Europa 1949-1979
Presidente de la delegaci¨®n espa?ola en el Consejo de Europa
Treinta a?os m¨¢s tarde de la creaci¨®n del Consejo de Europa, se celebr¨® ayer en los veinti¨²n pa¨ªses miembros la conmemoraci¨®n de aquella otra fecha fundacional que tuvo lugar en Londres, el 5 de mayo de 1949, entre diez pa¨ªses europeos (B¨¦lgica, Dinamarca, Francia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Suecia, Inglaterra, Holanda, Noruega).
Pienso que este treinta aniversario es momento apropiado para cuestionarse el papel y la influencia en m¨¢s de una ocasi¨®n discutida, del mayor parlamento internacional, al que Espa?a pertenece de pleno derecho desde el 24 de noviembre de 1977. Alguna vez se ha dicho que para cometer un empe?o ambicioso no s¨®lo basta la fe, la inteligencia y la imaginaci¨®n, sino tambi¨¦n confundir los deseos con la realidad con un alto grado de inconformismo e insatisfacci¨®n.
Si volvemos la vista atr¨¢s, hoy, nos daremos cuenta de lo ut¨®pico que, hace tres d¨¦cadas, pod¨ªa parecer a muchos la funci¨®n para la que fue creado el Consejo de Europa. Pasado el tiempo, ah¨ª est¨¢ su obra, que va desde un intento tenaz en la homologaci¨®n de las legislaciones de sus pa¨ªses miembros, sus esfuerzos por la paz mundial, su lucha por los derechos y libertades del individuo, su colaboraci¨®n por un nuevo orden econ¨®mico internacional m¨¢s justo, y todo ello con un nuevo concepto de la vida que abarca desde la persona humana hasta las relaciones entre los Estados.
Una de las metas del Consejo de Europa, proclamada en el art. 1.? de sus estatutos, es lograr ?una mayor unidad entre sus Estados miembros?. Esta tarea tan f¨¢cil de declarar encuentra, sin embargo, y en m¨¢s de alguna ocasi¨®n, dif¨ªcil aplicaci¨®n. Entre los Estados miembros existen caracter¨ªsticas dif¨ªciles de unificar. Algunas pertenecen a grandes alianzas internacionales de defensa y seguridad, otras ostentan posiciones marcadamente neutralistas. Unos pertenecen a la Comunidad Europea, varios a asociaciones de libre cambio y algunos a ninguna de ambas asociaciones. A pesar de todo ello el esfuerzo es cada vez mayor para que los grandes foros internacionales se llamen la ONU o la UNESCO o en la preparaci¨®n de conferencias y encuentros, como los de cooperaci¨®n en m¨²ltiples campos, parezcan una voz europea que pueda hablar cada vez m¨¢s al un¨ªsono.
Se ha querido ver desde diversas ¨®pticas un debilitamiento del Consejo de Europa al ser elegido el Parlamento Europeo de la Comunidad, pr¨®ximaniente, por sufragio universal. Tengo para m¨ª que esta contradicci¨®n no existe, las funciones y fines de ambas instituciones son diferentes y a?adir¨ªa que m¨¢s bien son complementarias y beneficiosas para toda Europa.
La Comunidad, cuyos miembros pertenecen todos al Consejo de Europa, tiene como principal misi¨®n la construcci¨®n econ¨®mica y social de unos Estados que aun que con el tiempo van ampli¨¢ndose, todav¨ªa, son reducidos en la geograf¨ªa europea, bien es cierto que la labor de homologaci¨®n de legislaciones y usos y costumbres que lleva a cabo la comunidad es inapreciable.
El Consejo de Europa, l¨®gicamente, tiene una tarea m¨¢s amplia: no s¨®lo trata de cuestiones econ¨®micas, sino tambi¨¦n jur¨ªdicas y filos¨®ficas, tratando de unificar y de ampliar legislaciones diversas y plurales entre sus Estados miembros para darle un contenido y una amplitud similar, intentando la cooperaci¨®n intergubernamental en sectores espec¨ªficos.
Se podr¨ªa decir que no hay tema importante que no haya sido debatido y disecado a trav¨¦s de las comisiones y de los plenos de la asamblea parlamentaria del Consejo de Europa, desde el estatuto para la polic¨ªa, la lucha contra el terrorismo, la libre circulaci¨®n de la mano de obra, la industria europea aeron¨¢utica, los problemas mediterr¨¢neos, etc¨¦tera.
Se ha dicho con todo fundamento que lo que dicta hoy el Consejo de Europa es ma?ana ley en sus Estados miembros. La influencia de su doctrina en nuestra legislaci¨®n espa?ola de hoy y desde 1977 es manifiesta. La Constituci¨®n de 1978 recoge todos los principios que informan el estatuto de la convenci¨®n de los derechos humanos y la carta social de Tur¨ªn, pilares maestros de la instituci¨®n europea.
El Consejo de Europa ha querido con valent¨ªa luchar contra el intervencionismo, los proteccionismos y una cierta idea de autarquista que todav¨ªa subsiste en muchos de sus Estados miembros. Pero sin duda su obra m¨¢s profunda fue y es el nuevo concepto de la persona humana y su libertad. Esa libertad que cada d¨ªa puede y debe ser m¨¢s amplia en todo el desarrollo del individuo.
El intento de ampliar cada vez mas el marco de nuestras libertades no es empresa ut¨®pica, sino empe?o y labor constante del Consejo de Europa. La libertad no se trocea y, por tanto, debe existir en el campo econ¨®mico, social, del arte o del pensamiento. La libertad, como bien es sabido, pero con frecuencia olvidado por gobernantes y ciudadanos, es la mayor fuente de riqueza en todas las vertientes del ser humano y al final la que hace sentirnos m¨¢s solidarios y m¨¢s iguales.
Parece conveniente dar un toque de atenci¨®n a nuestra preocupaci¨®n, distra¨ªda por tantos y tantos complejos problemas cotidianos, y recordar que hoy, 5 de mayo de 1979, nos une a todos los europeos algo en com¨²n muy dif¨ªcil de definir y plasmar en unas l¨ªneas, pero que incorrectamente expresado es el sentirnos cada vez m¨¢s libres y cada vez m¨¢s ambiciosos para poder moldear nuestro destino en una vida en com¨²n.
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