Eficacia y energ¨ªa
La reflexi¨®n abstracta sobre la situaci¨®n pol¨ªtica en nuestro pa¨ªs est¨¢ perdiendo, afortunadamente, la importancia que hasta ahora ha tenido. Nos hemos perdido en largas discusiones sobre la valoraci¨®n de los hechos y sobre el m¨¦todo que se deb¨ªa seguir en esa valoraci¨®n y en la clasificaci¨®n de los actos pol¨ªticos. Esta clase de an¨¢lisis, aunque todav¨ªa se cultiva, atrae cada vez menos, pues hemos cobrado, todos o casi todos, conciencia de que los propios hechos requieren una pol¨ªtica factual que postergue o reduzca al m¨ªnimo el an¨¢lisis hipot¨¦tico general.Frente al terrorismo y la crisis econ¨®mica esa clase de an¨¢lisis que se suelen reiterar hasta el cansancio ayudan poco. Adem¨¢s, cuando se llega a semejante grado de reiteraci¨®n, el alarde conceptual y el af¨¢n de originalidad suelen contribuir a la confusi¨®n y desorientan sobre personas y hechos. Pues bien, instal¨¦monos en lo concreto que, repito, falta hace.
Parece un hecho innegable que el Estado no tiene respuesta suficiente, ni en rapidez ni energ¨ªa, para ser eficaz respecto de la situaci¨®n de extrema gravedad por laque pasamos los espa?oles.
?A qu¨¦ se debe esa falta de respuesta?
1. El poder legislativo es lento, quiz¨¢ premioso, y se pierde en discursos que nada resuelven,
aunque alarguen la vanidad y fortalezcan las posiciones de partidos.
El Parlamento necesita con suma urgencia un nuevo reglamento que evite las actuales y entorpecedoras explicaciones de voto que para nada efectivo sirven. Que limite los tiempos de actuaci¨®n, y que permita cortar las r¨¦plicas, las rectificaciones, disminuir los plazos y definir las urgencias por la Mesa, etc¨¦tera, cuando el buen juicio lo aconseje.
Hoy por hoy el Parlamento est¨¢ m¨¢s pr¨®ximo a los criterios de la ret¨®rica castelarina, que a la eficacia de las c¨¢maras actuales, que son ¨®rganos de legislaci¨®n y no convenciones para exponer ideolog¨ªas o atraer la opini¨®n p¨²blica.
2. El poder ejecutivo es, tambi¨¦n, lento e ineficaz. Se le est¨¢ pidiendo una pol¨ªtica en¨¦rgica, contundente y no sabe c¨®mo hacerlo, aunque es incuestionable, al menos a mi juicio, que quiere hacerlo, pues en t¨¦rminos rigurosos y claros lo ha dicho repetidamente el se?or Su¨¢rez, la ¨²ltima hace muy poco tiempo. Si de verdad, como yo creo, es as¨ª, deben abandonarse de una vez en la acci¨®n del poder ejecutivo las vaci
laciones, los intereses del partido y los temores de perder la confianza de uno u otro sector pol¨ªtico o grupo de pol¨ªticos -aveces tan s¨®lo de amigos-, y actuar en cuanto poder del Estado con energ¨ªa. Con despiadada energ¨ªa, adecuando inmediatamente los instrumentos a esta necesidad. Para el ciudadano com¨²n la esperanza de mayor libertades siempre m¨¢s gratificadora que el uso de la libertad que se tiene. Para un gobernante, la libertad que se tiene en una democracia es mejor y hay que atenderla m¨¢s que a la esperanza de la libertad que se espera.
Hace falta ahora, m¨¢s que nunca, esta pol¨ªtica ejecutiva ya que el Gobierno no tiene alternativa valiosa a su derecha ni interlocutor suficiente en la oposici¨®n por causa de la emergencia habida en el ¨²ltimo congreso del Partido Socialista. Quiz¨¢ la expresi¨®n emergencia no sea la oportuna, pero me resulta menos comprometida y quiz¨¢ m¨¢s exacta que crisis de direcci¨®n, crisis de raz¨®n o cualquier otra crisis.
3. El poder judicial, y de esto
hemos de hacernos cargo todos, tiene, en cuanto poder constitucional, la funci¨®n de cooperar con el poder ejecutivo en el mantenimiento del orden.
Mil veces se ha dicho en los manuales de Derecho constitucional que quien aplica la ley est¨¢ haciendo que se cumpla la ley seg¨²n la interpretaci¨®n y seg¨²n condiciona su cumplimiento.
El poder judicial es un poder regulador de los ¨¢mbitos de libertad e independencia que la ley concede. Hoyen Espa?a el poder judicial, en cuanto poder regulador, tiene tanta o mayor responsabilidad que el poder ejecutivo respecto a la normalidad de la convivencia ciudadana.
Es cierto, por otra parte, que al poder judicial hay que darle los medios que necesita; pero tambi¨¦n es cierto que no carece de todo y que debe exigir lo que le falta.
Es notable, desde mi punto de vista, que no es el de la enumeraci¨®n de ausencias, que la opini¨®n p¨²blica, que hasta hoy conserva un incalculable caudal de optimismo y confianza, tenga en bastantes ocasiones mejor criterio de gobierno que los propios gober
nantes. En la actual situaci¨®n nadie sensato pide una cesi¨®n de Gobierno, s¨®lo pide que el Gobierno organice la acci¨®n de gobernar de modo que resulte eficaz sin incurrir en da?osas dilaciones o pausas.
Nadie pide que la eficacia rebase los limites de lo hacedero, pero s¨ª que no se malgaste el tiempo, el esfuerzo o la oportunidad. Yo creo que el Gobierno puede hacerlo. ?Qui¨¦n se lo impide?
Nada extra?o a ¨¦l mismo, ciertamente. Es el Gobierno de un partido mayoritario que tiene mayor¨ªa bastante en el Parlamento, que no est¨¢ limitado por condicionamientos de los partidos de izquierda y que no tiene frente, hoy por hoy, m¨¢s que un espacio que, en parte, ha de llenar con sus propios actos. Dif¨ªcil es en este caso encontrar disculpas a la ineficacia.
De sobra sabemos los peligros del culto a la eficacia y que en su nombre se han levantado cr¨ªticas contra el Parlamento que han servido de base o ayuda a los autoritarismos. Pero cuidemos que el culto a la clase pol¨ªtica y a las posiciones de la clase pol¨ªtica no sustituya a la democracia, que si no es efectiva no es democracia. Aceptados los principios, eficacia y energ¨ªa son imprescindibles para que los principios no perezcan por falta de acci¨®n en la pr¨¢ctica.
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