Jos¨¦ Hern¨¢ndez
Si algo ha de sorprender, ineludiblemente, al que hasta aqu¨ª llegue es la buena mano con que fueron ejecutados lienzos, dibujos y agua fuertes. Con una sabidur¨ªa para la teatralidad pict¨®rica que quiz¨¢ muchos considerar¨¢n ociosa, Jos¨¦ Hern¨¢ndez da forma a sus caros espectros adjudic¨¢ndoles una nitidez tal que de continuo inducir¨¢ al espectador hacia el t¨®pico de comparaci¨®n con los maestros de anta?o. Y esto en un momento en que la noci¨®n misma de vanguardia, como cabeza de un progreso lineal de las artes, entra en crisis, no ha sino de redundar en beneficio del pintor. Pero tanta destreza, aun siendo la mejor virtud en favor del artista, encierra tambi¨¦n en s¨ª su mayor peligro. La excesiva literalidad que Jos¨¦ Hern¨¢ndez concede a los monstrubs que habitan estos lienzos juega en detrimento de su capacidad de misterio. Se trata de algo muy semejante a la cr¨ªtica a la que Caillois somet¨ªa el universo del Bosco, cuando negaba el car¨¢cter fant¨¢stico a aquel cosmos en el que todo puede ocurrir en cualquier instante, debiendo suponer, por el contrario, el elemento maravilloso, una transgresi¨®n del orden del mundo en que se inserta. Del mismo modo, los seres que pueblan el entorno imaginario de Jos¨¦ Hern¨¢ndez, debido a su propia redundancia, a su ostentosa caracterizaci¨®n monstruosa, acaban por ser totalmente previsibles. Enti¨¦ndase, no obstante, esta pega en el mero terreno de lo que se nos cuenta, quedando fuera de cuesti¨®n el excelente dominio del lenguaje que el artista utiliza en la narraci¨®n. Y ello queda, asimismo, matizado por la evoluci¨®n; apuntada por Angel Gonz¨¢lez Garc¨ªa en su reciente monograf¨ªa sobre el pintor, en torno al abandono de referencias pol¨ªtico-clericales tan caras al expresionismo patrio. Surge as¨ª un proceso de fascinaci¨®n por los espectros, que van perdiendo su car¨¢cter de rid¨ªculo fantoche en favor de una mayor ambig¨¹edad. Debo decir al respecto que una de las cosas que m¨¢s me sorprendieron en la exposici¨®n fue el percatarme (y espero, ?por Dios!, que el artista no equivoque el sentido de esta afirmaci¨®n) de que algunos de los personajes que aparec¨ªan en estos lienzos guardaban cierta semejanza f¨ªsica con Jos¨¦ Hern¨¢ndez. Es t¨®pica, sabemos, la idea de que el pintor acaba siempre por retratarse, de una u otra forma, en cuantos rostros ejecuta, Pero pienso que aqu¨ª se trata de un proceso de enamoramiento hacia el car¨¢cter espectral, en el sentido en el que los rom¨¢nticos como Arnim entend¨ªan que son muchos los monstruos que habitan en nosotros mismos, y que nos es posible conocernos, embelesados, a trav¨¦s suyo.Pienso, pues, que ¨¦ste es el proceso que va gener¨¢ndose en la obra de Jos¨¦ Hern¨¢ndez y que habr¨¢ de redundar, esperemos, en una mayor sobriedad a la hora de acumular los elementos aberrantes en favor del efecto. Virtudes para ello, lo hemos apuntado ya, no le faltan. S¨®lo que ahora todo parece inducir al c¨¢lculo a la hora de precisar el misterio. Se trata, en definitiva, de sentarse ante el espejo del yo oscuro y gritar con Baudelaire: ?iEn verdad, viejo monstruo, te amo!?
Galer¨ªa Biosca
G¨¦nova.
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