La idiota
No era un reportaje sobre TVE. Era un dram¨¢tico. Y es que con un t¨ªtulo como La idiota, le brindan al telespectador un mont¨®n de chistes que, aunque f¨¢ciles, se ajustan m¨¢s que nunca a las circunstancias del medio estatal. Sin embargo, eliminada la prueba de que la idiota es la ?caja? (el querido y costoso electrodom¨¦stico, inocente de que los ejecutivos y programadores de dram¨¢ticos le echen lo que les salga de los electrones), el problema est¨¢ en definir la escala de idiotez.En principio, el ?humor franc¨¦s? de Marcel Achard con la osad¨ªa de dedicarle la obra a Georges Simenon. La prensa oficial de TVE vendi¨® la obra, los di¨¢logos ?chispeantes, con una gracia fina y sutil?, como algo capaz de ganar al telespectador m¨¢s deshauciado. Idiota tambi¨¦n Ia adaptaci¨®n, direcci¨®n y realizaci¨®n de Fernando Garc¨ªa de la Vega, ya conocido de la audiencia y que, si la ordenanza no lo remedia, nos acompa?ar¨¢ al menos durante otros veinte a?os de monopolio ?creativo? y sueldo de millonario. Garc¨ªa de la Vega sac¨® partido de lo que fue vetado cuando se estren¨® en el Reina Victoria, a mayor verg¨¹enza de la censura: pseudoerotismo verbal y la invisible desnudez de la encausada para mejor cultivar la libertad de imaginaci¨®n (la ¨²nica libertad que existe en TVE). Garc¨ªa de la Vega rehog¨® las im¨¢genes en m¨²sica y quiso as¨ª ocultar los defectos de realizaci¨®n y edici¨®n. Idiota entre tanto personaje opulento y de alta clase s¨®lo pod¨ªa ser uno: la chacha, la pobre criada, imprescindible elemento de toda comedia que se precie de llevar el cu?o de TVE y de Josefa Lantenay a Teresa Rabal. Porque los actores, los pol¨ªticos y dem¨¢s invitados de Prado del Rey ya saben que se exponen a salir mudados a imagen del ente televisual. A falta de estatuto jur¨ªdico nadie se expone a cubrir un seguro contra el riesgo de salir idiota del trance. Pero todo tiene una justificaci¨®n. El jefe de los productos dram¨¢ticos, Gustavo P¨¦rez Puig, est¨¢ convencido de que la audiencia no est¨¢ preparada para programas teatrales de m¨¢s altura. Por eso, la provocaci¨®n no tiene l¨ªmites. La idiota somos nosotros, la audiencia. La misma que paga todo el invento.
Si el subdirector de programas ajenos considera que el obrero, cuando baja del andamio necesita comedias como Vacaciones en el mar, los ejecutivos de la dram¨¢tica programaci¨®n creen que no hay nada mejor que los l¨ªos matrimoniales y cr¨ªmenes pasionales para olvidarse de los telediarios, del paro, de las huelgas y de las elecciones.
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