Para una interpretaci¨®n cochambrosa de la historia
Hace d¨ªas, en la presentaci¨®n de cierto libro brillante en el Ateneo de Madrid, uno de los que lo comentaron plante¨® la posibilidad de elaborar una ?interpretaci¨®n cochambrosa de la historia?, que se viniera a unir a otras interpretaciones con fama. Por ejemplo, la materialista, que es la preferida hoy entre muchos espa?oles, j¨®venes y viejos, o aquellos de que hizo enumeraci¨®n Ortega en uno de sus m¨¢s agudos ensayos. ?Por qu¨¦ no sentar las bases de una narraci¨®n y explicaci¨®n de los hechos humanos, utilizando este elemento fundamental que es lo ?cochambroso?? La palabra cochambre es nuestra, genuina, perfecta. Los diccionarios de sin¨®nimos le dan como equivalente a las de suciedad y basura. La traducen otros por saliti¨¦ en franc¨¦s, dirty en ingl¨¦s, schiweinerei en alem¨¢n. No. La cochambre es algo m¨¢s incorp¨®reo, sutil, metaf¨ªsico e importante que la pura suciedad. La noci¨®n de cochambre no se refiere a cosas materiales en esencia. Hay muchas clases de cochambres y las espirituales son, a mi juicio, las m¨¢s importantes. Cochambre del pensamiento, cochambre en el car¨¢cter. Cochambre del rico negociante, del mercader, del alto funcionario, no s¨®lo del golfo o del desvalido. Cochambre colectiva y cochambre individual. La primera puede aparecer -por ejemplo- en casos tales como unas elecciones. Lo hemos visto hace poco. No s¨®lo deja esta cochambre concejil una cantidad considerable de letritas materiales, que envilecen a todo un pueblo, sino que tambi¨¦n se percibe en las consignas y divisas utilizadas, que no son sucias. S¨ª mugrientas, harapientas, zarrapastrosas y, en suma, cochambrosas.Seguir el hilo de la historia, a la luz del concepto de cochambre es posible. Partiremos de un m¨¦todo que arranca del relativismo filos¨®fico. Nuestros h¨¢bitos, nuestras costumbres, hacen que consideremos triste y perjudicial la idea de cochambre, de la misma manera que Eur¨ªpides dec¨ªa que el incesto es vergonzoso, porque as¨ª lo establece la costumbre de un pueblo.
Para algunas gentes atildadas la suciedad que cultivan algunos contempor¨¢neos de modo voluntario es molesta y triste. Para ellos no. No hay validez absoluta en lo que se llaman cualidades y defectos. Esto ya lo defendi¨® Prot¨¢goras y el que escribe es absolutamente ?protog¨¢nico)?. Partiendo de la base emp¨ªrica de que tiene 64 a?os y de que se ba?a de vez en cuando, como historiador puede manejar el concepto de cochambre, como ¨²til para observar la sociedad que le rodea. Ve, en primer t¨¦rmino, lo que durante esta primavera irregular pasa en su barrio. Deja a un lado los defectos de la propaganda pol¨ªtica, acerca de los cuales se podr¨ªan decir muchas cosas: reacciones iconocl¨¢sticas frente al consabido retratito, m¨¢s que: la dicha, letreros llenos de insultos, aditamentos de cuernos y otros atributos. Cochambre en tono menor. Pero he aqu¨ª la formaci¨®n asaltada por los adoradores de: la droga ?a la jovencita a la que le roban el bolso unos pollos durante las primeras horas del s¨¢bado, para pagarse la discoteca o la boite!, el ersatz del antiguo aquelarre. He aqu¨ª al due?o del coche, igualmente robado, por otras personas que quieren gozar de los encantos de un bail¨®n en Las Rozas, Las Matas, Alcobendas o Arganda, y dejarlo luego abandonado.
He aqu¨ª el piso abierto de un palanquetazo para llevarse un arma: y, por fin, el parque vecino, lleno de s¨¢tiros y presuntos violadores de edad diversa que, en sus deseos, llegan, seg¨²n parece, a lo inveros¨ªmil, a previsiones y absurdos que jam¨¢s imaginaron los dada¨ªstas y futuristas de la d¨¦cada del veinte, ni el marqu¨¦s de Sade. Un se?or, que tiene m¨¢s o menos la edad del que escribe esto, le dec¨ªa hace unos d¨ªas:
-No cruce usted el parque al anochecer. Pueden atentar contra su pudor. Hay gente capaz de los mayores excesos.
?Ya lo creo! ?Pero qu¨¦ refleja todo esto, en suma? Cochambre, cochambre, cochambre. No suciedad monda y lironda, sino cochambre incorp¨®rea y relativa. Porque pudiera ocurrir que alg¨²n etn¨®grafo erudito descubriera que hay sociedades humanas en que padezca totalmente normal, el hecho de que un jubilado pueda producir terribles y desatadas concupiscencias e incluso que puede ser objeto de violaci¨®n. En la sociedad anterior a la nuestra ya hab¨ªa viejos verdes que segu¨ªan a las jovencitas por las calles y esto no parec¨ªa mal del todo.
Pero, en fin, de la observaci¨®n de lo que ocurre hoy ante los propios ojos, el historiador ha de pasar al estudio de lo que ha ocurrido y a la grave operaci¨®n de construir sus modelos hist¨®ricos. ?Es que no era tambi¨¦n cochambroso, aunque por otro estilo, el Madrid de Felipe IV, el Grande (?), o el de Carlos II, el Hechizado, o el de Fernando VII, el Deseado? ?Es que no hab¨ªa cochambre a comienzos de siglo? A la luz de lo que hemos visto con nuestros ojos podemos ver el pasado con mayor perspicacia. El estudio de las econom¨ªas claramente observables y definidas ha servido para iniciar el de otras m¨¢s oscuras en sus caracteres. Tambi¨¦n la observaci¨®n de la cochambre actual nos da una l¨ªnea de investigaci¨®n, que la une a la de 1898, a la fernandina, a la del XVII. Contamos con datos para saber c¨®mo era la -cochambr-e en tiempos de los Reyes Cat¨®licos y del emperador Carlos V. Podemos hacer una interpretaci¨®n cochambrosa de aquellos gloriosos reinados y preparar serios estudios doctrinales sobre La cochambre en la Celestina o La cochambre en el Quijote. Toda la novela picaresca estudiarse en funci¨®n de una Interpretaci¨®n cochambrosa de la historia. Con ella los procesos inquisitoriales, las cuentas de la Real Hacienda, las s¨¢tiras pol¨ªticas y hasta algunas vidas de frailes y monjes que transcurrieron en un ambiente m¨ªstico.... pero tambi¨¦n cochambroso. Ya inquietaba esta cochambre m¨ªstica a don Juan Valera: y eso que era capaz de escribir relatos como el de Do?a Luz. A¨²n hay m¨¢s que hacer. Si nos sentimos antrop¨®logos, adem¨¢s de historiadores, cosa que puede ocurrir (aunque algunos sabios digan que es vitanda), podremos planear obras eruditas y de gran alcance, acerca de La evoluci¨®n de la idea de cochambre, La difusi¨®n de concepto de cochambre, La funci¨®n de la cochambre entre los no civilizados (de los civilizados ya hemos hablado), La estructura de la cochambre. ?Qu¨¦ de mesas redondas, qu¨¦ de seminarios, comunicaciones y ponencias podemos imaginar!
Y antes que nada, como introducci¨®n, un sondeo etimol¨®gico acerca del origen de la palabra clave. ?C¨®mo las voces c¨¦lticas cocha y cawach, que dan coch¨®n en franc¨¦s y cochino en castellano, se unen al sufijo latino -amen, -aminis y dan cochambre? He aqu¨ª a los celtas y romanos metidos ya en el ajo. ?Hubo cochambre entre los celtas? ?La hubo entre los romanos9 ?Qu¨¦ diferencias hay entre la cochambre de la ¨¦poca republicana y la cochambre de la ¨¦poca imperial? ?Cu¨¢les fueron los emperadores m¨¢s cochambrosos? Temas graves que acaso ya est¨¢n tocados, aunque no desarrollados, por sabios como Gibbon. Para realzar el valor cient¨ªfico de la teor¨ªa hay, adem¨¢s, un procedimiento tradicional, muy usado en medicina, etc¨¦tera, que es el de utilizar el griego en ¨²ltima instancia. Es posible que si hablamos de cochambre no nos tomen en serio. Pero no habr¨¢ quien se resista si partiendo de la palabra k¨®pros utilizamos t¨¦rminos tales como kopragogos, koprologeo, koprologos, koproforeo, koproforos y bautizamos a la nueva disciplina con el nombre de Coprolog¨ªa hist¨®rica comparada. Porque, en suma, una interpretaci¨®n cochambrosa de la historia puede unir a personajes y situaciones muy apartados entre s¨ª en el tiempo y el espacio. Pero nuestra cochambre, la observable con los propios ojos, es la que nos sirve de gu¨ªa, la que nos hace ser tambi¨¦n profundamente relativistas. La que nos permite sospechar en ¨²ltima instancia que, a lo mejor, un grande hombre del pasado era tan cochambroso como creemos que han sido o son algunos hombres del presente.
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