Los poemas de Nietzsche, redentor del azar
Cuando el cielo amenaza una invernal tormenta, y el viajero desprevenido intuye que una gran nevada anegar¨¢ las calles extra?as por las que transita, la melanc¨®lica ansiedad logra ahogar su garganta sedienta y le hace exclamar estremecido: ?Feliz aquel que a¨²n tiene patria! As¨ª, el poeta, perdido en el mundo hostil del que huye y al que persigue, se pregunta, con el amargo acento del Holderlin loco, por el solitario destino de su coraz¨®n sangrante. Y hasta aqu¨ª una met¨¢fora arquet¨ªpica del creador puro, del hacedor que se entrega a la tarea de adivinar enigmas y redimir el azar. Nietzsche no hubiera pasado a la historia de la cultura occidental si s¨®lo hubiera escrito los escasos poemas que de ¨¦l conocemos, pero esta seguridad no exime el inter¨¦s que en las m¨¢rgenes de su tumultuosa literatura adquiere su poes¨ªa. La casi treintena de poemas recogidos en esta edici¨®n traducida por Txaro Santoro y Virginia Careaga son el fragmentario testamento-confesi¨®n de un hombre que nunca dej¨® de hablamos de s¨ª mismo, pero que en el verso extrem¨® su agonis¨ªaca biograf¨ªa. El malvado cazador, el desterrado, el encubridor de toda sabidur¨ªa, el amante feliz en el infierno, despeja signos para un lector secreto, para un confidente que escucha en complicidad. Sus poemas no alcanzan ninguna perfecci¨®n formal, se refugian en una rima sincopada y muchas veces rota que, sin acabar de atraernos, guarda versos que, como detonantes latentes, salvan una composici¨®n por su destello.Algo m¨¢s que la curiosidad nos lleva a leerle. Es el tono apasionado, el fuego desmesurado que transmite, fuego tan peligroso que amenaza la propia identidad del poema, que se consume, se borra en parte, para dejamos las confusas marcas de ese incendio. S¨®lo el ojo ubicuo, el de la eternidad que acecha en todo goce, parece salvarse de los vaivenes de la llama y del juego violento de la luz. Nietzsche es energ¨ªa devastadora que necesita de renovadas cuotas de combustible para ser incesante tiempo sin meta. Hay en los poemas toda una serie de conjuros a las fuerzas de la Naturaleza que siente compa?eras de su propia potencia. El viento y el fuego, elementos primordiales, y con ellos la danza integradora, cifran su dicha.
Poemas
Friedrich Nietzsche. Poes¨ªa Hiperi¨®n. Editorial Peralta, 1979.
Pero la grandilocuencia cesa y en su vac¨ªo asciende el humor. Y tras el grito dolido o la turbulencia imperiosa puede surgir en nuestro poeta la sonrisa. Hielo liso, un para¨ªso para quien bailar bien quiso. Y en seguida r¨ªe el mar, la inmensidad se r¨ªe de s¨ª misma. No es un libro -grita- lo que yo os ofrezco; los libros son bot¨ªn del pasado, sarc¨®fagos y sudarios. Esto no es un libro -repite-, esto es una voluntad, una promesa, un eterno presente. Y la risa se retuerce, se expande entre las constelaciones de sombras. La risa es carcajada entre aves de presa que picotean voraces las ¨²ltimas palabras, mesi¨¢nicas palabras: yo soy tu verdad.
Babelia
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