La lealtad de las Fuerzas Armadas
Capit¨¢n de Caballer¨ªaEn las Fuerzas Armadas no hay que confundir uni¨®n con uniformidad. Esto lo dice incluso el general Jorge Videla (entrevista a EL PAIS, 12 de noviembre ¨²ltimo), jefe del Ejecutivo tras un golpe de Estado, refiri¨¦ndose a las diversas opiniones y estados de ¨¢nimo de los componentes de los Ej¨¦rcitos. Esto lo han dicho tambi¨¦n muchas veces, desde luego, las m¨¢ximas jerarqu¨ªas de las Fuerzas Armadas espa?olas. Y ha sido precisamente el ministro teniente general Guti¨¦rrez Mellado quien ha consagrado en textos positivos el derecho fundamental a la libertad de expresi¨®n de los militares, sometido a controles previos antes de este ministro. La uni¨®n o unidad, fruto del esp¨ªritu militar, la lealtad y el compa?erismo, se fundamenta en la voluntad de asumir solidariamente la responsabilidad de la defensa. de acuerdo con el proyecto de ley de reales ordenanzas, actualmente en tr¨¢mite parlamentario.
Pero, obviamente, la diversidad de opiniones es una cosa y la rebeli¨®n o la traici¨®n otra. No quiero entrar en ning¨²n juicio de lo que est¨¢ ?sub judice? y tampoco puedo hacer cr¨ªtica de quienes siguen siendo superiores m¨ªos jer¨¢rquicos. Mas s¨ª tengo derecho, y la obligaci¨®n, de hacer axiolog¨ªa, y hacerla a fondo, respecto a quienes incitan, una y otra vez, a la rebeli¨®n y a la traici¨®n a las Fuerzas Armadas. Aqu¨ª, los peri¨®dicos que todos sabemos y la revista que tambi¨¦n todos sabemos, la cual regala suscripci¨®n a los cuarteles y unidades, si ¨¦stas se dan de baja, y sigue envi¨¢ndoles sus ejemplares, que ataca a la Monarqu¨ªa cuando le viene en gana, siendo as¨ª que el titular de esta Monarqu¨ªa es mi jefe supremo, seg¨²n la ley Constitutiva castrense de C¨¢novas, seg¨²n la Org¨¢nica del Estado de Franco y seg¨²n la Constituci¨®n que hemos aprobado -mal que les pese- el pasado d¨ªa 6 la mayor¨ªa de los espa?oles. Y este Rey, no lo olvidemos, lo primero que dijo al ce?ir la Corona es que quer¨ªa serio de ?todos? los espa?oles. Eso significa admitir lo que los espa?oles decidan, y nadie por ellos.
No olvidemos tampoco que Francisco Franco dijo en su testamento a los militares: ?Rodead al Rey de la misma lealtad que a m¨ª.? Esta fue una orden tajante y sagrada por ser la ¨²ltima de un moribundo. Un Rey. adem¨¢s, que accedi¨® al trono porque as¨ª lo quiso el general¨ªsimo.
Yerran, por tanto. quienes se preguntan como obsesivamente ?qu¨¦ piensa hacer el Ej¨¦rcito?, o ?los militares?. No hay m¨¢s que una respuesta jur¨ªdica y pol¨ªtica: lo que les mande el Rey. A¨²n pudiera tener alg¨²n sentido la cuesti¨®n desgranando de ella el t¨¦rmino ?hacer?. Pero eso ser¨ªa descender a los fueros internos, diversos e Irrelevantes al exterior. Por otra parte, caso de que, hipot¨¦ticamente, alg¨²n mando diera un d¨ªa una orden dispar de lo dispuesto por el jefe supremo y sabido por todos, esa orden ser¨ªa nula de pleno derecho. Ya dice el art¨ªculo 35 de las nuevas Ordenanzas que cuando las ¨®rdenes entra?en la ejecuci¨®n de actos que manifiestamente constituyan delito ning¨²n militar est¨¢ obligado a obedecerlas. (Pensemos, como ejemplo arquet¨ªpico, en el caso de un coronel que manda hacer algo y luego un capit¨¢n dispone lo contrario, siendo clara y constante para los subordinados del capit¨¢n la orden del coronel. Eso ser¨ªa la selva y no la disciplina. ?Qu¨¦ derecho tendr¨ªa el capit¨¢n a ser obedecido? ?Que har¨ªan sus subordinados? Este es el viejo problema jur¨ªdico de Austin. En realidad, no existen casos de capitanes haciendo tal, salvo locura flagrante del coronel. Y, con los m¨¢ximos respetos, don Juan Carlos parece inmensamente cuerdo y, adem¨¢s, muy bien asesorado.)
Estas cosas creo que las conocen perfectamente la gran mayor¨ªa de los militares, mientras parecen ignorarlas muchos civiles, que alientan, a veces con su mismo miedo, los mitos ?de papel?; los cuales s¨®lo se hacen de cart¨®n gracias a ese aliento indirecto y parad¨®jico. Lo que s¨ª puede darse dentro de la instituci¨®n castrense son tormentas en vasos de agua, alg¨²n reducido pataleo que pretenda gratuitamente reflejar sentires colectivos, tensiones, en Fin, de un organismo vivo y, acostumbrado a digerir, durante muchos a?os, otros alimentos.
Un golpe, un putsch, no tiene ni tendr¨¢ viabilidad. No hay condiciones internacionales ni internas. Y somos inmensa mayor¨ªa, o todos, los militares leales al jefe supremo de los Ej¨¦rcitos. a su ministro, a sus jefes de Estado Mayor. Eso quienes mejor lo saben son los eventuales aspirantes a ?golpistas?.
Si alguien pide m¨¢s pruebas de lo que aqu¨ª se dice. piense en el c¨²mulo de condiciones te¨®ricamente ?favorables? al golpe en enero o abril de 1977, o en tantas otras ocasiones, siempre padeciendo instigaci¨®n, desde los mismos sectores, a la rebeli¨®n. ?Y qu¨¦ pas¨® en todas ellas: orden, disciplina, lealtad al Rey.
Evidentemente, en fin. el Rey tiene numerosos asuntos de que ocuparse, adem¨¢s de mandar el Ej¨¦rcito, muy importantes y urgentes para el pa¨ªs. As¨ª que, como criterio pr¨¢ctico, indubitable, inmediato, para conocer lo que ordena el jefe supremo (serenidad, entre otras cosas, seg¨²n suele repetir), como cotidiano criterio, decimos, bastar¨¢ Fijarse en lo que indique su ministro de Defensa, que goza de la completa confianza del Rey y del presidente del Gobierno, cosa que saben hasta las piedras. Y. si se quiere un paso m¨¢s, ver qu¨¦ dicen los jefes de Estado Mayor de los tres Ej¨¦rcitos, primeros eslabones en la cadena de mando respectiva. Luego, cada uno haga bueno el refr¨¢n ?zapatero a tus zapatos?. Pero no nos enga?emos: cuando al ministro le dicen ?el se?or Guti¨¦rrez?, cuando esos mismos intentan provocar la defenestraci¨®n de este ministro o del de Interior, se est¨¢ apuntando m¨¢s arriba y m¨¢s abajo.
Una reflexi¨®n y un ruego Final dirigidos a los capitalizadores profesionales del asesinato y la sangre: no es digno ni bueno ejercer comercio pol¨ªtico con la tristeza y el dolor de quienes ven morir a compa?eros de uniforme y dedicaci¨®n cada semana o cada d¨ªa. Yo les juro por Dios que derramo l¨¢grimas por estas muertes, y me pregunto si no me tocar¨¢ a m¨ª alguna vez. Pero tenemos que acabar de parir la democracia. Y un parto conlleva siempre sangre, sudor y l¨¢grimas. Es la ley inflexible y dura de la vida. Aunque despu¨¦s del parto viene algo que siempre hace pensar que vali¨® la pena.
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