El miedo a los muertos
El temor a la muerte y a sus consecuencias ha preocupado al hombre desde la m¨¢s remota antig¨¹edad. Freud se ha referido en su obra a la reacci¨®n de los primitivos frente a la muerte y a los muertos. Estudi¨® los distintos ritos y cultos con los que se buscaba apaciguarlos para que no se vengaran de los vivos. Algunos de esos rituales conten¨ªan actos de purificaci¨®n con la prohibici¨®n expresa de tocar todo lo que hab¨ªa estado en contacto con el muerto, por temor a la contaminaci¨®n. El tab¨² llegaba al extremo de evitar pronunciar el nombre del muerto, ya que era considerado una parte esencial y concreta de la personalidad y tem¨ªan que el acto de pronunciarlo se convirtiera en un conjuro que provocara el retorno del esp¨ªritu del muerto. Es decir, que para la fantas¨ªa inconsciente de los miembros de los pueblos primitivos, la persona que mor¨ªa se transformaba en una especie de demonio perseguidor: ?Los muertos pod¨ªan matar?. La representaci¨®n actual de la muerte no se aparta mucho de esa concepci¨®n m¨¢gico-animista primitiva, puesto que aparece bajo la forma de una calavera cruzada por dos huesos que advierte el peligro de muerte.Una de las motivaciones profundas del temor a los muertos yace en la ambivalencia de la afectividad humana, por la cual siempre existen sentimientos de hostilidad detr¨¢s de los amores m¨¢s intensos. Pero, mediante el uso del mecanismo de proyecci¨®n, se atribuye al muerto los sentimientos hostiles que se han experimentado inconscientemente contra ¨¦l. Precisamente, entre los objetivos principales del culto a los muertos que practicaban los pueblos primitivos se encontraba el af¨¢n de aplacar su peligrosidad y deseos de represalia mediante el establecimiento de ceremoniales, sacrificios expiatorios y entrega de todo tipo de ofrendas. En los or¨ªgenes de las religiones m¨¢s antiguas aparec¨ªan dioses mal¨¦ficos y dioses ben¨¦ficos que representaban, en forma disociada, los aspectos rechazados y temidos, como as¨ª tambi¨¦n los aspectos amados e idealizados de los antepasados muertos. Los duelos institucionalizados, con sus normas estrictas que no deb¨ªan ser quebrantadas, ten¨ªan la misi¨®n de contrarrestar la persecuci¨®n por parte de los muertos y permitir a los sobrevivientes desligarse de los temores y sometimiento a los mismos.
Para Freud el duelo consiste, esencialmente, en la reacci¨®n experimentada frente a la muerte, o frente a la p¨¦rdida de un ser amado o de una abstracci¨®n equivalente: la patria, la libertad, un ideal. Se puede experimentar tambi¨¦n una reacci¨®n de duelo por una separaci¨®n significativa: una mudanza, una migracion, etc¨¦tera. La base com¨²n a todos los duelos es la valoraci¨®n afectiva que, consciente o inconscientemente, es atribuida a la p¨¦rdida o separaci¨®n.
La depresi¨®n es un elemento constante en todo duelo. El estado depresivo puede durar poco tiempo o se instala en forma tenaz, transform¨¢ndose gradualmente en una enfermedad o en una personalidad depresiva. En la depresi¨®n predomina la tendencia a la inactividad y el individuo se siente incapaz de contener los est¨ªmulos dolorosos que le abruman. El deseo de vivir se encuentra reemplazado, en ocasiones, por el deseo de morir, debido a los sentimientos de culpabilidad por el da?o, real o fantaseado, que se siente haber realizado contra la persona amada. Otras veces pueden surgir fantas¨ªas suicidas por los sentimientos de desvalorizaci¨®n y disminuci¨®n de la autoestima, junto con la vivencia de haber perdido el amor y la consideraci¨®n del ser querido. El estado depresivo suele manifestarse por tristeza, apat¨ªa, sensaci¨®n de vac¨ªo, fatiga, insomnio, decaimiento moral y f¨ªsico y sensaciones de impotencia y desesperanza. El sentimiento de culpa es una de las causas principales de la depresi¨®n. La vida es una sucesi¨®n de peque?os y grandes duelos donde la calidad del sentimiento de culpa determinar¨¢ que estos duelos sean vividos en forma normal o patol¨®gica.
El que el duelo evolucione de una u otra manera, depender¨¢ de diversos factores. Uno de ellos es el que se refiere a la calidad del v¨ªnculo y el grado de ambivalencia que ha existido previamente con el ser que se ha perdido. Si el amor ha sido el sentimiento dominante, las caracter¨ªsticas del duelo ser¨¢n m¨¢s normales con tendencia a reparar y restaurar la imagen del objeto desaparecido. En estos casos, opera la culpa depresiva, en la que se manifiesta la preocupaci¨®n por el objeto, la pena por su desaparici¨®n, la responsabilidad y la nostalgia. Pero si ha predominado el odio, la rivalidad o la envidia, puede llegar a vivenciarse la muerte de un familiar cercano, por ejemplo la de un padre, como una gratificaci¨®n de la fantas¨ªa agresiva inconsciente de haberlo vencido y humillado.
Corresponder¨ªa tambi¨¦n al cumplimiento de las fantas¨ªas infantiles de invertir la relaci¨®n con el padre, sinti¨¦ndose m¨¢s fuerte y poderoso que ¨¦l. El sentimiento de triunfo puede ser el resultado, por otra parte, del resentimiento y los deseos de venganza. Tales reacciones podr¨¢n alterar el proceso de elaboraci¨®n del duelo, transform¨¢ndolo en un duelo patol¨®gico caracterizado por el predominio del sentimiento de culpa persecutoria. Una de las consecuencias ser¨¢ la de la identificaci¨®n inconsciente con el muerto. Mediante ese mecanismo de identificaci¨®n, el individuo podr¨¢ creer que padece o llegar a padecer la misma enfermedad que aquejaba al familiar muerto. Otras veces la persecuci¨®n se manifiesta por pesadillas que conducen al insomnio, se sufren estados de ansiedad y depresi¨®n profundas; o se provocan inconscientemente accidentes como una forma de castigo. El individuo puede quedar sometido a la dominaci¨®n tir¨¢nica del muerto.
Elaboraci¨®n del duelo
Pero, aun los duelos normales exigen un largo tiempo para su elaboraci¨®n, porque toda p¨¦rdida de un ser allegado presupone autom¨¢ticamente, para el inconsciente del individuo, la p¨¦rdida de los aspectos de su propio yo que han estado ligados a ese ser, con el temor de que dichas partes yoicas no se recuperen jam¨¢s. Tanto es as¨ª que durante, el proceso de duelo suele surgir la fantas¨ªa de la propia muerte, hasta entonces encubierta por el mecanismo de negaci¨®n. Esto puede dar lugar a distintas reacciones, como la de proponerse un tipo de vida mejor, permitirse mayores gratificaciones, evitar la postergaci¨®n de proyectos, etc¨¦tera.
Adem¨¢s de los duelos por la muerte de un ser querido o por la p¨¦rdida de aspectos del Yo, puede haber reacciones de duelo por otro tipo de p¨¦rdidas, como ya ha sido se?alado: por ejemplo, el duelo por el tiempo transcurrido.
En la misma l¨ªnea, otro duelo significativo es el producido por la ?crisis de la edad media de la vida?. Es un per¨ªodo cr¨ªtico en el que el ser humano comprueba que ha dejado de crecer y comienza a envejecer. Ya he vivido la primera fase de la vida adulta. Ha establecido su familia y su ocupaci¨®n. Sus padres han envejecido o han muerto y sus hijos est¨¢n en el umbral de la adultez. El enfrentamiento con la realidad e inevitabilidad de la propia muerte es el rasgo central y crucial de esta fase de la mitad de la vida.
El trabajo de duelo, largo y arduo, al tiempo que doloroso, significa poder desligarse gradualmente de la dependencia motivada por la culpa respecto del muerto, utilizar la capacidad de amor y la confianza en s¨ª mismo para mitigar el odio y los impulsos destructivos, reparar lo que se siente haber da?ado, y reconectarse con los recuerdos y aspectos positivos del v¨ªnculo con el ser amado perdido.
Debido al sufrimiento que este proceso supone, algunas personas intentan negar la repercusi¨®n emocional de la p¨¦rdida, refugi¨¢ndose en el control minucioso y exagerado de los detalles y problemas pr¨¢cticos, inmediatos y mediatos, que una muerte acarrea. Otros, por el contrario, se entregan de manera compulsiva a actividades y distracciones que los alejen de los sentimientos de pesar. Pero, en alg¨²n momento, las consecuencias de estas conductas defensivas se hacen sentir a trav¨¦s de s¨ªntomas y perturbaciones que pueden llegar a requerir la ayuda de un tratamiento psicoanal¨ªtico o psicoter¨¢pico.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.