Ahora le toca a Freud
Cuando Freud desembarc¨® en Nueva York, acompa?ado por Jung, despu¨¦s de la primera guerra mundial, pens¨® y dijo que ?con el psicoan¨¢lisis llevaba la peste a EE UU?. En algo no se equivoc¨® el m¨¦dico vien¨¦s. Sus teor¨ªas se repartieron como una epidemia, pero no se trataba ya de una dolencia vergonzosa. Desde el Congreso Psicoanal¨ªtico de La Haya, de 1900, el movimiento maldito se hab¨ªa alzado al rango de instituci¨®n reconocida, su jerizonga en un nuevo idioma, su mitolog¨ªa en ciencia moderna.Vuelve el psicoan¨¢lisis a Europa fragmentado y compartimentado. Se introduce en todas las actividades (pol¨ªticas, m¨¦dicas, literarias ... ), y se erige en referencia obligatoria, en superideolog¨ªa. Comparte esta suerte con el marxismo, otro monstruo proteiforme que no acaba de agonizar, aunque la revoluci¨®n se vista con irreconocibles disfraces.
Mas aunque nuestras sociedades tecnoburocr¨¢ticas proporcionen contingentes crecientes de desamparados al gigantesco aparato psicoanalizador (en los pa¨ªses capitalistas el n¨²mero de neurosis alcanza el 80 %), la boga literaria del psicoan¨¢lisis no se refleja en la pr¨¢ctica: el National Institut of Mental Health informa a finales de los a?os cincuenta que ¨²nicamente, el 2 % de los enfermos mentales norteamericanos eran tratados con terapias psicoanal¨ªticas. Por esa ¨¦poca ya hab¨ªa empezado el reflujo. El psicoanalista y profesor de Psiquiatr¨ªa del Upstate Medical Center de Syracusa, Thomas Szasz, se?ala entonces que ?el psicoan¨¢lisis se halla en v¨ªas de desaparici¨®n; est¨¢ tan moribundo y carente de significaci¨®n como el Partido Liberal en Inglaterra?. Judd Marmor, ex presidente de la Academy of Psychoanalysis, confiesa que esta especialidad se est¨¢ convirtiendo ?en una rama sin importancia de la psiquiatr¨ªa?.
No importa. El psicoan¨¢lisis sigue formando e informando al hombre moderno, y lo que haya podido perder en eficacia terap¨¦utica lo ha ganado en presti gio intelectual. Hasta que le lleg¨® la contestaci¨®n. Primero, con el anarquismo postpsicoanal¨ªtico, magn¨ªficamente ilustrado en EE UU por Norman O. Brown; luego, en Europa, con la publicaci¨®n del libro de Gilles Deleuze y de F¨¦lix Guattari El anti-Edipo. Dedicado a Nietzsche, a Scheber, a Reich, a Artaud -a todos los que se atrevieron a ?salirse?-, se propone la eliminaci¨®n del famoso complejo de Edipo, al que acusan los autores de acerrojar el inconsciente en provecho de las fuerzas conservadoras, y de aniquilar los impulsos revolucionarios latentes en las ?m¨¢quinas deseantes? que somos. Anna Freud ya hab¨ªa reconocido que el psicoan¨¢lisis llevaba camino de perder la simpat¨ªa de las nuevas generaciones, que empezaban a considerarlo como un instru mento para reconciliar a los hombres con una sociedad injusta.
Desde entonces proliferan los libros antifreudianos. Me referir¨¦ ¨²nicamente a los m¨¢s recientes.
En Italia acaban de publicarse los trabajos de dos psic¨®logos de la Universidad de Nueva York, Seymour Fischer y Roger P. Greenberg. Para comprobar emp¨ªricamente las principales teor¨ªas de Freud, y su credibilidad cient¨ªfica, estudiaron m¨¢s de 2.000 casos. Sus conclusiones son categ¨®ricas: ?No existe prueba alguna de que los tratamientos psicoanal¨ªticos produzcan resultados m¨¢s duraderos o m¨¢s complejos que otros, menos caros y menos largos.? A?aden que ?no hay ninguna confirmaci¨®n emp¨ªrica de la tesis que asegura que los sue?os son la expresi¨®n disimulada de nuestros deseos?. Para estos dos profesores, Freud era un observador osado y genial, al que faltaba el rigor cient¨ªfico de un Einstein o de un Max Weber. Elaboraba sus teor¨ªas de modo intuitivo e incontrolado, lo que no hubiera sido demasiado grave si no se hiciese un uso desorbitado del freudismo, uno de los lugares comunes de nuestro tiempo, menos nocivo que el marxismo, pero culturalmente depresivo, dicen.
Catherine Cl¨¦ment, profesora de Filosof¨ªa de la Universidad de Par¨ªs I, en Los hijos de Freud est¨¢n fatigados, acusa a los psicoanalistas de haber traicionado al psicoan¨¢lisis en su aspecto de ?pr¨¢ctica social fundamental?. El responsable de esta traici¨®n es el fundador de la escuela freudiana de Par¨ªs, Jacques Lacan, ?que habla para que no se le ent¨ªenda?.
Contra la instituci¨®n psicoanal¨ªtica reacciona Maud Mannoni, de la escuela lacanlana ella, en La teor¨ªa como ficci¨®n. Ataca a los psicoanalistas que se aferran a la teor¨ªa preconcebida y se empe?an en que los s¨ªntomas de los pacientes le correspondan. Niega que exista un evangelio freudiano erigido en valor definitivo. Recomienda que se escuchen un poco m¨¢s las palabras del paciente y se olviden las del maestro. Preconiza la rehabilitaci¨®n de lo imaginario y de lo subjetivo, y se refiere constantemente a los psicoanalistas anticonformistas, como Groddeck, Laing y Winnicott, y, en general, a los psicoanalistas de la ?primera generaci¨®n ?, los que no fueron psicoanalizados, y que viv¨ªan con la ilusi¨®n de descubrir cada d¨ªa continentes insospechados.
Precisamente, Marie Balmary, en El hombre de las estatuas (por la afici¨®n que ten¨ªa Freud de coleccionar estatuas), somete al creador de la teor¨ªa a un psicoan¨¢lisis con un m¨¦todo irreprochablemente freudiano. Este libro est¨¢ levantando rudas pol¨¦micas, al poner en entredicho las bases mismas del psicoan¨¢lisis, el complejo de Edipo del que no se hab¨ªa curado Freud. La muerte de Maurice Clavel, que se hab¨ªa lanzado con su natural agitaci¨®n en la pol¨¦mica, le restar¨¢ a ¨¦sta mucho sabor.
Marie Balmary se?ala que para explicar el complejo de Edipo, Freud se refiere siempre a Edipo, universalizando su caso particular. Pero, en realidad, la tragedia empieza con la peste de Tebas. Unos habitantes mueren, otros dejan de procrear. Y todo debido a la ?culpa? del padre de Edipo, Layo, por un crimen de seducci¨®n que acarre¨® el suicidio de la joven. La autora intenta descubrir las determinaciones inconscientes que llevaron a Freud a formular el complejo de Edipo, despu¨¦s de la muerte de su padre, en 1897, ocultando una parte del mito griego. Marie Balmary se pregunta si no es entonces cuando el psicoan¨¢lisis se desvi¨®. A la luz de notas biogr¨¢ficas del propio Freud, o de resultados de estudios recientes, la autora concluye que Freud quiso ocultar, o mantuvo ?reprimida?, una ?falta? de su padre. En primer lugar, Jakob Freud no estuvo casado dos veces, como se cree, sino tres. Segismundo es el fruto prematuro de su tercera esposa. Su segunda esposa, Rebeca, no ha dejado ninguna huella. Nada se sabe de su vida, ni de su muerte. Se ha emitido la posibilidad de un suicidio, aunque Marie Balmary no lo afirme. Es falsa tambi¨¦n la fecha de nacimiento de Segismundo Freud. No naci¨® un 6 de mayo, como consta en los archivos, sino un 6 de marzo. ?Por qu¨¦ esta falsificaci¨®n? Tal vez debido a un embarazo inesperado de su madre, y a una uni¨®n precipitada con su padre; a la necesidad de respetar las ?conveniencias? sociales.
Seg¨²n Marie Balmary, todo est¨¢ viciado en el psicoan¨¢lisis, puesto que el complejo de Edipo, por el cual se quieren explicar todas las represiones y frustraciones, naci¨® de una primera frustraci¨®n y represi¨®n. Para los freudianos ortodoxos, esto demuestra una vez m¨¢s que en el origen de todo, incluso del psicoan¨¢lisis, se halla el complejo de Edipo...
La pregunta es: ?Freud ha muerto, el psicoan¨¢lisis est¨¢ llamado a desaparecer? No. Hace cosa de un siglo, Nietszche decret¨® la muerte de Dios, y ahora vemos c¨®mo resucita en los campos m¨¢s inesperados tan importante Se?or. A Marx. lo quisieron asesinar las manos inexpertas de los nuevos fil¨®sofos, y en Africa y en Extremo Oriente sus disc¨ªpulos se matan en su nombre. La tesis de Freud es que todas las actividades ps¨ªquicas son manifestaciones del instinto er¨®tico c del instinto de destrucci¨®n. Eros y Thanatos. Las creencias que se basan en dos principios contradictorios como el bien y el mal, la vida y la muerte, etc¨¦tera, son capaces de explicarlo todo con esta tautolog¨ªa. Unicamente las teor¨ªas cient¨ªficas son refutables, y tanto m¨¢s se creer¨¢ poseer la ciencia verdadera cuanto m¨¢s se viva en la fe metaf¨ªsica. Estas concepciones del mundo, estas religiones o estas convicciones seguir¨¢n siendo, por los siglos de los siglos, salus infirmorum, refugium peccatorum, consolatrix aflictorum y auxilium cristianorum.
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