Un autor, un actor
Este hombre de vida corta y dif¨ªcil, este tuberculoso apagado, este sentimental infortunado, este permanente reprimido, este peque?o funcionario, este jud¨ªo marcado, este ser agonizante desde su infancia, este multicondenado, este Franz Kafka, que crece y crece, es el triunfador absoluto del Mar¨ªa Guerrero. Junto a Jos¨¦ Sacrist¨¢n. Todo lo dem¨¢s, bien, regular o mal, es discutible y merece ser discutido. Pero Kafka y Sacrist¨¢n -El proceso y K- atraviesan la hoguera del escenario, hirvientes como brasas.Franz Kafka, gran cl¨¢sico de nuestro tiempo, es uno de los m¨¢s estremecedores testigos de la realidad cotidiana de su tiempo, que es casi el nuestro. Un testigo sarc¨¢stico que roza la tragedia porque el lenguaje, la concepci¨®n y la estructura de su trabajo contienen una carga intelectual que, traspasa la denuncia temporal para alcanzar la dolorosa profec¨ªa. K, hombre medio, peque?o y casi an¨®nimo transe¨²nte, se autotranscribe al adivinar que todas las formas de poder tienden a su destrucci¨®n. Todo el trabajo que arranca en Kafka -todo Beckett, todo Adamov, todo lonesco, todo Artaud- reitera esta tensi¨®n de los indefensos del mundo desunidos frente a la opresi¨®n social. La desesperada intransigencia de Kafka ha parecido muchas veces, en muchos an¨¢lisis indiferencia pol¨ªtica. Basta con impregnarse de su sed de justicia para entender que el rechazo de la abstracci¨®n es, simplemente, en el hombre Kafka, un gesto casi animal de simple defensa propia.
El proceso, de Franz Kafka
Dramaturgia: Peter Weiss. Versi¨®n: Francisco Urizy Manuel Guti¨¦rrez A rag¨®n. Espacio esc¨¦nico y figurines: Iago Pericot.Direcci¨®n: Manuel Guti¨¦rrez Arag¨®n. Principales int¨¦rpretes: Maite Blasco, Mercedes Lezcano, Tina Sainz, Jose Sacrist¨¢n, Juan Diego, Pedro del R¨ªo, Jos¨¦ Viv¨®, Vicente Cuesta. En el teatro Mar¨ªa Guerrero, del Centro Dram¨¢tico Nacional.
La novela de Kafka ha sido adaptada varias veces. Dos de las versiones previas -la de Gide, para Jean-Louis Barrault, y la de Welles, para el cine- son, en verdad, inolvidables. La que ahora nos presenta el Centro Dram¨¢tico Nacional es una excelente traducci¨®n castellana de la dramaturgia y versi¨®n de Peter Weiss. El trabajo de Wess no tiene nada que ver con sus habituales postulados del teatro documental. Es un servicio fiel a la novela, que insin¨²a, incluso, su fijaci¨®n cronol¨®gica: 1913-1914. Fijaci¨®n abandonada -salvo por Juan Diego- en el montaje del Mar¨ªa Guerrero. Weiss parece insinuar tambi¨¦n, por su propia cuenta, que el clasismo de K tiene algo que ver con su incapacidad para la defensa.
Para esta dramaturgia Iago Pericot ha construido un ¨¢mbito esc¨¦nico sencillamente magistral. Es una pena, en esta ocasi¨®n m¨¢s que en ninguna otra, que no sea mayor el escenario del Mar¨ªa Guerrero. Se ahoga un poco la espl¨¦ndida propuesta limitada por la cortedad de los metros disponibles. Queda, en cualquier caso, un servicio fiel, imaginativo, de muy adecuada intenci¨®n y de realizaci¨®n soberbia. Y ¨¦se es el ¨¢mbito utilizado por Manuel Guti¨¦rrez para su ambicioso y desigual trabajo. Que es excelente en los tratamientos realistas y roza el rid¨ªculo en incomprensibles ca¨ªdas simbolistas. Que ha centripetado las tensiones hacia K, como es l¨®gico, pero ha fragmentado en secuencias lo que deb¨ªa ser una continuidad agobiante. Que ha resuelto sobria y bellamente escenas cr¨ªticas, como el soliloquio de K en el comienzo de la segunda parte, pero ha abaratado el posible erotismo recurriendo a las peores im¨¢genes de la cinematograf¨ªa usual de ?violador nazi ? y clasificaci¨®n ? S ?. Y, con todo, por encima de concesiones al estragamiento y vacilaciones de estilo, queda un trabajo responsable, dificil, muy pensado.
Y, sobre todo ello, el fant¨¢stico trabajo de Jos¨¦ Sacrist¨¢n. Toda la gama del int¨¦rprete est¨¢ soberbiamente explicitada en su encarnaci¨®n: el patetismo, el continuo esfuerzo racionalizador, la rebeld¨ªa incidental, el ajuste de las resignaciones. Sacrist¨¢n hace casi un milagro: su interpretaci¨®n es, a la vez, intemporal y c¨¢lida, muy racionalizada y subyacentemente pat¨¦tica. A esta concepci¨®n profunda del personaje y la obra une el actor una riqueza expresiva que nunca parece buscar o forzar la comunicaci¨®n sin que, sin embargo, ¨¦sta se interrumpa un solo instante. Admirable, realmente admirable trabajo.
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