El aborto en Espa?a
de los Centros de Mujeres de MadridLa campa?a sobre la Constituci¨®n ha dado lugar a que numerosas personalidades de la vida pol¨ªtica del pa¨ªs se pronunciaran, insistentemente, sobre el tema del aborto.
Todas las intervenciones han sido, naturalmente, para despacharse con un ?a favor? o ?en contra?. No se han dado datos, no se ha abierto debate, no se ha profundizado; el s¨ª y el no al aborto han sido, en s¨ª mismos, el ¨²nico argumento esgrimido.
S¨®lo cabe el asombro ante la ligereza demostrada por las autoridades pol¨ªticas y eclesi¨¢sticas de nuestro pa¨ªs, cuando en el espacio de no m¨¢s de quince d¨ªas han tocado tantas veces y tan de soslayo un tema tan grave.
Se ha repetido hasta la saciedad que una de las razones para votar no a la Constituci¨®n es que dejaba una v¨ªa abierta a la legalizaci¨®n del aborto, mientras, reiterativamente, se nos invitaba a votar s¨ª a la misma Constituci¨®n, porque el aborto quedaba excluido de ella.
Planteamiento desproporcionado
Me parece claramente desproporcionado el plantear esta disyuntiva. La definici¨®n-respuesta sobre la Constituci¨®n de un pa¨ªs no puede estar mediatizada por un tema como es el aborto, tan importante y convulsivamente vivido por, cada vez mayor, n¨²mero de mujeres espa?olas.
No obstante conviene no ser ingenuas; sus intereses, como siempre, son otros. No es dif¨ªcil recordar un famoso 15 de junio en que Santiago Carrillo, entonces en la Oposici¨®n y hoy ?superdiputado?, utiliz¨® el tema del aborto el d¨ªa m¨¢s importante de su campa?a electoral para, muy poco tiempo despu¨¦s, enterrarlo en lo m¨¢s espeso de las cavernas.
Indigna la noticia en la que tras el intento de la diputada socialista Carlota Bustelo de contestar a un representante del Gobierno que en ese momento se pronunciaba sobre el tema del aborto, Alfonso Guerra ?su perdiputado? del PSOE, la hac¨ªa gestos y ademanes espectaculares para prohibirla semejante licencia y hacerla volver a su esca?o.
Por aquel entonces, la autora de esta queja-denuncia se encontraba en Londres y, entre muchas otras cosas, cuantificaba pacientemente el n¨²mero de mujeres espa?olas que iban pasando por las cl¨ªnicas londinenses ese verano. Tras leer la ?peque?a? nota y con el nivel de adrenalina camino de las cejas, hice conjuros, aprovechando la tormenta de aquella tarde inglesa, para que el ?superdiputado? se encontrara en el cuerpo embarazado de cualquiera de aquellas mujeres espa?olas o mejor de las 227 que hab¨ªan cruzado la frontera aquella semana para provocarse un aborto en Londres. Vano intento. La ¨²nica opci¨®n posible que ese ?superdiputado? ofrece ante el tema del aborto son sus airados manoteos autoritarios.
Negociar en los pasillos
Me sigue pareciendo despreciable la utilizaci¨®n que hacen los pol¨ªticos de un tema tan sentido como es el del aborto y que hagan uso de ¨¦l en los momentos que ellos consideran m¨¢s oportunos para el fortalecimiento de sus campa?as electorales, para luego, sin el menor recato, negociarlo entre pasillos cortesanos, como ?corresponde? a temas que ellos consideran secundarios y susceptibles de cambalaches.
Es ins¨®lito c¨®mo se puede decir ante TVE que se puede votar la Constituci¨®n porque no legaliza el aborto, cuando mes y medio antes, hablando de la sociedad que el presidente Su¨¢rez propone, dice que es ?aquella que ofrece m¨¢s alternativas de libertad, m¨¢s oportunidades de desarrollo de las libertades personales y m¨¢s responsabilidad, por tanto?. EL PAIS, domingo 15 de octubre de 1978. Entrevista de Juan L. Cebri¨¢n al presidente del Gobierno.) Conviene hacer notar que en esta amplia entrevista, Adolfo Su¨¢rez no se pronuncia, define, ni menciona nada relacionado con la pol¨ªtica familiar. Conviene denunciar a los pol¨ªticos y a las Instituciones y explicarles que el tema del aborto no basta con nombrarlo; que es simplista, rampl¨®n y demag¨®gico tocarlo de pasada, con miedo, como el que acaricia un gato y teme que se le encrespe.
Pol¨ªtica de ignorancia
Las mujeres, se?ores, estamos hartas de pagar el m¨¢s alto coste social por su pol¨ªtica de ignorancia, de miedo, de oportunismo; de arriesgar de continuo nuestra vida, nuestra salud o nuestra fertilidad ante cualquiera de las opciones que tomemos: si elegimos parir, tenemos elevad¨ªsimos ¨ªndices de subnormalidades por traumas en el parto, por provocaciones precipitadas, por falta y deficiencia de la atenci¨®n sanitaria, por masificaci¨®n; si queremos anticoncepci¨®n, ¨¦sta ser¨¢ sin control o cara, desatendida siempre, desinformada de continuo, arbitraria la inmensa mayor¨ªa. Si necesitamos abortar: clandestinidad, riesgos legales, f¨ªsicos, ps¨ªquicos, etc¨¦tera. Las mujeres, hoy, tenemos muy claro que cualquiera que sea la opci¨®n elegida siempre lo es a tumba abierta, a todo riesgo, y que tambi¨¦n, una vez m¨¢s, las responsabilidades que ello conlleva caen irreversiblemente sobre nosotras.
Ante tanta ignorancia sobre el tema del aborto vamos a empezar a dar algunos datos: anotaremos, lo primero, que en 1970 no hab¨ªa ninguna mujer espa?ola registrada en los organismos oficiales ingleses (Office of Population Censures and Surveys, en su publicaci¨®n: OPCS Monitor). Sin embargo, este a?o sobrepasar¨¢n las 13.000 mujeres. Esta cifra nos parece lo suficientemente significativa como para dedicarle un tiempo de reflexi¨®n al tema.
Las ciudades que aportan mayor n¨²mero de mujeres a las que se les ha practicado un aborto son Madrid y Barcelona (41,67% y 27,10%, respectivamente); la desproporci¨®n entre estas cifras se explica por la proximidad geogr¨¢fica que existe entre Catalu?a y el sur de Francia (pa¨ªs, ¨¦ste, con el aborto legalizado). Le siguen a estas dos populosas capitales: Valencia, Asturias, Zaragoza, Alicante... Curiosamente tambi¨¦n es Asturias el ¨¢rea que cuenta con un alto n¨²mero de denuncias por abortos clandestinos, tal y como consta en la Memoria del Tribunal Supremo.
La profesi¨®n de la mujer tiene como dato importante a las amas de casa, seguidas de estudiantes, administrativas, obreras... Si a este dato se une el de la profesi¨®n del marido (en el caso de mujeres casadas, que suponen el 37%), que prioritariamente son obreros, nos da un dato real que no concuerda con la idea de que a abortar a Londres van s¨®lo las clases pudientes, entre otras razones porque estas clases adineradas no necesitan salir de Espa?a para encontrar las garant¨ªas londinenses.
Tambi¨¦n se hace patente que aunque para la mayor¨ªa de las mujeres ¨¦ste era su primer aborto, un apreciable porcentaje (15,44%) ya lo hab¨ªa realizado anteriormente y para el 1,97% ¨¦sta era su tercera intervenci¨®n; la mayor¨ªa de estos abortos provocados (anteriores a los contabilizados en este trabajo) fueron realizados en Espa?a en los ¨²ltimos cinco a?os. Aunque la mayor¨ªa de las mujeres que se encontraban en Londres para abortar no tomaban ninguna anticoncepci¨®n preventiva, de entre el grupo que s¨ª utilizaba alg¨²n tipo de control destaca el uso de la p¨ªldora. El 35 % de estas mujeres quedaron embarazadas por descanso de anovulatorios, la mayor parte, recomendado por el m¨¦dico, que en ning¨²n caso les expuso la necesidad de utilizar alg¨²n otro m¨¦todo alternativo durante ese descanso.
Miedo a los padres
Los motivos por los cuales las mujeres se deciden a abortar se pueden considerar esclarecedores. Del total estudiado (3.500 casos correspondientes a los seis meses que van de enero a junio de 1978, en una sola cl¨ªnica de Londres) el mayor n¨²mero adujo problemas relacionados con la actitud de los padres ante su embarazo (en el caso de mujeres solteras), verg¨¹enza ante su pueblo, barrio, gente que la conoce, etc¨¦tera; incapacidad para enfrentarse solas ante el problema social, laboral, familiar que se las presentaba.
No resulta tan dif¨ªcil ahora entender a la adolescente embarazada que se encontr¨® ahogada en el Jarama hace unas semanas o a la joven mujer que ingres¨® en un centro asistencial de la Seguridad Social con peritonitis aguda como consecuencia de la perforaci¨®n de ¨²tero y asas intestinales, tras utilizar una aguja de hacer media para provocarse un aborto..., tr¨¢gicamente inexistente, o la mujer de Zaragoza que ha muerto en el sur de Francia al serle practicada la operaci¨®n..., y as¨ª podr¨ªamos continuar hasta esa escalofriante cifra de 300.000, seg¨²n la oficialidad, y que yo me atrever¨ªa a decir, como dato m¨¢s cercano a la realidad hoy, de 500.000 abortos clandestinos.
Esta es una parte de la realidad que peligrosamente ignoran, reprimen y escamotean los pol¨ªticos, las instituciones y las ?buenas conciencias? de este pa¨ªs.
Mientras tanto, muchas mujeres nos debatimos entre la violencia que supone abortar (no deja de ser violencia porque sea legal, s¨®lo es menos peligrosa), y la violencia de una maternidad impuesta.
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