El arte s¨®lo estaba en la imaginaci¨®n de los taurinos
Uno de los espadas -qu¨¦ m¨¢s da ahora qui¨¦n era- le solt¨® un exabrupto al novillo cuando lo vio rodar muerto y bien muerto. Hijo de tal. Como si aquel animalito hubiera sido un ?pregonao?. Tendr¨¢ queja ese espada de tantas ¨ªnfulas, con lo que le sali¨® por los chiqueros; ¨¦l y sus compa?eros de terna y de fatigas. Seis novillos, incluido el manso de Lupi, que sobre ser escasitos de presencia y de fuerza, exhib¨ªan nobleza suficiente para hacer el buen toreo y, alcanzar un triunfo sonado en Madrid.Desde luego, el buen toreo, salvo los pases de pecho, algunos trincherazos y varios ayudados a dos manos de Luis Reina, no se vio en absoluto en toda la tarde. Y no es que la terna estuviera formada por tres indocumentados. Por el contrario: son parte sustancial de la noviller¨ªa que m¨¢s destaca, acaparadores de festejos y de orejas, argumento predilecto de taurinos de segunda fila, a quienes se les llena la boca al cantar sus proezas: ?No veas c¨®mo anda con los toros. No veas qu¨¦ cante tiene. No veas con cu¨¢nto arte se pone a ligar pases en un palmo de terreno.?
Plaza de Las Ventas
Vig¨¦sima y ¨²ltima corrida de feria. Cinco novillos de Antonio Arribas, escasos de presencia, justos de fuerza, con casta y nobleza, y uno de Jos¨¦ Samuel Pereira Lupi, protestado por cojo, manso y noble. Luis Reina: pinchazo y estocada contraria (petici¨®n y vuelta). Estocada corta delantera atravesada Y dos descabellos (aplausos y saludos). El Mangui: Media desprendida, rueda de peones y descabello (silencio). Dos pinchazos, estocada corta trasera y ca¨ªda, ruedas de peones y descabello (vuelta con algunas protestas). Mario Triana: Media estocada, aviso con minuto y medio de retraso y se acuesta el novillo (palmas). Estocada baja (palmas y saludos). Presidi¨® con desigualdades el comisario Pajares. Hubo una excelente entrada y mucho ambiente triunfalista.
No veas. En efecto: no los veas, porque te va a dar lo mismo. Fantas¨ªas de taurinos, en cuya imaginaci¨®n es donde ¨²nicamente se encuentra el arte de estos fen¨®menos. A la hora de la verdad, en Madrid, con una novilladita de lujo bien elegida y bien preparada, lo que refer¨ªan de andar es pernear; lo que ligar con arte, pegar pases, siempre los mismos, uno tras otro; lo que cante, cantar la gallina. Con otros toreritos de menor nombre y escasamente placeados, enfrente de aquellas novilladas con verdadera seriedad y trap¨ªo que sal¨ªan en temporadas anteriores, no ve¨ªamos tantos enganchones y tan escasa t¨¦cnica, y encima la afici¨®n les juzgaba con la severidad debida.
Para los de ayer, en cambio, todo eran facilidades, y muchos aplausos a la menor ocasi¨®n, y el torito ese que es una mona y se deja dar pases, uno, dos, tres, mil, los que sean y como salgan, sin decir este cuerno es m¨ªo y ahora te vas a enterar. As¨ª los seis; pero sobre todo el quinto, que en la embestida pronta, alegre y suave, met¨ªa la cabeza con el morro arrastrando por la arena, sin un mal movimiento lateral, como si la tuviera entablillada; y El Mangui, un coletudo envarado, sin gusto, sin arte y sin casi oficio, pegaba pases m¨¢s seguidos que ligados, ninguno de ellos con la menor sombra de una calidad mediana.
La gente aplaud¨ªa, y en diversos pasajes de la faena hubo hasta entusiasmo en los tendidos; pero hay que tener en cuenta la clase de p¨²blico que hab¨ªa el domingo en Las Ventas, casi todo ¨¦l de talante triunfalista y aplaudidor, al cual le daba lo mismo chicha que limon¨¢. El caso era alcanzar la meta ¨²ltima de sus deseos, que son las orejas. Y para las orejas, las ovaciones previas que allanan perfectamente el camino. Pero ni aun con esta ayuda inapreciable las consigui¨® El Mangui, que fall¨® con la espada, como no las consiguieron sus compa?eros de terna y fatigas.
Luis Reina hab¨ªa estado aseado en el inocent¨®n primero -un esmirriado animalito-, pero en el fondo desaprovech¨® las excelentes embestidas, y en el boyante cuarto se puso pesad¨ªsimo, dale que te pego al derjechazo y al natural, sin cuajar nada que tuviera cierta garra, salvo unos ayudados al final de la faena. Mario Triana, que sufri¨® una voltereta tonta, no templaba ni mandaba, y de tanto enganch¨®n dej¨® varias muletas hechas unos zorros. S¨®lo nos gust¨® en los finos capotazos con que fij¨® a su primero. El Mangui traste¨® embarullado al segundo y sufri¨® varios achuchones.
Ya se sabe que a los novilleros no se les puede exigir la perfecci¨®n t¨¦cnica, que es m¨¢s propia de matadores de alternativa, pero a quienes ya est¨¢n en puestos destacados, como es el caso de los ?fen¨®menos? del domingo, lo menos que se les debe pedir es que sepan aprovechar el toro bueno. Claro que a lo mejor ni se enteraron de que lo ten¨ªan. Desde luego, el del exabrupto no se enter¨®. ?Qu¨¦ tipo de novillo habr¨¢ que sacarles ya? Es dif¨ªcil imaginarlo, porque Canorea ha batido en Las Ventas, unas cuantas veces, la marca de las novilladas indecentes. A lo mejor ahora piensa en las becerradas. No nos extra?ar¨ªa, porque hace lo que le viene en gana y, adem¨¢s, le dejan.
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