La bicicieta, a ganar las batallas de la Salud y la convivencia
Madrid, con Iniciativas as¨ª, no hace m¨¢s que unirse a las de otros pa¨ªses, con mucha m¨¢s raigambre ciclotur¨ªstica. No se puede olvidar que las dos ruedas ocupan poco espacio, tanto para la circulaci¨®n como para el estacionamiento; tampoco contaminan, porque no utilizan m¨¢s energ¨ªa para ponerse en movimiento que la humana, con el beneficio saludable que ello supone; son accesibles y utilizables por todos -hasta edades de m¨¢s de setenta a?os, sin grandes esfuerzos- y, tal vez, algo olvidado, pero muy importante, son instrumentos preciosos de comunicaci¨®n.El ejemplo diario, bien sea a la ida, a la vuelta del trabajo, o en esa ?cosa que hacer? en un momento determinado, es que la incomunicaci¨®n producida por el autom¨®vil resulta casi grotesca. Para encontrar ya un gesto amable al cruzar ana calle, cambiarse de carril por descuido o al detenerse en un paso de cebra es necesario buscar uno entre mil. La circulaci¨®n, cuando es excesiva, fomenta el ego¨ªsmo y el mal humor. Como poco, la indiferencia de los conductores que se paran en los discos, se miran y no se dicen nada, porque no pueden, ni merece la pena.
Precisamente uno de los grandes beneficios de la bicicleta es la posibilidad de esa comunicaci¨®n que tanto falta hoy. En la ciudad, donde ser¨ªa todo m¨¢s agradable o con el cicloturismo, tan extendido en otros pa¨ªses y que en Espa?a se nota s¨®lo algo en el Norte. Ir al cine o al trabajo en ?bici?, dando un paseo, no es descabellado. La salida en grupo un fin de semana, tampoco. Ser¨ªa todo un ¨ªndice de camino abierto hacia el compa?erismo sin afanes competitivos; s¨®lo de sano ejercicio deportivo. El grave problema espa?ol es la falta de escenarios adecuados para la pr¨¢ctica de la bicicleta en carretera. Si en las ciudades el mayor peligro quiz¨¢ no sean los autom¨®viles, sino la atm¨®sfera viciada, fuera de ellas la inexistencia de carriles-bici es casi un cheque al portador para el atropello. Es otra reivindicaci¨®n ?rural? a plantear en este pa¨ªs tan curioso, que s¨®lo le ve las orejas al lobo del desastre f¨ªsico cuando ya no tiene remedio.
En Estados Unidos, aunque las cifras quiz¨¢ no sean comparables por aquello del gigantismo, s¨ª conviene saber que en cuatro a?os se han vendido cuarenta millones de bicicletas y poseen 50.000 kil¨®metros de carriles. En la RFA alcanzan los 16.000, mientras en Holanda llegan a los 9.000. En Espa?a hemos de reducirnos a los arcenes, que muchas veces son m¨¢s parecidos a estercoleros que a otra cosa.
De todas formas, por su actualidad y tambi¨¦n por su ?gravedad?, las implicaciones ciudadanas de la bicicleta parecen ahora m¨¢s importantes. Sobre dos ruedas, si hay suficientes personas capaces de dar un salto hacia ? esa mejor calidad de vida? que se pregona, es posible un cambio.
Madrid no es precisamente una ciudad f¨¢cil para ello. Su orograf¨ªa presenta desniveles apreciables que no estar¨ªan c¨®modamente al alcance de muchas personas. Sin embargo, aunque el autom¨®vil, el caos circulatorio originado por un mal planteamiento urban¨ªstico, ha crecido tan desordenadamente como para ahogar cualquier soluci¨®n, s¨ª cabe dar alg¨²n paso para paliarlo. Madrid tambi¨¦n tiene zonas pr¨¢cticamente llanas, donde ser¨ªa posible un recorrido con el m¨ªnimo esfuerzo. Madrid no es Amsterdam, ni Bruselas y cruzarla en direcci¨®n este-oeste, o a la inversa, supone encontrarse con subidas respetables. Pero el trayecto Norte-Sur es mucho m¨¢s asequible, por ejemplo -lo mismo que otros tramos intermedios-, y s¨®lo se tratar¨ªa de estudiar las posibilidades de cada uno para vencer los obst¨¢culos.
Lo que s¨ª parece claro es la peligrosidad evidente que representa el exceso de autom¨®viles, sin que el supuesto ciclista tenga zonas apropiadas para ?resguardarse ?. Justamente en las partes m¨¢s llanas de la ciudad, que coinciden adem¨¢s con zonas suficientemente amplias para encontrar el hueco, podr¨ªa estudiarse la construcci¨®n no dif¨ªcil, desde luego, de unos primeros kil¨®metros para carril-bici. El experimento de manifestaciones como la del d¨ªa 9 no puede quedarse en el mero detalle anecd¨®tico. Deben concretarse m¨¢s las soluciones.
Tambi¨¦n resulta evidente que no merece la pena circular en bicicleta por Madrid mientras existan los niveles de contaminaci¨®n actuales. Es un riesgo innecesario y contraproducente para la salud. Si por un lado se trata de realizar un ejercicio y, por otro, aparte de jugarse la vida ?traum¨¢ticamente?, se llenan los pulmones de gases t¨®xicos, es absurdo. Por ello, ese primer paso debiera darse por las zonas m¨¢s c¨¦ntricas y peatonales, o las m¨¢s ?abiertas?, todas ellas con el menor ¨ªndice de contaminaci¨®n posible. Buscar eso e, igualmente, las zonas m¨¢s llanas, parece lo m¨¢s razonable.
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