La oposici¨®n, en la primera l¨ªnea del nacionalismo marroqu¨ª / 2
Costa Morata me atribuye el ?empe?o de castigar a la oposici¨®n parlamentaria espa?ola? -lo cual es perfectamente gratuito- No pretendo ni he pretendido nunca ?castigar? a nadie, y menos a unos partidos que, en t¨¦rminos generales merecen mi respeto y simpat¨ªa y por cuya emergencia a la legalidad he luchado con mis modestos medios durante la dictadura franquista. Apuntar a lo que yo considero errores, contradicciones o prejuicios del PCE o PSOE: respecto a Marruecos no implica voluntad de lecci¨®n o castigo, sino el prop¨®sito de contribuir a reparar la tropel¨ªa hist¨®rica perpetrada por Espa?a, durante m¨¢s de un siglo, tocante al pueblo marroqu¨ª: un pueblo cuyos intereses, conviene recordarlo una vez m¨¢s, coinciden en lo fundamental con los intereses reales de nuestro pueblo. Pero he ah¨ª que es el propio Costa Morata quien, arrastrado por su irreprimible propensi¨®n al empleo de adjetivos calificativos -o descalificativos- arremete con estos partidos ?oportunistas, fr¨ªvolos, mediocres y eurocentristas?, acus¨¢ndolos de prestar ¨²ltimamente o¨ªdos a los argumentos de la izquierda marroqu¨ª. Sobre todo, le resultan tremendamente ?insulsos?. (Una simple curiosidad: ?En qu¨¦ grupo o grupito ?sabroso?se sit¨²a ¨¦l?),Y, tras aludir despectivamente a Carrillo y Felipe Gonz¨¢lez (?culpables a sus ojos de una presunta ?marroquizaci¨®n?!), asevera que la ?seriedad pol¨ªtica no va por ah¨ª?. La afirmaci¨®n es terminante (como todas las afirmaciones del autor), pero, como ni los lectores ni yo disponemos de la facultad infusa de discernir inmediatamente de qu¨¦ va la cosa (empleo otra de sus expresiones favoritas), nos quedarnos con las ganas de preguntarle por d¨®nde va. Refiri¨¦ndose a los partidos de la izquierda espa?ola ?institucional?. Costa Morata cree advertir con rara perspicacia una ?p¨¦rdida acelerada de bases activas y arraigo obrero en la Espa?a alucinada actual? (el subrayado es m¨ªo. J. G. ). Ahora bien: ?A qu¨¦ alucinaciones se refiere? ?Le parece el r¨¦gimen democr¨¢tico de que disfrutamos una mera ofuscaci¨®n? ?C¨®mo calificar¨ªa entonces los cuarenta a?os en que vivimos privados de tales alucinamientos? Pero la clave del desprecio ol¨ªmpico con que juzga la actual situaci¨®n hispana la hallamos en la virtuosa indignaci¨®n con que rechaza las en efecto discutibles y discutidas afinidades del PSOE con el FLN: el ¨¦xito electoral del primero en las elecciones libres del a?o pasado no le hace acreedor a sus ojos sino de desprecio: el FI-N ?al menos -dice- se hizo cargo con (sic) el Poder despu¨¦s de una larga lucha armada?. ?Ser¨¢ por ah¨ª por donde va la seriedad pol¨ªtica que postula?Su visi¨®n heroica del progreso hist¨®rico en t¨¦rminos de lucha revolucionaria no tomar¨ªa en consideraci¨®n, como es obvio, los deseos y aspiraciones actuales del pueblo espa?ol -un pueblo que, no lo olvidemos, conoci¨® en su propia carne los resultados de otra ?larga guerra?. Prefiero creer, pues, que semejante evocaci¨®n por parte de Costa Morata es menos un programa pol¨ªtico -en este caso verdaderamente ?alucinado?que el fruto de una comprensible nostalgia: no haber participado en la guerra civil espa?ola ni en la de Argelia; de ah¨ª su identificaci¨®n fervorosa con los ?luchadores del Polisario?. En general, sus apreciaciones, ya de la situaci¨®n pol¨ªtica marroqu¨ª (resumida en el dilema de c¨¢rcel o cuartelada), ya de la espa?ola (buscando ?soluciones? fuera de la v¨ªa parlamentaria) adolecen de un romanticismo apocal¨ªptico que prescinde o ignora la terca realidad de los hechos. La reciente experiencia hist¨®rica de nuestros dos pueblos prueba claramente que la desaparici¨®n del r¨¦gimen de ?democracia formal?, por imperfecto que sea ¨¦ste, es un ?remedio? infinitamente peor que la enfermedad.
Escribe Costa Morata: ?La postura que sustenta Goytisolo es la que sustenta el Estado marroqu¨ª. El r¨¦gimen de Rabat y sus organizaciones parlamentarias. Esto es, nacionalismo sacrosanto y derechos hist¨®ricos inalienables.?
Dicha afirmaci¨®n contundente mete en un mismo saco a Gobierno y Oposici¨®n. a los elementos feudales y a las fuerzas democr¨¢ticas del pa¨ªs vecino. La unanimidad de las diferentes familias pol¨ªticas marroqu¨ªes en lo que concierne al Sahara no le autoriza a recurrir al consabido m¨¦todo de la amalgama. (?Qu¨¦ dir¨ªa nuestro autor si yo afirmara, por ejemplo, que por condenar el terrorismo indiscriminado del GRAPO ?sustenta la postura del Estado espa?ol?? En la medida en que tal actitud es compartida por todos las fuerzas democr¨¢ticas espa?olas -conf¨ªo que, incluso por su grupito ?sabroso?-, se tratar¨ªa de una coincidencia en una materia concreta, no de una identificaci¨®n oficial.)
Lo que Costa Morata probablemente ignora es que fueron precisamente los partidos de oposici¨®n marroqu¨ªes quienes, a partir de 1974, adoptaron posiciones m¨¢s combativas y radicales en torno al asunto (baste recordar el llamamiento a la movilizaci¨®n nacional lanzado por Bucetta y Buabid en la primavera del siguiente a?o), imponiendo una l¨ªnea de mayor firmeza al Gobierno y contribuyendo eficazmente al ¨¦xito de la marcha verde. En cuanto al papel desempe?ado por el PPS (PC marroqu¨ª) aconsejo a Costa Morata la lectura de la entrevista con su secretario general, Ali Yata, publicada en la revista Materiales (marzo-abril 1978): ?Hay un error en los an¨¢lisis de ciertos medios dem¨®cratas europeos, que contin¨²an sin comprender los problemas marroqu¨ªes ( ... ). Dichos medios suelen menospreciar el movimiento nacional marroqu¨ª, sobre el que ni la coalici¨®n imperialista ni el enorme esfuerzo militar franc¨¦s y espa?ol pudieron imponer m¨¢s que un protectorado temporal, que no conoci¨® sino cortos per¨ªodos de tregua y que salt¨® a pedazos en 1955. Este movimiento nacional es un movimiento de liberaci¨®n nacional progresista que no ha cesado nunca de combatir, por muchas que fueran las pruebas que debi¨® sufrir. Fue este movimiento nacionalista el que tom¨® la iniciativa y se moviliz¨® para recuperar una tierra -el Sahara occidental- que siempre fue marroqu¨ª.?
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