La supervivencia de la di¨¢spora
El Premio Nobel acaba de ser concedido al ¨²ltimo gran escritor yiddish. lsaac Bashevis Singer representa la fidelidad a una lengua condenada definitivamente a muerte, el habla legendaria de los jud¨ªos centroeuropeos, en la que se extendi¨® durante varios siglos la vasta di¨¢spora y con la que sobrevivi¨® una cultura inmensamente rica. S¨®lo la terquedad, el acendrado esp¨ªritu de conservaci¨®n, hizo que Singer no renunciara a la lengua de sus mayores y que al abandonar Polonia en 1935 no se doblegara nunca ante la inevitable prepotencia del ingl¨¦s. Una lengua en trance de extinci¨®n ante el renacimiento del hebreo, como nueva expresi¨®n de los jud¨ªos, sirve a Singer como veh¨ªculo postrero de un mundo ya desaparecido y que ¨¦l evoca con la vieja elocuencia del jasidismo y el esplendor cl¨¢sico de la mejor tradici¨®n narrativa de la Europa decimon¨®nica.Una obra que persiste en marcar las caracter¨ªsticas que tuvo el ghetto, la vida en aislamiento de las comunidades jud¨ªas, pero desnudando tambi¨¦n el conflicto de integraci¨®n de esos personajes en la contemporaneidad, sus choques frontales con los otros. Singer no puede escapar al destino de su pueblo, y toda su producci¨®n es consciente del complejo de diferencia que tat¨²a a toda minor¨ªa. Como Sholem Aleijem, aunque con menos humor y un poco m¨¢s de dramatismo, su prosa describe una realidad m¨¢s ambiciosa que rebasa el contexto de los personajes para abarcar a la ubicua, legi¨®n que ejemplifica en unos arquetipos. Si el verso de Bialik se dirig¨ªa a esa misma di¨¢spora y la encausaba hacia su promesa milenaria, la vuelta a Canaan, Singer es el escritor de la extraterritorialidad, porque sus hombres viven en Polonia y en Montevideo, en Nueva York o en Buenos Aires, en Varsovia o en Jerusal¨¦n. S¨®lo el lenguaje com¨²n, la diferencia, el impreciso origen, los hermana en la ilimitada di¨¢spora. No importa ya el escenario, la geograf¨ªa se difumina ante el poder fraterno de una suprasensibilidad.
De ah¨ª que no sea dif¨ªcil identificarlo con Navokov, aunque necesariamente tendr¨ªamos que completarlo con Flaubert y Dostoievski, en un tric¨¦falo especimen que resume en s¨ª mismo tres procesos distintos, y cargarlo a¨²n con el exotismo mayor de un narrador que clausura una lengua y una literatura. Fen¨®meno ins¨®lito al qu¨¦ rara vez se puede asistir con plena consciencia, y con la seguridad de no encontrarse con un producto decadente sino con toda la potencia de un narrador magistral.
Escritor jud¨ªo en el sentido m¨¢s estricto de la palabra, Singer posee toda la sabidur¨ªa tradicional aliada con los recursos de un narrador moderno que har¨¢ exclamar a Henry Miller ese ?volver¨ªa a empezar por ah¨ª? que tanto sorprendi¨® a algunos, pero que es totalmente coherente con el vitalismo del norteamericano. Porque Singer no desciende nunca a la eleg¨ªa sino que prefiere labrar un testamento vivo, donde se pueda reconocer la procesi¨®n completa, terrible y gozosa, de una multitudinaria realidad que se niega a perder. Singer sobreviviente, guarda con celo el viejo tesoro de los suyos, pero para ofrecerlo a los otros, a los dem¨¢s que acabar¨¢n siendo el modelo final de la acechante asimilaci¨®n.
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