El papa Wojtyla en la crisis polaca
El pasado d¨ªa 11 de noviembre, en un editorial titulado ?Una frase del papa Wojtyla?, este peri¨®dico elaboraba una serie de hip¨®tesis a partir de la frase pronunciada por Juan Pablo II en As¨ªs: ?Bravo, se ve que esta no es la Iglesia del Silencio. Esta es una Iglesia que habla y que canta.? Con este dato, el editorialista argumenta la posibilidad de que la elecci¨®n del cardenal de Cracovia haya sido una pieza m¨¢s del tablero-Carter orientado al aislamiento de la URSS en el contexto internacional.Previamente el editorial recuerda ?los a?os felices del deshielo? Vaticano-Pa¨ªses del Este iniciado por Juan XXIII, a quien, por cierto, en un involuntario lapsus, le concede una pr¨®rroga de vida o bien una fugaz resurrecci¨®n, seg¨²n se quiera, al hacerlo protagonista de las audiencias a Gromyko (1966) y a Podgorny (1967). Como se sabe, Juan XXIII muri¨® en 1963 y estos ¨²ltimos gestos de ostpolitik corresponde al pontificado de Pablo VI.
Pero vayamos a la cuesti¨®n de fondo. ?Se puede elaborar una hip¨®tesis como la desarrollada en el editorial -brevemente apuntada aqu¨ª- a partir de una frase pronunciada en un contexto muy amiplio, tan amplio que ha permitido diversas interpretaciones, algunas opuestas a la elaborada por EL PAIS? Sin duda, la frase es desgraciada; yo as¨ª la considero. Y como m¨ªnimo ha quedado encuadrada en un contexto ambiguo que ha provocado perplejidades y preocupaci¨®n en amplios sectores de la opini¨®n p¨²blica.
Pero, aun as¨ª, yo, cristiano-comunista, digo, como tema previo a la cuesti¨®n que abre el editorial: P¨ªo XII fue un campe¨®n ol¨ªmpico y casi c¨ªnico de la guerra fr¨ªa, tocando a rebato de nueva Cruzada a ?los atletas de Cristo?. En torno a la Iglesia del Silencio se mont¨® en su ¨¦poca la tramoya de una obra lefebvriana por anticipaci¨®n, que entonces cont¨® con todo el poder vaticano. Podemos verlo: P¨ªo XII y Lefbvre se abrazan ante este fondo angustioso que el escen¨®grafo decora con el atentado a Togliatti. Pero al mismo tiempo, Stalin y sus bur¨®cratas preparaban el real decreto de desaparici¨®n hist¨®rica de la creencia en la escenograf¨ªa socialista; y no s¨®lo de la religiosa, sino de la creencia del propio hombre en s¨ª mismo y en los dem¨¢s. Gagarin, agudo y despierto, pudo afirmar pocos a?os despu¨¦s, ante toda la Humanidad, sin el menor sonrojo, que no hab¨ªa encontrado a Dios en su paseo por el Universo. Ergo...
Guerra fr¨ªa e Iglesia del Silencio fueron de la mano durante aquellos a?os; as¨ª sucedieron. Pero de ah¨ª a afirmar, en base a la frase de Wojtyla, que va a jugar de alfil de las ?negras-Carter? va el abismo paulatinamente ampliado por otras frases y gestos de Juan Pablo II ya cumplidos en sus escasos d¨ªas de pontificado. Por poner un ejemplo, de los m¨¢s reciente, su abrazo y conversaci¨®n mantenida con Argan, alcalde comunista de Roma, con motivo de la toma de posesi¨®n por parte de Wojtyla de la di¨®cesis romana en San Juan de Letr¨¢n, en actitud que ha ido mucho m¨¢s all¨¢ d0 protocolo y que expresa una posici¨®n no precisamente anticomunista. Se puede aducir que la Iglesia es maestra de hipocres¨ªa. Pero yo no apuesto esta jugada en el caso Wojtyla.
Este mismo diario publicaba a los pocos d¨ªas de la elecci¨®n una entrevista con Jerzy Turowicz, director del mensual Znak (El Signo), grupo con el que Wojtyla ha mantenido durante d¨¦cadas estrecho contacto. Seg¨²n el escritor polaco ?el Papa juzga, creo que con simpat¨ªa, el llamado socialismo de rostro humano, aunque es posible que su experiencia en ambienies socialistas le haya podido volver un poco esc¨¦ptico sobre las posibilidades reales de construir ese socialismo?. A?adiendo a la pregunta sobre un eventual apoyo a la Democracia Cristiana m¨¢s que a otras formaciones pol¨ªticas, ?le conozco demasiado bien como para poder afirmar con absoluta certeza que no existe este peligro?.
O sea, sin ser anticomunista, est¨¢ decepcionado. ?Por qu¨¦? Para entenderlo debemos situar a Wojtyla en el contexto de la crisis de identidad cultural, pol¨ªtica e hist¨®rica de la llamada ?generaci¨®n del 56? o del ?octubre polaco?. De quienes -ateos o creyentes- creyeron que, con la llegada de Gomulka al poder en aquella ocasi¨®n, se abr¨ªa la posibilidad de una ?v¨ªa polaca hacia el socialismo? emancipada del control sovi¨¦tico y de los fantasmas del estalinismo. Esta generaci¨®n que crey¨® en un posible revisionismo marxista, naufraga en 1968 ante la rigidez burocr¨¢tica del sistema, ante el aplastamiento de la revuelta de estudiantes, universitarios y escritores de ese a?o, y al constatar la imposibilidad de liberarse de la ?tutela? sovi¨¦tica. Naufragio reconfirmado m¨¢s tarde -en 1970 y en 1976- con motivo de la represi¨®n de las manifestaciones obreras de Gandsk y Szeczenin, de Ursus y Radom, que conducir¨ªan a la constituci¨®n, en septiembre de 1976, del ?Comit¨¦ de Defensa de los Obreros?, el popular KOR, que asumi¨® la tarea de asegurar a los obreros perseguidos un socorro jur¨ªdico, m¨¦dico y material.
Intelectuales marxistas
La crisis de esta generaci¨®n ha sido muy profunda, en especial por lo que se refiere a los intelectuales marxistas y entre algunos cuadros liberales del partido, que Gomulka convoc¨® en 1956. Quiz¨¢ el caso m¨¢s grave y traum¨¢tico entre los intelectuales haya sido el del fil¨®sofo Leszek Kolakowski, que ha abandonado el marxismo junto con la propia tierra. Otros de la generaci¨®n del 56, junto con algunos discipulos que se hab¨ªan unido a la ?ilusi¨®n revisionista? de sus maestros, tales como Kuron, Bienkowsk?, Miclinik, Anna Climielewska, Modzelewski, etc¨¦tera.... siguen en Poionia esperando contra toda esperanza.
Por esta v¨ªa los intelectuales y cuadros del partido que esperaban transformar el ?oto?o polaco? en primavera, se han encontrado en su lucha por los derechos humanos con una intelligentsia cristiana l¨²cida y combativa -los Znack, Wiez, etc¨¦tera...- que tambi¨¦n ven¨ªan luchando, desde otra perspectiva, por construir un socialismo de rostro humano. Esos grupos cristianos estaban tratando de modernizar el ?denso? catolicismo polaco y de defender sin concesiones (lo que no siempre lograron con coherencia) los derechos humanos de todo el pueblo.
As¨ª, marxistas decepcionados y cristianos del aggiornamento se han encontrado en esa crisis marcada decisivamente por una pol¨ªtica de ?estado-obrero? capaz de disparar sobre los trabajadores que se rebelan en Gandsk o en Radom por sus reivindicaciones m¨¢s elementales.
Ante esos acontecimientos, el pleno de la Conferencia Episcopal polaca publicaba un comunicado en septiembre de 1976 en el que, dando sin explicitarlo soporte a las tareas del KOR, dec¨ªa, entre otras cosas: ?A los obreros que participan en estas protestas hay que restituirles los derechos de que han sido privados, as¨ª como su posici¨®n social y profesional. Habr¨ªa que reparar convenientemente los perjuicios causados y aplicar la amnist¨ªa a los condenados.?
En este contexto hay que situar al papa Wojtyla. El ha estado vinculado estrechamente con este proceso, apreciablemente inmerso en ¨¦l y es posible que su ¨ªntima identidad personal se halle tocada -como buen nacionalista polaco- por el devenir que ha hecho de la ?Polonia-democracia popular? un pa¨ªs sometido a un Estado prosov¨ª¨¦tico, burocr¨¢tico y degradado.
?Qu¨¦ se puede pensar, qu¨¦ pueda pensar el propio Wojtyla del responsable de asuntos eclesi¨¢sticos del Gobierno polaco, Kasimir Kakol, que en mayo de 1976, al trazar sus orientaciones para extender con eficacia el ate¨ªsmo en Polonia, dec¨ªa: ?El mejor campo de batalla con vistas a vencer a la Iglesia se sit¨²a en el nivel cultural de una vida m¨¢s c¨®moda y confortable. Con una sociedad de consumo obtendremos unas condiciones an¨¢logas a las del Occidente para acelerar la ruina de la Iglesia.?? El asco que siento yo, comunista, ante estas palabras, ?no se habr¨¢ filtrado en el resistente al nazismo, hijo de obreros, amante del teatro y el arte, humanista de la palabra y el gesto?
Wojtyla va a proseguir la ostpolitik iniciada por Juan XXIII y proseguida por Pablo VI, Tenemos ya un dato: ha confirmado a Casarofl en su cargo. Pero como buen conocedor de los pa¨ªses del Este y preocupado sobre todo por ?dar la batalla en la mente y en el coraz¨®n de cada hombre en campo abierto, convencido de que cada persona es un "Palacio de Invierno" a conquistar y de que nadie est¨¢ perdido para la causa que ¨¦l cree la mejor? (Franco Bertone, Rinascita, 20 octubre 1978), es decir, como pastor y hombre de di¨¢logo con las masas m¨¢s que con las instituciones, es muy probable que no se limite e incluso que no se dedique tanto a buscar acuerdos ?por arriba?, tal como ven¨ªa siendo hasta ahora el ?estilo? de la ostpolitik vaticana. Con ese ?estilo? se aseguraban ciertos derechos y privilegios para la Iglesia institucional, dejando a la intemperie de la persecuci¨®n jer¨¢rquico-eclesi¨¢stica y pol¨ªtica a los cristianos disidentes y a los disidentes no cristianos, en general.
Hombre de di¨¢logo
Va a ser exigente con el respeto por los derechos humanos. Ya se ha pronunciado sobre ello, ya ha hablado de las relaciones entre justicia y amor. Lo va a hacer all¨ª donde se violen. Y me atrevo a afirmar que no olvidar¨¢ que ?tiene hoy muchos m¨¢s obispos, y sacerdotes, y monjas, y cristianos perseguidos, y encarcelados en el mundo influido por EEUU que en el influido por la URSS?, tal como ha escrito P¨¦rez Padilla en La Calle (14-20 noviembre 1978).
Carter y la pol¨ªtica imperialista tratar¨¢n, ?c¨®mo no!, de poner a su servicio el pontificado Wojtyla. De aqu¨ª a que lo logren hay m¨¢s obst¨¢culos que los del mero tablero internacional. Wojtyla no es un obispo italiano atrapado en las peripecias ambiciosas de los eclesi¨¢sticos vaticanistas, ni comprometido en su trayectoria con el poder democristiano. El nuevo Papa del Este no le debe nada al corrompido poder del partido confesional italiano. El asco por el modelo consumista, cuyo paradigma sigue siendo el modelo yankee refractado hoy en la Alemania Federal, parece ser una constante casi ?fisiol¨®gica? de la personalidad del ex cardenal de Cracovia.
Concluyo. Es muy posible que Wojtyla exprese distancia, disgusto o denuncia tambi¨¦n por un ?modelo de socialismo real? que no est¨¦ al servicio del hombre; a¨²n m¨¢s agresivamente hablando, un ?modelo? que atropella obreros e intelectuales, que, en ocasiones, los encarcela o env¨ªa a los lager o que llega a disparar contra ellos porque reclaman sus derechos. Contra ese pretendido ?modelo de socialismo real? tambi¨¦n estoy yo, dirigente comunista, y al decirlo p¨²blicamente no creo colocarme del lado del ?imperialismo-Carter?, que, por supuesto, sigue siendo mi enemigo principal.
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