Carrera suicida
NO PARECE aventurado afirmar que el asesinato de ?Argala?, el pasado 21 de diciembre, ha sido un factor de aceleraci¨®n en la carrera de sangre, l¨¢grimas y violencia hacia el abismo de las medidas de excepci¨®n militares en el Pa¨ªs Vasco y de la Involuci¨®n en el resto de Espa?a. Varias semanas despu¨¦s del atentado de Anglet, ni las autoridades francesas ni las espa?olas han suministrado informaci¨®n fehaciente y clara sobre el crimen. Aunque su plausibilidad no sea grande, no cabe excluir la hip¨®tesis de que las mismas tensiones internas que produjeron el asesinato de ?Pertur? por sus propios compa?eros, en julio de 1976, hayan sido ahora las causantes de la muerte de ?Argala?. Y quienes menos derecho moral tienen a excluir esa hip¨®tesis son precisamente los formadores de opini¨®n de la izquierda abertzale, instalados en las gestoras pro amnist¨ªa o en los medios de comunicaci¨®n, que, durante largos meses, fueron silenciosos c¨®mplices de los asesinos de Eduardo Moreno Bergareche y c¨ªnicos inculpadores de las autoridades espa?olas. Pero tanta o mayor fuerza ofrece la conjetura de que ?Argala? fue volado por alguien que trabaja por cuenta de adversarios pol¨ªticos de ETA.En cualquier caso, la desaparici¨®n del principal l¨ªder de la organizaci¨®n terrorista vasca ha incrementado todav¨ªa m¨¢s el desbocamiento de la irracionalidad sanguinaria y frialdad provocadora de los etarras. No hay que olvidar que ?Argala? se hab¨ªa mostrado favorable a una negociaci¨®n, aunque no es seguro que sus prop¨®sitos de dar una salida pol¨ªtica a la desesperada situaci¨®n vasca hubieran llegado a revestir, en definitiva, una formulaci¨®n realista, ni que todos los miembros de la organizaci¨®n hubieran secundado disciplinadamente a su jefe.
Por un lado, el empecinamiento de ETA en forzar una imposible negociaci¨®n p¨²blica con el Estado espa?ol sobre la base de los maximalistas puntos expuestos antes por la KAS y ahora por Herri Batasuna. entre los que figuran pretensiones tan irrealizables como una amnist¨ªa para quienes respondieron con nuevos asesinatos a la promulgaci¨®n de la ley de Amnist¨ªa del 14 de octubre de 1977, hace pensar en un fen¨®meno de radicalizaci¨®n consciente de la situaci¨®n para poner siempre las pretendidas soluciones siempre m¨¢s all¨¢ de la realidad.
Por otro lado, los datos disponibles permiten sospechar que la organizaci¨®n etarra es, actualmente, una rueda loca girando sin control, una confederaci¨®n de comandos armados y de grupos de extorsionadores unidos en la desesperaci¨®n y en la necesidad de mutua cobertura, pero carentes ya de direcci¨®n y disciplina propiamente pol¨ªticas. Ese es el motivo por el que la presunta voluntad negociadora de ?Argala?. aun en el caso de que hubiera descansado sobre an¨¢lisis racionales y planteamientos realistas. no implicaba, autom¨¢ticamente, la seguridad de que los hombres armados de ETA la respetaran y acataran.
Los dos nuevos atentados en la madrugada del d¨ªa de ayer, con el saldo de dos miembros de la Guardia Civil muertos y otros dos heridos, se inscriben en esa ampliada estela de crueldad, provocaci¨®n y sangre. Todo hace pensar que los estrategas de ETA han convertido en paradigma pol¨ªtico la vieja historia b¨ªblica de Sans¨®n, derribando las columnas del templo y arrastrando tras de s¨ª en su suicidio a sus enemigos. La idea de que ese goteo de asesinatos y de atentados terminar¨¢n por horadar el granito de la disciplina, prudencia pol¨ªtica y esp¨ªritu patri¨®tico de las Fuerzas Armadas es, sin duda, el hilo rojo de los planteamientos etarras, ansiosos de precipitar en el abismo no s¨®lo a los diezmados restos de sus grupos armados y a la sangrienta utop¨ªa que los anima, sitio tambi¨¦n al resto de los espa?oles y al proyecto de libertad, paz y democracia que estamos tratando de poner en marcha.
En esta perspectiva, la emboscada contra ?Peixoto?, pocas horas despu¨¦s del doble atentado de Azcoltia, hace temer que las nefastas ense?anzas de esa probable lecci¨®n de ?guerra sucia? que signific¨® el asesinato de ?Argala? no hayan sido ni entendidas ni asimiladas. Es dif¨ªcil indicar la correcta dosificaci¨®n de medidas pol¨ªticas -en el seno de un verdadero r¨¦gimen de autogobierno- y de medidas policiales eficaces y fuertes necesarias para lograr la pacificaci¨®n de Euskadi. Pero parece evidente, en cualquier caso, que la senda de la ?guerra sucia? puede llevar al agravamiento de la situaci¨®n en el Pa¨ªs Vasco y a la p¨¦rdida a plazo medio de nuestras libertades y nuestros derechos.
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