Orden p¨²blico y polic¨ªas aut¨®nomas / 2
Capit¨¢n del Ej¨¦rcitoUn trabajo m¨ªnimamente serio sobre el problema de las polic¨ªas aut¨®nomas pienso que exige hacer historia, para contribuir a poner de manifiesto que no es este un tema nuevo ni un capricho de las comunidades espa?olas, ni mucho menos un ardid o artima?a para herir la unidad ?de los hombres y tierras de Espa?a?, sino algo muy enraizado en la tradici¨®n y el ser de los pueblos de la Celtiberia.
Polic¨ªas distintas a las estatales ha habido muchas y en todas las ¨¦pocas, y las mismas han cumplido sustancial labor, en paz y en guerra: como apoyar al trono y causa de Isabel II durante las guerras carlistas (caso de las milicias forales vascas); o hacer frente al bandolerismo subsiguiente, a la Guerra de Sucesi¨®n, el siglo anterior, cuando, derrotados los catalanes en la contienda civil, les fue impuesto un desarme total, y Pedro Antonio de Veciana debi¨® organizar una fuerza, a base de mozos de sus fincas de Valls, que ser¨ªa el origen de los mozos de escuadra catalanes. Ah¨ª queda tambi¨¦n, con fulgor propio en la Historia, el Somat¨¦n de las luchas catalanas frente a los franceses antes y durante la guerra de la Independencia; los fusileros de Arag¨®n, escopeteros voluntarios de Granada y Sevilla, mi?ones de Valencia, compa?¨ªas de guardabosques Reales de Aravaca, de Extremadura, de Am¨¦rica, compa?¨ªas de fusileros para el Resguardo de Rentas de Castilla la Nueva.
Varias de estas polic¨ªas han permanecido hasta el tiempo actual, como la foral de Navarra o los mi?ones de Alava. Otras fueron suprimidas con ocasi¨®n de la guerra civil. En concreto, una resoluci¨®n del general jefe del Ej¨¦rcito del Norte, de 23 de agosto de 1937, disolvi¨® los cuerpos de miqueletes y mi?ones de Guip¨²zcoa y Vizcaya por su ?participaci¨®n directa al lado de los enemigos del Movimiento Nacional, con olvido completo de sus deberes militares?; y, en sesi¨®n de la Diputaci¨®n de Guip¨²zcoa de 16 de septiembre siguiente, tambi¨¦n se comunicaba la disoluci¨®n de los miqueletes ?por su participaci¨®n directa en la revoluci¨®n rojo- separatista?. Los mozos de escuadra fueron a su vez, suprimidos de hecho al final de la guerra, siendo creado de nuevo el cuerpo en 1951 como una especie de guardia de la Diputaci¨®n de Barcelona.
Polic¨ªas a lo largo de la Historia
Tres mil a?os antes de la era cristiana ya exist¨ªan en Egipto los apaleadores, y su jefe (sab heri seker) era la autoridad policial en caca nomo. En Roma, los cuestores, ediles y censores se ocupaban de mantener el orden, igual que la seguridad del caminante. Fue Augusto quien centraliz¨® las funciones coercitivas, con v¨¦rtice en el prefecto de Roma.
El feudalismo descentraliz¨® de nuevo la coacci¨®n institucional, a favor de cada se?or, mientras los municipios empezaban a organizar su propia polic¨ªa. As¨ª, la baja Edad Media castellano-leonesa contempla el surgimiento de unas milicias populares en las hermandades de municipios, para defender los intereses de sus miembros y mantener el orden p¨²blico. Tambi¨¦n son notable las hermandades de las Marismas, o la de la Marina de Castilla con Vitoria (con sede en Castro Urdiales y comprendiendo San Sebasti¨¢n), que englobaban diversos puertos cant¨¢bricos y ciudades del interior. En Arag¨®n y Navarra se dan instituciones con grandes analog¨ªas respecto a las hermandades, las uniones y las juntas.
A partir de los intentos de los monarcas de Trast¨¢mara castellanos para crear -con base en las hermandades- cuerpos de guardia municipal coordinada, se llegar¨¢ al nacimiento de la Santa Hermandad, ¨®rgano de polic¨ªa y justicia al tiempo, financiado por las ciudades, al servicio del poder central; pero que pronto se transformar¨ªa en hermandades locales con funciones policiacas y prolongar¨ªa su existencia hasta casi la mitad del siglo XIX.
A lo largo de toda la Edad Moderna se da, por otra parte, un proceso de organizaci¨®n y centralizaci¨®n progresiva (que lleva a cabo la monarqu¨ªa absoluta) de las funciones policiales antes desempe?adas por se?ores y municipios (as¨ª, las milicias de la Uni¨®n de Austria), hasta la creaci¨®n, ya en tiempos contempor¨¢neos, de la Superintendencia General de Polic¨ªa (1824) y el Cuerpo de Orden P¨²blico en 1870. Este se transformar¨ªa, sucesivamente, en Cuerpo de Seguridad, luego de Seguridad y Asalto y -despu¨¦s de la guerra civil- Cuerpo de Polic¨ªa Armada y de Tr¨¢fico, Polic¨ªa Armada y, finalmente, Polic¨ªa Nacional, desde diciembre ¨²ltimo.
Coexistiendo, incluso conexionadas con dicho proceso organizativo-centralizador, florecen en la Edad Moderna y Contempor¨¢nea polic¨ªas y milicias fuertemente arraigadas en los pueblos de Espa?a: mozos de escuadra, Somatenes, Miqueletes y mi?ones, Milicia Nacional.... que reclaman una cita.
Mozos de escuadra, somatenes, milicia
Los mozos de escuadra fueron fuerzas de polic¨ªa esencialmente rural que se mantuvieron durante los siglos XVIII y XIX con una organizaci¨®n parece que inspirada en la marechauss¨¦e francesa. Eran reclutados en la comarca donde iban a servir, se manten¨ªan con impuestos locales y deb¨ªan hablar el idioma de la regi¨®n.
El Somatent fue una instituci¨®n catalana consistente en la movilizaci¨®n de los vecinos de un lugar para perseguir a los delincuentes. Su origen data de la Edad Media y fue institucionalizado por Jaime I. Felipe V los suprimi¨® por haber participado diversos grupos contra ¨¦l en la Guerra civil de Sucesi¨®n. Resurgi¨® la instituci¨®n en lucha contra los franceses a fines del siglo XVIII y, cien a?os despu¨¦s colaborar¨ªa ampliamente a restablecer el orden en el campo catal¨¢n.
Primo de Rivera instituy¨® el Somat¨¦n en toda Espa?a tan s¨®lo dos d¨ªas despu¨¦s de acceder al poder. Durante la Rep¨²blica conoci¨® diversas alternativas. Fue restablecido plenamente en 1945. Recientemente estuvo a punto de derogarse, durante la discusi¨®n parlamentaria de la ley de Polic¨ªa, pero el Gobierno -expres¨® el senador se?or Calatayud- ha querido conservarlo como cuerpo civil no armado, con vistas a la protecci¨®n civil. La Milicia Nacional fue creada por la Constituci¨®n de 1812, para la conservaci¨®n del orden interior dentro de cada provincia, persecuci¨®n de malhechores, conducci¨®n de presos y caudales, etc¨¦tera. Se organizaba en dos armas, Infanter¨ªa y Caballer¨ªa, y no se gozaba de sueldo, salvo cuando se sal¨ªa de la jurisdicci¨®n del pueblo o ciudad corrrespondiente. Todos los espa?oles ten¨ªan que servir obligatoriamente en las milicias si eran llamados.
Impedida por Fernando VII, en 1814, la realizaci¨®n de aquella Constituci¨®n, en el trienio liberal se establecieron cuerpos de milicia nacional en todas las provincias, que servir¨ªan de base para formar milicias provinciales. Luego, la milicia conocer¨ªa diversas vicisitudes y entroncar¨ªa con la Milicia Urbana, nacida durante la primera guerra carlista, decididamente progresista, frecuentemente a la cabeza de levantamientos y revoluciones, instrumento pol¨ªtico de primera magnitud: disuelta por Narv¨¢ez en 1844, reorganizada por Espartero durante el bienio progresista 1854-56, disuelta de nuevo por O'Donnell...
"Miqueletes" y "mi?ones"
Etimol¨®gicamente miquelete parece que deriva del guerrillero catal¨¢n Miquelet de Prats, que habr¨ªa dado muerte en Roma al duque de Gand¨ªa, en tiempos de los Reyes Cat¨®licos. Esta denominaci¨®n pasar¨ªa a los sucesores de los almog¨¢vares, es decir, a los soldados aventureros que formaron cuerpos francos con tal nombre, como a los guerrilleros o fusileros de monta?a que lucharon en Catalu?a contra los franceses en el siglo XVIII; y despu¨¦s, igualmente, a un cuerpo perseguidor de los ?maleantes e indeseables? que llegaban a trav¨¦s de los Pirineos procedentes de las revoluciones europeas; al que se cre¨® para luchar contra el bandolerismo subsiguiente a la primera guerra carlista, etc¨¦tera.
Otra versi¨®n hace depender la
palabra, miquelete de Miguel Barber, quien capitane¨® en el siglo XVI una tropa de pedregaires que, a pedrada limpia, se impon¨ªa en las peleas que se originaban entre pueblos en la linde aragonesa-catalana. En todo caso, el nombre se extendi¨®, aplic¨¢ndose en general a los voluntarios de cuerpos improvisa dos en tiempo de guerra. Miqueletes se llamaron tambi¨¦n los miembros de la polic¨ªa foral de Valencia, de la de Vizcaya antes de 1877 y de la de Guip¨²zcoa siempre (quiz¨¢ con excepciones, como dos partidas destinadas a perseguir malhechores en Guip¨²zcoa, dependientes de su Diputaci¨®n, entre 1816 y 1820, y a las que ¨¦sta llam¨® mi?ones).
El origen de los mi?ones se encuentra, probablemente, en los almog¨¢vares. Referido a un nombre, la versi¨®n m¨¢s extendida lo hace venir de un personaje llamado Mi?¨®n de Montella, el cual batall¨® contra los micalets por la posesi¨®n del castillo de Albelda, posiblemente contra Miguel Barber. No ha faltado quien diga, buscando or¨ªgenes (Antonio Trueba, revista Euskal Erria), c¨®mo ?en tiempo de Luis XIV se cre¨® un cuerpo armado de jovencitos, a cual m¨¢s lindo, que era el embeleso de las damas?, a los que se llam¨®, por ello, mignons. Lo cierto es que mi?ones se ha denominado, en general, a los individuos de tropa ligera destinados a perseguir ladrones y contrabandistas, a custodiar los bosques reales, etc¨¦tera. Recibieron tambi¨¦n este nombre los soldados de la polic¨ªa foral aragonesa, de la milicia vizca¨ªna, a partir de 1877, y de la alavesa.
Durante la Guerra de los Siete A?os (primera carlista), los miqueletes guipuzcoanos, dependientes de la Diputaci¨®n, lucharon en el bando liberal, como los txapelgorris del batall¨®n franco de voluntarios de Guip¨²zcoa. Tambi¨¦n los miqueletes de Vizcaya fueron suprimidos y esta Diputaci¨®n organiz¨®, como unidad combatiente, el Batall¨®n de Cazadores de Isabel Il.
Terminada la guerra fue organizada por la Diputaci¨®n guipuzcoana el Cuerpo de Celadores de Protecci¨®n y Seguridad P¨²blica, a base de txapelgorris isabelinos y de antiguos soldados carlistas. La misma incorporaci¨®n de los llamados rebeldes a las milicias forales se dio en Vizcaya, buscando la reconciliaci¨®n tras la sangrienta lucha fratricida, prop¨®sito que parece dio fruto, seg¨²n relata Serapio M¨²gica, ejemplo que ha quedado para los tiempos.
En la segunda y tercera guerras carlistas, tuvo destacada participaci¨®n el Cuerpo de Miqueletes de Guip¨²zcoa, interviniendo ya como tal cuerpo, siempre del lado gubernamental. En la ¨²ltima -de la que m¨¢s datos se conservan- actuaron cual verdaderos legionarios o carne de ca?¨®n, ocupando los puestos m¨¢s dif¨ªciles y abriendo paso a las fuerzas del Gobierno, como escribe Juan de Olaz¨¢bal, se?or de Mundaiz, destacado integrista y adversario suyo, por tanto. Su jefe, Jos¨¦ de Urdapilleta, perdi¨® la vida a consecuencia de una acci¨®n en Vergara y Prudencio Arnao -que ingresara muchacho como voluntario en el Cuerpo de Miqueletes para llegar a general del Ej¨¦rcito espa?ol- gan¨® en San Marcial la Cruz Laureada de San Fernando, al frente de dos compa?¨ªas de miqueletes.
En cuanto a los miqueletes vizca¨ªnos, que hab¨ªan comenzado como una simple partida volante, cuerpo franco al servicio del pa¨ªs, tras varias supresiones y renacimientos pasar¨ªan a llamarse Guardia Foral y con tal nombre continuaron hasta que el general Quesada, jefe del Ej¨¦rcito del Norte, orden¨® en 1877 sustituirlo por el de mi?ones, el mismo de la guardia provincial de Alava, debido a su acepci¨®n general (antes citada) de soldado perseguidor de ladrones y contrabandistas y guardador de montes reales.
Cuando se abolieron los fueros, en 1876 (?algo grande muere hoy en Espa?a?, dir¨ªa Castelar) quedaron subsistentes -debido a tantos m¨¦ritos y tanta sangre derramada- los Cuerpos de Miqueletes y Mi?ones vascos. Aquella abolici¨®n, quiz¨¢, introdujo en Euskadi los primeros fermentos separatistas, porque, por primera vez, calific¨® de tales a los vascos. As¨ª se lo he o¨ªdo a alguien a quien sinceramente admir¨¦, Juan de Ajuriaguerra; as¨ª lo dec¨ªa, el 28 de febrero de 1906, el diputado liberal Orueta en la C¨¢mara: ?En cientos de a?os de r¨¦gimen foral no se ha manifestado en las Provincias Vascongadas asomo de separatismo.? ?Y no dec¨ªa Franco (v¨¦ase La Voz de Espa?a, 11 de enero de 1968) que ?el Movimiento Nacional vino a devolver a los espa?oles... sus derechos, sus fueros y sus libertades?? Los fueros de Guip¨²zcoa hab¨ªan sido confirmados por treinta reyes, los de Alava por veintitr¨¦s y los de Vizcaya por veintiuno. Los de Navarra, asimismo, fueron reconocidos en sus juramentos por todos los reyes, desde Fernando el Cat¨®lico hasta Fernando VII.
Pero unas guerras civiles (las carlistas) dieron lugar a su abolici¨®n en las Provincias Vascongadas (leyes de 1839 y 1876), que no en Navarra. Otra guerra civil (la que tiene que ser ¨²ltima en Espa?a) discrimin¨® a Guip¨²zcoa y Vizcaya en relaci¨®n a Navarra y Alava, provincias ?leales?, sin reconciliaci¨®n posterior durante demasiados a?os porque los vencedores no parec¨ªan muy dispuestos a ella. Al contrario que Espartero, duque de la Victoria alcanzada en la Guerra de los Siete A?os, quien hac¨ªa figurar en el art¨ªculo primero del Convenio de Vergara que ¨¦l (Espartero) ?recomendar¨ªa con inter¨¦s al Gobierno... la concesi¨®n o modificaci¨®n de los Fueros?, nunca su supresi¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.