Visita a Donosti
Despu¨¦s de Madrid, la ciudad donde m¨¢s tiempo he vivido es San Sebasti¨¢n. Desde que me qued¨¦ sin madre, a los cuatro a?os, hasta los nueve que ingres¨¦, interno, en el colegio de Chamart¨ªn de la Rosa, gran parte de cada a?o lo pasaba all¨ª; despu¨¦s, all¨¢ iba durante los largos veraneos de entonces; tambi¨¦n pas¨¦ en San Sebasti¨¢n mucho del tiempo de la guerra, all¨ª me cas¨¦ -en la iglesia de San Vicente, la m¨¢s antigua de la ciudad- y all¨ª naci¨® mi primer hijo. Pero desde hac¨ªa diez a?os no hab¨ªa vuelto. La noche de mi llegada, despu¨¦s de cenar, pas¨¦ por la ciudad, muy iluminada, con poca gente en la calle, es verdad, y la mayor parte de los bares y cafeter¨ªas cerrados, pero con una gran sensaci¨®n de seguridad transe¨²nte -conviene decirlo as¨ª porque de eso nunca se habla en Madrid, y el contraste con la psicosis de inseguridad que se padece y, probablemente, se fomenta aqu¨ª, es patente-, de quietud y hasta, para decirlo todo, de cierta detenci¨®n en el tiempo. Antes, San Sebasti¨¢n me parec¨ªa demasiado bonita y hasta un poco relamida. Ahora ha adquirido cierta p¨¢tina y ha ganado un encanto, a la espera de un peque?o Proust de gusto retro que evoque aquel Balbec nuestro, ?nuestro?, ?de qui¨¦n?, de los donostiarras o, por el contrario, ?ocupado por los madrile?os y otros forasteros? Mi t¨ªo Luis, bilba¨ªno escasamente simpatizante de los guipuches, llamaba a San Sebasti¨¢n ?pueblo de patronas?. Hoy ya no podr¨ªa decirlo, y tambi¨¦n, como a m¨ª, le gustar¨ªa m¨¢s as¨ª.En contraste con lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo en este pa¨ªs, y quiz¨¢ gracias a ese relativo quedarse parada en el tiempo, la ciudad no ha sufrido en su casco urbano ninguno o casi ninguno -aquella torre,cercana a la estaci¨®n es la principal excepci¨®n- de los desastres urban¨ªsticos que por todas partes se padecen. Y el espacio est¨¦tico -Peine de los Vientos- admirablemente creado por Eduardo Chillida, con la colaboraci¨®n del gran arquitecto Pe?a Ganchegui, al pie del monte Igueldo, mirando a la isla, es un estupendo acierto. Es verdad que el precio pagado en la periferia ha sido elevado; los alrededores de la capital -particularmente Renter¨ªa, enormemente crecida- se han convertido en pueblos-dormitorio, y precisamente por los d¨ªas que yo estuve tuvieron lugar unas jornadas de estudio sobre el futuro urban¨ªst¨ªco de la comarca, y ifr¨ªa exposici¨®n de planos y fotograf¨ªas denominada ?La periferia de San Sebasti¨¢n ?. Y tambi¨¦n, justo por los mismos d¨ªas, se iba a comenzar la demolici¨®n de la casa roja del Alto de San Roque, para levantar en la extensa Finca una comunidad de viviendas. Pero, repito, el centro de la ciudad se conserva muy bien, y en mi peregrinaci¨®n sentimental por ¨¦l fui encontrando las mismas casas en que habit¨¦ y que, por orden cronol¨®gico, fueron las de Miracruz, ahora 19, en mi ¨¦poca designada con la letra ?X? en lugar de n¨²mero, Aldamar, 5, Fuenterrab¨ªa, 48; Prim, 25... En los restaurantes nuevos, Arzac en un extremo, Aquelare en otro, Juan Mari y Pedro dirigen ese tipo de ?men¨² largo y estrecho? del que ha hablado recientemente EL PA?S SEMANAL, y que, para m¨ª, es influencia de la cocina china en la cocina vasca. La cultura culinaria donostiarra se conserva, pues, y como se ve, se renueva, pero no s¨®lo ella.
El pr¨®ximo d¨ªa hablaremos de lo que, inseparada e inseparablemente de la pol¨ªtica, est¨¢ pasando y puede conjeturarse que va a pasar con la cultura vasca. Hoy me referir¨¦ tan s¨®lo a las actividades culturales que patrocinadas por las cajas de ahorro Provincial y Municipal se ofrecen estudiosos de fuera de Euskadi. Con quince d¨ªas de diferencia fu invitado por una y otra entidad pero la salud me impidi¨® a ¨²ltimi hora hacer el primer viaje y, por ello, no puedo hablar de aquel ciclo dedicado a Psicolog¨ªa y psicolog¨ªa social.
La I Semana de Filosof¨ªa, que, bajo el t¨ªtulo general de Etica y conflicto, organiz¨® nuestro colega Ant¨®n Artamendi por cuenta de la Donosti-Aurrezki-Kutxa, tuvo la particularidad de que todos los conferenciantes fuimos elegidos por oriundos, seg¨²n se dijo un tiempo con respecto a los futbolistas procedentes de Latinoam¨¦rica: Julio Caro Baroja, estrechamente vinculado, com todo el mundo sabe, a la tierra vasco-navarra; Carlos Paris, Javier S¨¢daba y Fernando Savater, que nacieron en Bilbao, Portugalete y San Sebasti¨¢n, respectivamente, Javier Muguerza, de apellido y antecesores vascos, y yo mismo, que llevo en las venas la mitad de sangre vasca. No puedo contar lo que dijeron mis compa?eros, porque no tuve ocasi¨®n de o¨ªrles. Tampoco voy a resumir propiamente mi conferencia, cuyo t¨ªtulo era Integraci¨®n y conflicto. Hasta ¨²ltima hora no me decid¨ª por lo que iba a decir. En principio, llevado por el t¨ªtulo general y el mismo m¨ªo, pensaba desembocar, casi por derecho, en el actual problema vasco. Cuando me contaron que Fernando Savater, el ¨²nico que habl¨® antes que yo, lo hizo sobre Superman y el superhombre, me pareci¨® que no deb¨ªa ?politizar?, por mi sola cuenta y mi solo riesgo, el ciclo. Pero el d¨ªa de mi intervenci¨®n fue declarado jornada de lucha y, a la hora de la conferencia, la calle en que hab¨ªa de darla fue bloqueada por barricadas improvisadas por los coches que all¨ª estaban estacionados, y hasta hubo carreras por delante del local. Pens¨¦ entonces que en rnedio de aquel ambiente habr¨ªa resultado demasiado evasivo refugiarme en la teor¨ªa o las generalidades, e improvis¨¦ una soluci¨®n intermedia. Algo de lo que entonces dije y, sobre todo, de lo que pens¨¦, antes y despu¨¦s de mi estancia en San Sebasti¨¢n, es lo que contar¨¦ el pr¨®ximo d¨ªa.
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