Dos pintoras valencianas
Sin necesidad de hacer juicios de valor ni balances a destiempo, no se trata ahora de eso, hasta un r¨¢pido repaso a la historia de la pintura valenciana de los ¨²ltimos veinticinco a?os para comprobar que Valencia ha sido tierra abonada como pocas a la proliferaci¨®n de tendencias, colectivos, equipos o cualquier otra forma de agrupaci¨®n de artistas. Dios los cr¨ªa y ellos se juntan. En fin, all¨¢ ellos. Tanto es as¨ª que uno ya no puede evitar la tentaci¨®n de agrupar como sea a los pintores que, ya sea por edad o por desgana, se han librado de esa fiebre colectivista.Podr¨ªa as¨ª hablarse de valencianos no alineados incluyendo en esta tendencia de andar por casa o por las p¨¢ginas de este peri¨®dico a Rafael Ram¨ªrez-Blanco, Miguel Navarro, Rosa Torres, Carmen Calvo y algunos otros que olvido o desconozco. Sus obras, es evidente, tienen poco que ver entre s¨ª, al margen de algunas actitudes comunes y la tra¨ªda y llevada cuesti¨®n generacional. Lo que estoy proponiendo no es m¨¢s que una boutade para recalcar que ellos, al menos, no dan la paliza con la cuesti¨®n de los c¨®digos, los mass-media o la semi¨®tica, creo que se llama as¨ª, de los lenguajes pl¨¢sticos. Y no es que el tema no les interese, muy al contrario. Solo que se manejan en el ?tan a gusto? que casi no se les nota. Es decir, cuando juegan, juegan, sin m¨¢s pretensiones y no como otros que est¨¢n jugando desde siempre, pero no se encuentran a gusto si no encubren su juego bajo la mara?a del discurso m¨¢s serio y pretencioso.
Rosa Torres
Galer¨ªa Sen. N¨²?ez de Balboa, 37. Madrid. Carmen Calvo. Galer¨ªa Vandr¨¦s. Don Ram¨®n de la Cruz, 26. Madrid.
Por ejemplo, el caso de Rosa Torres. Ella pinta paisajes pero hace como que no pinta. El juego no deja de ser arriesgado y mentir¨ªa si dijera que siempre le sale bien. Sus telas m¨¢s que pintura sugieren estampados. Nunca aplica la pincelada de forma espont¨¢nea, sino que la dise?a, la dibuja y luego la colorea. Igual con los trazos y las manchas. Su juego es el de la distancia, el de la simulaci¨®n, como si dijera: ?Puede hacer lo mismo pero sin mancharme. ? EI resultado son unos paisajes planos en los que Rosa va simulando distintas formas o maneras de hacer. Intenta as¨ª, dice J. A. Toledo, analizar o poner al descubierto ?las maneras tradicionales de la representaci¨®n ?. Solo que algunas veces se pasa de fr¨ªa y mec¨¢nica. Yo, personalmente, me quedo con sus paisajes m¨¢s c¨¢lidos y, ?por qu¨¦ no?, m¨¢s mediterr¨¢neos, aquellos en los que se destapa el color y apunta un poquito de pasi¨®n, aquellos ante los cuales se puede exclamar, tan llana como tradicionalmente: ? ?Narices, qu¨¦ bonito paisaje!?, y te quedas tan ancho. Y tan agusto.
Carmen Calvo, en cierta forma, tambi¨¦n hace como que no pinta. Sus obras est¨¢n realizadas engarzando a la tela trozos de los m¨¢s diversos materiales: recortes de lienzo pintado, pedazos de lija, trozos de azulejo, chorritos de barro, tizas de colores, etc¨¦tera. Parecen residuos de estudios de otros pintores, de talleres de ceramistas o de almacenes escolares y se dir¨ªa que Carmen ha estado explorando en ellos un poco en plan arqueol¨®gico para articularon sus hallazgos estos mosaicos o puzzles o rompecabezas tan arbitrarios como divertidos. Unas veces sugieren paisajes; otras, paletas de pintor; otras arquitecturas; otras, abstracciones... Se trata, sin embargo, tambi¨¦n de una arqueolog¨ªa simulada, pues cada pieza o pedacito ha sido preparado cuidadosamente en beneficio de unos resultados a veces espl¨¦ndidos.
Y es que en Valencia, de tanto obsesionarse durante a?os con los c¨®digos de la pintura, las ¨²ltimas hornadas nos vienen cada vez m¨¢s descodificadas, menos clasificables y esto, no cabe duda, siempre es se?al de buena salud. Ahora, me cuentan, est¨¢n redescubriendo a ese buen paisajista que es Francisco Lozano y volviendo a admirar con nuevos ojos eso, tan t¨®pico por bello, que se llama lo mediterr¨¢neo. Pues que siga la racha.
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