Fuerte oposici¨®n en el senado norteamericano a las SALT II
Cuando la firma de un nuevo tratado de limitaci¨®n de armas estrat¨¦gicas (SALT II) entre Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica parece inminente, crecen las dudas sobre la ratificaci¨®n de este acuerdo por el Senado norteamericano y se anuncia una dura batalla que pondr¨¢ a prueba el poder real de la Administraci¨®n Carter.El principal argumento, aireado ruidosamente estos d¨ªas por quienes se oponen a la firma del tratado, consiste en que, tras la p¨¦rdida de las estaciones de espionaje electr¨®nico en Ir¨¢n, Washington carece de medios para verificar el cumplimiento por parte sovi¨¦tica de los t¨¦rminos del acuerdo.
El director de la Agencia Central de Espionaje (CIA), almirante Stansfield.Turner, testific¨® a puerta cerrada la semana pasada ante un comit¨¦ senatorial y, seg¨²n informaciones filtradas a la prensa ayer, habr¨ªa declarado que hasta 1984 ser¨¢ imposible para Estados Unidos recuperar su capacidad de verificaci¨®n de las pruebas de proyectiles bal¨ªsticos sovi¨¦ticos.
Hasta ahora, la Administraci¨®n Carter hab¨ªa venido manteniendo que, pese a la p¨¦rdida de las estaciones de espionaje situadas en el norte de Ir¨¢n, Norteam¨¦rica contaba con los medios adecuados para verificar totalmente el cumplimiento del tratado SALT II por parte sovi¨¦tica.
Las bases cerradas tras la revoluci¨®n iran¨ª eran especialmente ¨²tiles al espionaje norteamericano porque estaban situadas a unos mil kil¨®metros del principal campo de pruebas de misiles sovi¨¦ticas. Adem¨¢s, los cr¨ªticos del tratado alegan que Estados Unidos perdi¨® el a?o pasado un manual t¨¦cnico del sat¨¦lite-esp¨ªa KH-11, que fue vendido supuestamente por un empleado de la CIA por 3.000 d¨®lares. La posesi¨®n de este manual permitir¨¢ a los sovi¨¦ticos encontrar m¨¦todos de escapar a la vigilancia de este tipo de sat¨¦lites.
El ex astronauta y senador por Ohio, John Glenn, es uno de los l¨ªderes de la oposici¨®n a la firma del acuerdo SALT y abri¨® la batalla hace diez d¨ªas, cuando afirm¨® tener ?serias dudas sobre nuestra capacidad para verificar el cumplimiento del tratado?. El tema es especialmente delicado ante la opini¨®n p¨²blica norteamericana, porque es el m¨¢s f¨¢cilmente comprensible entre los complejos acuerdos t¨¦cnicos que se vienen negociando desde hace siete a?os entre Washington y Mosc¨².
Con la campa?a electoral de 1980 a la vuelta de la esquina, el problema de la verificaci¨®n es campo abonado para todo tipo de demagogias a emplear por los buscadores de votos y se une una grave dificultad para el Gobierno de Jimmy Carter.
La necesaria ratificaci¨®n del acuerdo SALT por el Senado se presenta, pues, como una dif¨ªcil batalla para la Administraci¨®n.
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