La divertida sorpresa
Los actores del Centro Dram¨¢tico Nacional se divierten haciendo Abre el ojo. Y este regocijo, vital para la comunicaci¨®n de un cl¨¢sico como el propuesto, se nota, se siente, llega a la sala, se agradece. El notable esfuerzo de Fern¨¢n-G¨®mez para derrumbar la intimidatoria pared tiene premio. Se trata de la obra menor -pero no tan de serie- de un cl¨¢sico casi olvidado en nuestros escenarios. Sobre su propuesta estructura, Fern¨¢n-G¨®mez adelanta una lectura aqu¨ª y ahora. Y a su transcripci¨®n se incorporan todos: Caballero Bonald, clarificador suave de un verso sencillo, de arte menor, m¨¢s atento al concepto y a la funci¨®n que a los primores, verso enviado directamente a la comprensi¨®n contempor¨¢nea y en alguna ocasi¨®n jugando, precisamente, con la rima inactual; Cristina Borondo, distanciadora colorista, que subraya las ingenuidades y evita el ¨¦nfasis, convirtiendo en risue?a feria la tramoya giratoria; los actores, conscientes del cr¨®nico problema de la dicci¨®n del verso, que se autocaricaturizan, sobreact¨²an burlonamente, componen variadas alternativas f¨ªsicas y en alguna ocasi¨®n -como en la lucid¨ªsima caricatura de Maite Blasco- agregan un eficaz goteo de contemporaneidad cr¨ªtica.Este texto de Rojas es una peque?a sorpresa. Gran inventor y fabricador de intrigas, Rojas Zorrilla explor¨® formas esc¨¦nicas muy potenciadas. Sus tragedias son enormes y sus comedias son, tambi¨¦n, de atrevimiento notable. En Abre el ojo est¨¢ el esquema natural -el gracioso, los figurones, el vivo movimiento de entradas, escondimientos, salidas y carreras-, pero hay un apunte de caracteres que es muy poco conformista. Esas vital¨ªsimas mujeres est¨¢n m¨¢s all¨¢ de Lope y casi m¨¢s all¨¢ de Tirso. Su presencia es desenfadada y Rojas las defiende tal como son. Sin ning¨²n juicio de valor, sin ning¨²n escalafonamiento moral en la lucha campal por sobrevivir y agenciarse el amor y el dinero. Rojas parece un sainetero pasando su espejo ante la sociedad del siglo XVII, en una curiosa defensa de la vida trivial desembarazada y p¨ªcara. La obra, siguiendo la general falsilla, no tiene final y ello le da a¨²n m¨¢s car¨¢cter a su pretensi¨®n de vitalismo no trascendente. Se explica que Rojas, curiosamente, est¨¦ entre los cl¨¢sicos espa?oles m¨¢s copiados, reiterados y plagiados. Rojas no es brillante. Y eso, quiz¨¢, le acerca a nuestro tiempo m¨¢s que sus hermanos mayores.
Abre el ojo,
de Rojas Zorrilla. Adaptaci¨®n:J. M. Caballero Bonald. Direcci¨®n: Fernando Fern¨¢n-G¨®mez. Escenograf¨ªa: Cristina Borondo. Int¨¦rpretes: Charo Soriano, Carmen Maura, Tina Sainz, Maite Basco, Francisco de Osca, Juan Diego, Vicente Cuesta, Pedro del R¨ªo. En el teatro Mar¨ªa Guerrero, del Centro Dram¨¢tico Nacional.
Yo creo que Abre el ojo es una obra muy bien programada. Es ya rutina lamentar la deca¨ªda y abandonada imagen de nuestro teatro cl¨¢sico. La pervivencia nominal de algunos ilustres textos est¨¢ confiada a su conocimiento meramente literario. Pudo el Centro haberse socorrido entre los relumbrones de los grandes t¨ªtulos. No lo ha hecho y merece un aplauso. Este Rojas, m¨¢s o menos valioso, s¨ª que rescata la sonrisa adscrita a esas intrigas ingenuas y eficaces de las que el consumo teatral se nutre y nutrir¨¢ eternamente. Cierto que los directores tendr¨¢n que encontrar una dramaturgia que corresponda a un montaje actual de nuestra colecci¨®n cl¨¢sica. Cierto que los actores van a necesitar reconstruir o elaborar una escuela de comportamientos f¨ªsicos y dicciones apropiadas al verso y sus imperativos. Pero cierto tambi¨¦n -y no menos importante- que los espectadores deber¨¢n familiarizarse igualmente con la historia general de nuestro teatro donde, naturalmente, hay de todo. Incluso divertidas y curiosas sorpresas como Abre el ojo.
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