El teniente general G¨®mez de Salazar llev¨® a cabo las investigaciones
Se dio orden de extremar las medidas de seguridad en la sede presidencial, y se especific¨® la necesidad de identificar tambi¨¦n a las personas de uniforme, y de cualquier graduaci¨®n, que entraran en el palacio. A los generales que asist¨ªan en Ceuta y Canarias a los cursos para su ascenso se les solicit¨® regresar inmediatamente a Madrid. El general G¨®mez de Salazar estaba siendo auxiliado por un auditor en las tareas de la investigaci¨®n. Ante la negativa de alguno de los implicados a reconocer los hechos tuvieron que ser careados con compa?eros de armas a los que hab¨ªan intentado sumar a la conspiraci¨®n. A la postre se decidi¨® abrir procedimiento judicial por v¨ªa militar, pero s¨¦ ignora todav¨ªa de qu¨¦ delito ser¨¢n acusados los militares implicados, aunque se supone que se les incriminar¨¢ por sedici¨®n e incitaci¨®n a la rebeli¨®n. Mientras la investigaci¨®n avanzaba, el presidente permanec¨ªa reunido en su despacho oficial de la Moncloa a fa espera de noticias. A medianoche alguien indic¨® que si el complot estaba en marcha y, toda vez que ya hab¨ªan sido descubiertos algunos de sus autores, cab¨ªa la posibilidad de que trataran de acelerarlo y dar el golpe incluso antes de la marcha del Rey. El diario El Imparcial est¨¢ siendo observado por las autoridades y la clase pol¨ªtica con especial atenci¨®n desde hace tiempo. Para los profesionales del periodismo y los intelectuales, El Imparcial est¨¢ dedicado a la desestabilizaci¨®n y descr¨¦dito del r¨¦gimen democr¨¢tico y la Monarqu¨ªa parlamentaria. En un tono confuso y vocinglero est¨¢ manteniendo una feroz campa?a anticonstitucional y utilizando todos los recursos imaginables en la intoxicaci¨®n period¨ªstica. El Imparcial se distribuye profusamente entre los cuartos de banderas de los cuarteles. No es un peri¨®dico caro, pues mantiene una peque?a n¨®mina, imprime pocas p¨¢ginas y sus gastos de informaci¨®n son m¨ªnimos, toda vez que la base del diario son art¨ªculos, comentarios y cartas de los lectores. Pero, en cualquier caso, es harto dudoso que sea autosuficiente econ¨®micamente. Sus fuentes de financiaci¨®n son, en realidad desconocidas y el ¨²nico hombre que aparece visiblemente detr¨¢s es Domingo L¨®pez, del Banco de Valladolid. Leyendo El Imparcial resulta imposible enterarse de lo que pasa, tanto dentro como fuera de Espa?a, pero sus primeras p¨¢ginas y sus editoriales vienen siendo una incitaci¨®n decimon¨®nica y atrabiliaria al golpismo generalizado. Entre la profesi¨®n se comenta que el director del diario es autor de una tesis, que varias veces ha expuesto en p¨²blico, seg¨²n la cual los per¨ªodos constituyentes en Espa?a acaban fatalmente en guerras civiles. Da la impresi¨®n cuando se lee El Imparcial de que el peri¨®dico trata de demostrar la irreprochabilidad cient¨ªfica de semejante argumentaci¨®n tambi¨¦n en lo que se refiere a este per¨ªodo constituyente. Pero, al margen estas especulaciones, para algunos servicios de informaci¨®n El Imparcial resultaba algo m¨¢s concreto, al menos en teor¨ªa: una pieza m¨¢s de un tinglado que no se conoce. Un escritor mallorqu¨ªn y resabiado, Juan Pla, columnista habitual del diario, acostumbra a hacer acr¨®sticos con las primeras letras de cada p¨¢rrafo de sus art¨ªculos. Lelo, Luna, Celo y Ala han sido las claves de los ¨²ltimos d¨ªas. Esto, que evidentemente es un juego, hay quien lo toma por una consigna. Celo correspond¨ªa al d¨ªa 17. En medio de la ola de rumores, cinco coches de la polic¨ªa se presentaron en la sede del peri¨®dico con la orden tajante de impedir que saliera un solo ejemplar. Hay que tener en cuenta que una conspiraci¨®n militar de alcance entonces desconocido estaba en marcha y que la medida de las autoridades ven¨ªa justificada por la defensa de la legalidad frente a una agresi¨®n de perfiles a¨²n difusos. Un par de horas m¨¢s tarde ¨¦stos hab¨ªan sido delimitados: no era ?una tormenta en un vaso de agua? como algunos se empe?aban en se?alar, pero tampoco un golpe de Estado. La orden de secuestro de El Imparcial fue levantada y cundi¨® una explicaci¨®n rid¨ªcula, en el sentido de que se pretend¨ªa reforzar la seguridad de los peri¨®dicos y alguien hab¨ªa malinterpretado las instrucciones en lo que a El Imparcial se refer¨ªa. El peligro parec¨ªa conjurado. Ya se sab¨ªan los nombres de los principales encartados, o, al menos, los m¨¢s activos en la conspiraci¨®n, y estaba comprobado el poco eco que sus propuestas hab¨ªan tenido en la oficialidad. La Guardia Civil y la Polic¨ªa Armada hab¨ªan sido acuarteladas y patrullas policiales recorr¨ªan Madrid avisando de cualquier movimiento injustificado de tropas. De madrugada se inform¨® que una columna motorizada se encontraba en el puente de los Franceses, cerca de la Moncloa, y otros veh¨ªculos militares en la zona norte de la capital. Hubo momentos de extraordinaria confusi¨®n, porque en un principio nadie explicaba aquella presencia at¨ªpica de una columna militar en Madrid y se supuso que, efectivamente, pod¨ªa estar relacionada con el complot. Minutos m¨¢s tarde pudo comprobarse que eran fuerzas del regimiento Inmemorial n.? 1, que se retiraban despu¨¦s de unas maniobras ordinarias y previstas hac¨ªa tiempo. Pasadas las cuatro de la madrugada los ¨¢nimos se relajaron. El presidente Su¨¢rez permaneci¨®, no obstante, en su despacho toda la noche. Por la ma?ana despidi¨® al Rey en Barajas y convers¨® ostensiblemente con ¨¦l en un aparte, en el propio aeropuerto. Don Juan Carlos sali¨® para M¨¦xico con las noticias de que el complot estaba abortado y de que ten¨ªa menos importancia de la que en principio se pudo temer. La prensa del d¨ªa no publicaba nada al respecto, pero una fotograf¨ªa en EL PAIS del general Prieto dialogando con Carrillo hab¨ªa contribuido tambi¨¦n al tranquilizamiento. Prieto -destituido hace un a?o como jefe de la VI Zona de la Guardia Civil (Le¨®n)- es se?alado por muchos como una persona vecina a El Imparcial, y verle all¨ª, frente a frente y en actitud civilizada, con el secretario del PCE era m¨¢s que reconfortante. El vicepresidente del Gobierno y ministro de Defensa march¨® a Cartagena, donde deb¨ªa acudir a un acto militar en medio de su gira por diversas guarniciones y acuartelamientos para dialogar sobre la Constituci¨®n y la situaci¨®n pol¨ªtica. En su reuni¨®n en el Arsenal tuvo lugar el incidente con el general Atar¨¦s, que ya hab¨ªa asistido a una reuni¨®n similar en San Javier y hab¨ªa guardado silencio; es m¨¢s, hab¨ªa pedido personalmente permiso al propio Guti¨¦rrez Mellado para asistir a la reuni¨®n del 17. ?Fue su actitud una coincidencia fortuita o ten¨ªa que ver aquello con los sucesos de la noche pasada? Todas las fuentes dignas de cr¨¦dito aseguran que son hechos completamente separados. En cualquier caso respond¨ªa a un estado de ¨¢nimo latente en determinados c¨ªrculos del mando militar. Guti¨¦rrez Mellado regres¨® a Madrid antes de lo previsto. Si no fuera por lo sucedido en Cartagena, la tarde del viernes habr¨ªa sido m¨¢s tranquila. Pero en los cuarteles comenzaron a cundir los rumores sobre los hechos del 16, a los que se sumaron los que contaban de la reuni¨®n del Arsenal. A primeras horas de la noche el Gobierno decidi¨® dar una explicaci¨®n m¨¢s que somera, a trav¨¦s de la Secretar¨ªa de Estado de Informaci¨®n, y todav¨ªa se tard¨® alg¨²n tiempo m¨¢s en comprobar que la situaci¨®n era del todo normal. En la medianoche del viernes al s¨¢bado los ¨¢nimos se hab¨ªan relajado y todo volv¨ªa finalmente a la tranquilidad. Su¨¢rez permaneci¨®, no obstante, en su despacho hasta altas horas de la madrugada.
El teniente general G¨®mez de Salazar llev¨® a cabo las investigaciones
(Viene de primera p¨¢gina)
Se dio orden de extremar las medidas de seguridad en la sede presidencial, y se especific¨® la necesidad de identificar tambi¨¦n a las personas de uniforme, y de cualquier graduaci¨®n, que entraran en el palacio. A los generales que asist¨ªan en Ceuta y Canarias a los cursos para su ascenso se les solicit¨® regresar inmediatamente a Madrid.
El general G¨®mez de Salazar estaba siendo auxiliado por un auditor en las tareas de la investigaci¨®n.
Ante la negativa de alguno de los implicados a reconocer los hechos tuvieron que ser careados con compa?eros de armas a los que hab¨ªan intentado sumar a la conspiraci¨®n. A la postre se decidi¨® abrir procedimiento judicial por v¨ªa militar, pero s¨¦ ignora todav¨ªa de qu¨¦ delito ser¨¢n acusados los militares implicados, aunque se supone que se les incriminar¨¢ por sedici¨®n e incitaci¨®n a la rebeli¨®n.
Mientras la investigaci¨®n avanzaba, el presidente permanec¨ªa reunido en su despacho oficial de la Moncloa a fa espera de noticias. A medianoche alguien indic¨® que si el complot estaba en marcha y, toda vez que ya hab¨ªan sido descubiertos algunos de sus autores, cab¨ªa la posibilidad de que trataran de acelerarlo y dar el golpe incluso antes de la marcha del Rey.
El diario El Imparcial est¨¢ siendo observado por las autoridades y la clase pol¨ªtica con especial atenci¨®n desde hace tiempo. Para los profesionales del periodismo y los intelectuales, El Imparcial est¨¢ dedicado a la desestabilizaci¨®n y descr¨¦dito del r¨¦gimen democr¨¢tico y la Monarqu¨ªa parlamentaria. En un tono confuso y vocinglero est¨¢ manteniendo una feroz campa?a anticonstitucional y utilizando todos los recursos imaginables en la intoxicaci¨®n period¨ªstica. El Imparcial se distribuye profusamente entre los cuartos de banderas de los cuarteles. No es un peri¨®dico caro, pues mantiene una peque?a n¨®mina, imprime pocas p¨¢ginas y sus gastos de informaci¨®n son m¨ªnimos, toda vez que la base del diario son art¨ªculos, comentarios y cartas de los lectores. Pero, en cualquier caso, es harto dudoso que sea autosuficiente econ¨®micamente. Sus fuentes de financiaci¨®n son, en realidad desconocidas y el ¨²nico hombre que aparece visiblemente detr¨¢s es Domingo L¨®pez, del Banco de Valladolid.
Leyendo El Imparcial resulta imposible enterarse de lo que pasa, tanto dentro como fuera de Espa?a, pero sus primeras p¨¢ginas y sus editoriales vienen siendo una incitaci¨®n decimon¨®nica y atrabiliaria al golpismo generalizado. Entre la profesi¨®n se comenta que el director del diario es autor de una tesis, que varias veces ha expuesto en p¨²blico, seg¨²n la cual los per¨ªodos constituyentes en Espa?a acaban fatalmente en guerras civiles. Da la impresi¨®n cuando se lee El Imparcial de que el peri¨®dico trata de demostrar la irreprochabilidad cient¨ªfica de semejante argumentaci¨®n tambi¨¦n en lo que se refiere a este per¨ªodo constituyente. Pero, al margen estas especulaciones, para algunos servicios de informaci¨®n El Imparcial resultaba algo m¨¢s concreto, al menos en teor¨ªa: una pieza m¨¢s de un tinglado que no se conoce. Un escritor mallorqu¨ªn y resabiado, Juan Pla, columnista habitual del diario, acostumbra a hacer acr¨®sticos con las primeras letras de cada p¨¢rrafo de sus art¨ªculos. Lelo, Luna, Celo y Ala han sido las claves de los ¨²ltimos d¨ªas. Esto, que evidentemente es un juego, hay quien lo toma por una consigna. Celo correspond¨ªa al d¨ªa 17. En medio de la ola de rumores, cinco coches de la polic¨ªa se presentaron en la sede del peri¨®dico con la orden tajante de impedir que saliera un solo ejemplar. Hay que tener en cuenta que una conspiraci¨®n militar de alcance entonces desconocido estaba en marcha y que la medida de las autoridades ven¨ªa justificada por la defensa de la legalidad frente a una agresi¨®n de perfiles a¨²n difusos. Un par de horas m¨¢s tarde ¨¦stos hab¨ªan sido delimitados: no era ?una tormenta en un vaso de agua? como algunos se empe?aban en se?alar, pero tampoco un golpe de Estado. La orden de secuestro de El Imparcial fue levantada y cundi¨® una explicaci¨®n rid¨ªcula, en el sentido de que se pretend¨ªa reforzar la seguridad de los peri¨®dicos y alguien hab¨ªa malinterpretado las instrucciones en lo que a El Imparcial se refer¨ªa.
El peligro parec¨ªa conjurado. Ya se sab¨ªan los nombres de los principales encartados, o, al menos, los m¨¢s activos en la conspiraci¨®n, y estaba comprobado el poco eco que sus propuestas hab¨ªan tenido en la oficialidad. La Guardia Civil y la Polic¨ªa Armada hab¨ªan sido acuarteladas y patrullas policiales recorr¨ªan Madrid avisando de cualquier movimiento injustificado de tropas. De madrugada se inform¨® que una columna motorizada se encontraba en el puente de los Franceses, cerca de la Moncloa, y otros veh¨ªculos militares en la zona norte de la capital. Hubo momentos de extraordinaria confusi¨®n, porque en un principio nadie explicaba aquella presencia at¨ªpica de una columna militar en Madrid y se supuso que, efectivamente, pod¨ªa estar relacionada con el complot. Minutos m¨¢s tarde pudo comprobarse que eran fuerzas del regimiento Inmemorial n.? 1, que se retiraban despu¨¦s de unas maniobras ordinarias y previstas hac¨ªa tiempo.
Pasadas las cuatro de la madrugada los ¨¢nimos se relajaron. El presidente Su¨¢rez permaneci¨®, no obstante, en su despacho toda la noche. Por la ma?ana despidi¨® al Rey en Barajas y convers¨® ostensiblemente con ¨¦l en un aparte, en el propio aeropuerto. Don Juan Carlos sali¨® para M¨¦xico con las noticias de que el complot estaba abortado y de que ten¨ªa menos importancia de la que en principio se pudo temer. La prensa del d¨ªa no publicaba nada al respecto, pero una fotograf¨ªa en EL PAIS del general Prieto dialogando con Carrillo hab¨ªa contribuido tambi¨¦n al tranquilizamiento. Prieto -destituido hace un a?o como jefe de la VI Zona de la Guardia Civil (Le¨®n)- es se?alado por muchos como una persona vecina a El Imparcial, y verle all¨ª, frente a frente y en actitud civilizada, con el secretario del PCE era m¨¢s que reconfortante.
El vicepresidente del Gobierno y ministro de Defensa march¨® a Cartagena, donde deb¨ªa acudir a un acto militar en medio de su gira por diversas guarniciones y acuartelamientos para dialogar sobre la Constituci¨®n y la situaci¨®n pol¨ªtica. En su reuni¨®n en el Arsenal tuvo lugar el incidente con el general Atar¨¦s, que ya hab¨ªa asistido a una reuni¨®n similar en San Javier y hab¨ªa guardado silencio; es m¨¢s, hab¨ªa pedido personalmente permiso al propio Guti¨¦rrez Mellado para asistir a la reuni¨®n del 17. ?Fue su actitud una coincidencia fortuita o ten¨ªa que ver aquello con los sucesos de la noche pasada? Todas las fuentes dignas de cr¨¦dito aseguran que son hechos completamente separados. En cualquier caso respond¨ªa a un estado de ¨¢nimo latente en determinados c¨ªrculos del mando militar. Guti¨¦rrez Mellado regres¨® a Madrid antes de lo previsto. Si no fuera por lo sucedido en Cartagena, la tarde del viernes habr¨ªa sido m¨¢s tranquila. Pero en los cuarteles comenzaron a cundir los rumores sobre los hechos del 16, a los que se sumaron los que contaban de la reuni¨®n del Arsenal. A primeras horas de la noche el Gobierno decidi¨® dar una explicaci¨®n m¨¢s que somera, a trav¨¦s de la Secretar¨ªa de Estado de Informaci¨®n, y todav¨ªa se tard¨® alg¨²n tiempo m¨¢s en comprobar que la situaci¨®n era del todo normal. En la medianoche del viernes al s¨¢bado los ¨¢nimos se hab¨ªan relajado y todo volv¨ªa finalmente a la tranquilidad. Su¨¢rez permaneci¨®, no obstante, en su despacho hasta altas horas de la madrugada.
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