ola pro polisaria a mis ensayos sobre el tema (?El Sahara, dos a?os despu¨¦s?, EL PAIS, 17-26 de mayo). Con todo, el lapso transcurrido le induce a confiar en que mis lectores se habr¨¢n olvidado ya de mis argumentos y juicios, de lo que he escrito en realidad, para ?exponer? aqu¨¦llos a su manera, con aplomo y desenvoltura admirables. Su ?Reivindicaci¨®n de la causa saharaui? es un buen ejemplo de un g¨¦nero period¨ªstico de s¨®lido arraigo en nuestras letras: la respuesta puramente emocional a fantasmas y problemas personales. As¨ª, en lugar de elaborar su contestaci¨®n en relaci¨®n a los hechos y opiniones que desenvuelvo, Costa Morata manipula y reconstruye ¨¦stos en funci¨®n de su propia respuesta, Si el m¨¦todo no es precisamente un modelo de escrupulosidad, ofrece cuando menos la ventaja de procurarle imaginarias victorias dial¨¦cticas sobre argumentos de la parte adversa que en verdad ha fabricado ¨¦l mismo.La ¨ªndole puramente emotiva de sus reacciones o, por ser m¨¢s exactos, de su voluntarismo militante se revela a cada paso en su empleo tajante de f¨®rmulas de autoafirmaci¨®n (?reh¨²so?, ?me reafirmo?, una confederaci¨®n saharaui-mauritana ?me resulta un engendro incalificable?, etc¨¦tera) o rotundas profesiones de fe pol¨ªtica (v. gr.: esto es cosa izquierdista, incluso progresista; esto es reaccionario y otras acotaciones dignas de un cuadernillo escolar) que, como es de suponer, sirven muy poco a sus confesados prop¨®sitos de ?aguzar los an¨¢lisis? y ?mejorar el conocimiento de la problem¨¢tica del Magreb?. Con la seguridad que le confiere el saber ?por d¨®nde va la cosa?, antes de responder a mis an¨¢lisis y puntos de vista procede a caracterizarlos y caracterizarme de cara al lector con un verdadero derroche de adjetivos: tras concederme pro forma una modesta medalla de ?brillantez? y se?alar que quien esto escribe ?cree poder adoctrinarnos en materia magreb¨ª? se lanza a se?alar mi postura de falsa objetividad?, ?escaso rigor?, ?voluntarismo folkl¨®rico ?, ?curiosidad burguesa?, ?argumentaci¨®n fraudulenta?, ?visi¨®n paternalista, folkl¨®rica, colonialista?, ?mala voluntad?, ?juego?, ?malevolencia?, ?izquierdismo vago, purista y aburguesado?, y un largo etc¨¦tera. Mis cr¨ªticas de la pol¨ªtica del r¨¦gimen argelino tocante al Sahara se transforman fant¨¢sticamente en la pluma de Costa Morata en ?la bestia argelina?, ?una aut¨¦ntica man¨ªa persecutoria?,- ?la naturaleza diab¨®lica del r¨¦gimen de Bumedian?, ?la fobia anti-Bumedian?, etc¨¦tera. In¨²til decir que dicha forma de caricaturizar mis posiciones y descalificar mis argumentos no define ni esclarece en nada ¨¦stos. Caracteriza tan s¨®lo sus m¨¦todos. Le define a ¨¦l.
A falta de hechos y razones de peso, nuestro autor se ve forzado a recurrir al empleo de suposiciones, conjeturas gratuitas y, a veces, oscuras insinuaciones que ni yo mismo -siendo corno soy el primer interesado- alcanzo siquiera a comprender. Veamos unos pocos ejemplos:
?No voy a decir (pero lo dice J.,G.) que me da la impresi¨®n (n¨®tese lo alambicado de la f¨®rmula capaz de dar tort¨ªcolis a un lector poco avezado a los meandros del estilo moratiano) de que Goytisolo no est¨¢ ni pol¨ªticamente ni ¨¦ticamente en condiciones de defender la postura marroqu¨ª como ¨¦l pretende.? Sus lectores y yo le agradecer¨ªamos que hablara m¨¢s claro. ?A qu¨¦ condiciones ¨¦ticas y pol¨ªticas se refiere? Tal como queda, su frase es puro galimat¨ªas.
?(Goytisolo) expone de forma interesante una postura que ahora triunfa.? L¨¦ase: es un oportunista. Pero nuestro autor olvida que en 1975 y 76, en contra de una opini¨®n nacional casi un¨¢nime, sostuve la misma actitud sin arredrarme ante su manifiesta impopularidad. T¨ªldeme pues de otra cosa, pero no de oportunista.
?Creo haber detectado lazos amistosos o vivenciales entre el escritor y los componentes hist¨®ricos del nacionalismo del Istiqlal.? ?A qu¨¦ lazos amistosos y ?vivenciales? se refiere? ?A que conozco al se?or Bucetita y a alg¨²n otro de sus l¨ªderes desde los tiempos en que militaban en la Oposici¨®n? ?A que mis ensayos son traducidos y publicados gratuitamente en la prensa de su partido? Tambi¨¦n he tenido ocasi¨®n de tratar con los se?ores Buabid y Ali Yata, y mis trabajos han sido reproducidos igualmente de balde por la MAP, los peri¨®dicos de la USFP y el diario comunista Al Bayane. Todo ello es p¨²blico, y no es necesario, para ?detectarlo?, poseer los dones de zahor¨ª de que hace gala Costa Morata..
?El grado de compromiso que haya adquirido con los nacionalistas marroqu¨ªes s¨®lo ¨¦l puede valorarlo. ? De nuevo la insinuaci¨®n, sin prueba alguna, de unos supuestos lazos: el arte de tirar la piedra y esconder la mano. Mi ¨²nico compromiso en el asunto -ent¨¦rese el se?or Costa Morata- radica en trabajar por cuenta propia por el acercamiento entre nuestros dos pueblos, lo cual corresponde a los verdaderos intereses de ambos. Me parece err¨®neo y absurdo que los partidos de izquierda espa?oles sacrifiquen la amistad con veinte millones de marroqu¨ªes, a quienes nos unen infinidad de v¨ªnculos culturales, sociales e hist¨®ricos, por una alianza de circunstancias con un movimiento ef¨ªmero que no representa ni mucho menos los intereses de la totalidad de la poblaci¨®n saharaui. Este es mi ¨²nico compromiso, y s¨¦ que el tiempo y las realidades geogr¨¢fico-hist¨®ricas acabar¨¢n por imponer la causa de la justicia y raz¨®n. A?adir¨¦ que presentar la marcha verde como ?fanfarria colorista, amenazante y exultante? -as! ve¨ªa a los marroqu¨ªes hace m¨¢s de un siglo el novelista Pedro Antonio de Alarc¨®n- o describir el mundo de Sem¨¢a-el-Fna corno ?cruel, estridente e infame? es perpetuar, con una nebulosa ideol¨®gica izquierdista, el ancestral prejuicio antimoro. Personalmente, el espect¨¢culo del pueblo reunido libremente. a escuchar a sus cuentistas y admirar a sus juglares no me parece cruel, estridente ni infame. Estos tres t¨¦rm¨ªnos los aplicar¨ªa m¨¢s bien al espect¨¢culo de los pueblos obligatoriamente convocados a escuchar la demagogia tradicionalista o pseudorrevolucionaria de l¨ªderes, timoneles, jefes, pont¨ªfices a benefactores, sobre todo cuando, como suele ser el caso, dicha ret¨®rica mentirosa no se traduce en la mejora real de sus vidas.
Ante la imposibilidad de responder a todas y cada una de las afirmaciones fantasiosas de nuestro autor, me veo obligado a la enojosa tarea de seleccionar las que estimo m¨¢s importantes, de lo que me excuso humildemente con los, lectores.
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