Justo Ben¨ªtez, en un interesante momento de torer¨ªa
El a?o que viene, y a lo mejor al otro tambi¨¦n, lo recordaremos: ?En 1978, por Todos los Santos, vimos torear...? Y a?adiremos, con grandes muestras de asombro: ??... de capa!?.Lo hizo el domingo, en La Chata, el aragon¨¦s Justo Ben¨ªtez. ?Torear de capa! Cu¨¢ntas veces -las pocas en que hay ocasi¨®n, por cierto- se elogian los lances a la ver¨®nica, porque el diestro baj¨® los brazos. Y s¨ª, est¨¢ bien: lances de manos bajas, ?qu¨¦ bueno y qu¨¦ bonito!
Pero el toreo no es s¨®lo bajar las manos, ni siempre es adecuado hacerlo as¨ª. Las manos, y lo mismo el movimiento de los brazos, han de ser seg¨²n manden las condiciones del toro. Por eso el toreo a la ver¨®nica de Justo Ben¨ªtez, que recordaremos pasado el tiempo, tuvo calidad. Colocado en el terreno preciso, cruzado con el toro, adelantaba el enga?o, dejaba llegar; cargaba la suerte; llevaba a la fiera embebida en el percal, abajo las manos, pero no mucho -en otro caso, las condiciones de la res habr¨ªan deslucido el lance- y acompa?aba el viaje con el giro acompasado de la cintura. Al remate, ya estaba el toro perfectamente colocado para la siguiente ver¨®nica y Justo Ben¨ªtez, adelantaba el capote...
Plaza de Carabanchel
Tres toros de Miguel Higuero, sospechosamente romos, terciados, mansos, el segundo de carril. Los tres ¨²ltimos, de Rom¨¢n Sorando, bien presentados, bien armados, mansos, aunque dieron juego. Cuarto y quinto, coloraos, de preciosa l¨¢mina. Justo Ben¨ªtez: Estocada (vuelta por su cuenta). Pinchazo hondo ca¨ªdo (oreja). Macandro: Estocada tendida y ca¨ªda y rueda de peones (oreja). Seis pinchazos, aviso, once descabellos, y se acuesta el toro (pitos). Jes¨²s M¨¢rquez: Dos pinchazos, otro hondo, delantero y desprendido y estocada ca¨ªda (silencio). Estocada corta baja (oreja).Se lanz¨® al ruedo un espont¨¢neo, que fue retirado antes de dar ning¨²n pase, lo que pretend¨ªa hacer con una chaqueta. Result¨® ser un hermano del boxeador Perico Fern¨¢ndez.
As¨ª tore¨® en sus dos enemigos. Y, luego, las medias ver¨®nicas hondas, de esas en que el diestro se l¨ªa el toro a su alrededor. Toreo de t¨¦cnica depurada, pero tambi¨¦n de todas las fragancias. Y eso, por Todos los Santos, incluso pasados ya. Tambi¨¦n cre¨® arte con la muleta. No se entendi¨® con su primero, que le enganchaba demasiadas veces la franela, pero a la nobleza del cuarto aplic¨® temple, gusto y sentimiento, y de aqu¨ª salieron unas tandas de derechazos largos y suaves, pura esencia, que halagaban el paladar.
Est¨¢ el aragon¨¦s en un importante momento de torer¨ªa, aunque le contratan poco (excluyamos su actuaci¨®n con las banderillas, que result¨® vulgar). La pregunta es qu¨¦ ocurrir¨ªa si le hubieran dado la oportunidad de placearse m¨¢s. Hay por el escalaf¨®n muchos otros a quienes pasean de feria en feria entre algodones, y no valdr¨ªan ni para llevarle el botijo. Mas, ?calla!, no digamos nombres.
Bordar el toreo ped¨ªa a gritos el segundo de la tarde, un higuero manso y escarb¨®n que, por contraste, embest¨ªa recto y entregadito, pronto a todos los cites. Macandro estuvo aseado, Pero se trataba de bordar y no bord¨®; antes bien, trabaj¨® a destajo por todo el ruedo. La paradoja es que al quinto, el de m¨¢s cuajo y mansed¨²mbre de la corrida, reserv¨®n y, por tanto, no precisamente f¨¢cil, le instrument¨® una faena de mucho m¨¦rito, a fuerza de consentirle, y adem¨¢s lig¨® algunos derechazos de filigrana. Despu¨¦s lo emborronar¨ªa todo con el estoque y el descabello, con los que no daba una. Once golpes de descabello peg¨®, que ya son, y ninguno mat¨® al toro.
Tambi¨¦n tuvo m¨¦rito la primera faena de Jes¨²s M¨¢rquez, quien se met¨ªa en el terreno del higuero manso y acobardado, con la cabezota entre las manos, para robarle pases. Al remate de uno de ellos sali¨® espeluznantemente prendido por el vientre, pero no paso nada, y si pas¨® fue que se creci¨® el malague?o, el cual consigui¨® dominar al que acababa de ser su agresor. Y otra vez la paradoja: en el sexto, de condici¨®n manejable, su faena result¨® tan larga como mediocre, con inclusi¨®n de trasnochados recursos tremendistas.
El quite de la tarde (aparte chicuelinas, que repitieron los espadas) lo hizo Mart¨ªn Recio, cuando Justo Ben¨ªtez cay¨® en la cara del toro al matar al primer higuero. Meti¨® el capote con oportunidad milim¨¦trica y evit¨® la cornada. Adem¨¢s, breg¨® con verdadera maestr¨ªa. La tarea de este magn¨ªfico subalterno suma componentes positivos a una bonita tarde de toros, en la que hubo detalles de calidad y dos bonitos ejemplares de Rom¨¢n Sorando. Los de Higuero, en cambio, ol¨ªan a chamusquina. Por los pitones, m¨¢s bien.
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