La fuerza de las armas
ES INUTIL por sabido, precisar que la coronaci¨®n feliz, aunque retrasada, de las conversaciones SALT II deja en manos de cada uno de los dos pa¨ªses que firmaran el tratado en Viena, entre el 15 y el 18 de junio, un arsenal suficiente como para consumar la destrucci¨®n del mundo. Incluso, como dicen los cient¨ªficos con una frase il¨®gica pero cargada de significaci¨®n, ?varias veces?, si ello fuera posible. Un arsenal que dejar¨¢ en cada pa¨ªs 2.400 misiles y bombarderos; de los cuales, 1.320 con cabezas nucleares m¨²ltiples. Esto no le quita importancia. La principal es econ¨®mica: cada uno de los dos pa¨ªses podr¨¢ limitar considerablemente sus gastos militares, una vez regulada la carrera de armamentos y, seg¨²n se supone, dedicar el dinero ahorrado a una mejora del consumo interno, lo cual es satisfactorio. Pol¨ªticamente, es la reanudaci¨®n en la mejora de relaciones entre la URSS y Estados Unidos, lo cual sigue siendo una pieza clave para la estabilidad mundial.Estas relaciones se hab¨ªan enfriado hace a?o y medio. En esa fecha, Carter todav¨ªa declaraba que las conversaciones estaban a punto de ser concluidas. Los retrasos subsiguientes han sido pol¨ªticos m¨¢s que t¨¦cnicos, y en gran parte esta pol¨ªtica ha estado producida por el inmenso lobby de la industria de la guerra en Estados Unidos -el ?complejo militar industrial? que denunci¨®, en su tiempo, Eisenhower- que a¨²n presiona sobre el Senado para que no ratifique el tratado o, al menos, para que lo retrase. Al fijar definitivamente la fecha para su entrevista con Brejnev en Viena, Carter parece ya seguro de que el embri¨®n de oposici¨®n en el Senado no va a tener mayor importancia. Para ¨¦l, es una baza mayor en su carrera: su imagen de ?hombre de la paz?, exaltada ya con la reconversi¨®n de China en aliada, se multiplica ahora.
En la prensa de Washington se tiene la impresi¨®n de que la Uni¨®n Sovi¨¦tica, al realizar algunas concesiones a Estados Unidos -como la tan espectacular, y tan explotada por Carter, del canje de disidentes- est¨¢ ayudando a la reelecci¨®n de Carter. Espera de ¨¦l alguna concesi¨®n mayor, una profundizaci¨®n de los acuerdos de desarme. Espera, concretamente, una reducci¨®n de tropas en Europa. El Departamento de Estado no ha desmentido esa posibilidad; se ha limitado a decir que ?los aliados europeos est¨¢n al corriente?. Carter informar¨¢ m¨¢s profundamente a Schmidt en su cita en junio -cuando venga a Europa para conversar con Brejnev-. Esto explica algunos de los movimientos europeos actuales, como la larga entrevista de Margaret Thatcher con Helmut Schmidt, y las pr¨®ximas conversaciones de los dos con Giscard d'Estaing y Raymond Barre.
El problema de los gobiernos conservadores de Europa es el de que una retirada de tropas americanas dejar¨ªa inerme al continente acerca de una agresi¨®n que siempre consideran posible. Este paso, sin embargo, no se dar¨¢ hasta que se inicie la tercera fase de las negociaciones SALT, en las cuales estar¨¢n incluidos como interlocutores la OTAN y el Pacto de Varsovia. Pero dif¨ªcilmente puede nadie aceptar las convenciones hasta el punto de creer que la OTAN es algo distinto de Estados Unidos, y el pacto de Varsovia algo distinto de la URSS. La decisi¨®n que pudieran tener esas futuras conversaciones se referir¨ªa, sobre todo, a los vectores de medio y largo alcance.
Si en Europa estas inquietudes est¨¢n presentes en los gobernantes conservadores que ahora est¨¢n dominando el continente, en China la preocupaci¨®n ha sido mayor. Se habla de un regreso a la bipolarizaci¨®n, a un reparto del mundo entre las dos grandes potencias. No es un error. Pero puede ser un regreso a la realidad. M¨¢s que a peque?os movimientos y a juegos locales, en el ¨²ltimo extremo la realidad responde al reparto de poder, y el poder sigue dependiendo, como siempre a lo largo de la historia, de la fuerza de las armas.
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