La apat¨ªa pol¨ªtica y popular domina Ia campa?a brit¨¢nica
Los responsables t¨¦cnicos de la eurocampa?a, pertenezcan al bando laborista o conservador, se temen lo peor el jueves de la votaci¨®n. ? Si no conseguimos una participaci¨®n electoral del 40% nuestra credibilidad se ver¨¢ por los suelos?, dice un portavoz del partido del Gobierno en su oficina de Smith Square. Los conservadores conf¨ªan en repetir su triunfo del 3 de mayo, a pesar de que ning¨²n otro partido europeo ha querido homologarse con ellos, y formar¨¢n grupo aparte en la Asamblea de Europa.Los liberales, los m¨¢s convencidos comunitarios, que se presentan bajo la etiqueta ?liberales y dem¨®cratas europeos?, imprimen en Bruselas su material propagand¨ªstico y se traen a Gran Breta?a a Guido Bruner, el comisario comunitario de Energ¨ªa, para participar en sus m¨ªtines. El l¨ªder del partido, David Steel, hablaba hace unos d¨ªas, en Edimburgo, de ?los Estados Unidos de Europa? como meta. Ning¨²n otro pol¨ªtico brit¨¢nico se atrever¨ªa a utilizar ese im¨¢n electoral que quiz¨¢ Steel puede emplear por sus escasas esperanzas de llevar alg¨²n diputado a Estrasburgo.
El laborismo, que s¨®lo a ¨²ltima hora present¨® su manifiesto europeo, mantiene sus cr¨®nicas divisiones a prop¨®sito de la CEE, acentuadas ahora por la p¨¦rdida del poder. Entre sus candidatos a la asamblea -el labour nunca habla de Parlamento- figuran bastantes m¨¢s detractores que partidarios de todo lo que representan Bruselas, el Mercado Com¨²n y cualquier atisbo de un poder legislativo que no est¨¦ asentado a las orillas del T¨¢mesis.
A diferencia de otros pa¨ªses miembros del club de ?los nueve?, se podr¨ªa decir que no existe campa?a electoral en Gran Breta?a, si no fuera por el peregrinaje nacional de Edward Heath y la intensa operaci¨®n de relaciones p¨²blicas montada en torno al 7 de junio. Con excepci¨®n de las majorettes, todos los dem¨¢s sistemas de influenciamiento de la opini¨®n p¨²blica han sido puestos en juego para esta ocasi¨®n por la agencia de publicidad y la oficina de relaciones p¨²blicas que se gastan el 1.250.000 libras puestas a su disposici¨®n por la Asamblea y la Comisi¨®n Europeas.
En Londres funciona un comit¨¦ de coordinaci¨®n nacional. En Manchester y Birmingham se han instalado oficinas de informaci¨®n. Exhibiciones audiovisuales rodantes visitan cada una de las 81 circunscripciones del Reino Unido y reparten millares de folletos a unos ciudadanos mayoritariamente indiferentes. Hasta ?euroazafatas? se pasean por las calles mayores de las ciudades inglesas, informando a los transe¨²ntes de lo que se ventila el primer jueves de junio.
Ignorancia popular
Un candidato liberal por Londres, Andrew Plillips, asegura que el p¨²blico de estas islas es el m¨¢s ignorante de todo el continente en materia comunitaria. Su opini¨®n es confirmada por un sondeo realizado el mes pasado por encargo del Parlamento de Westminster. El 38% de los interrogados nunca hab¨ªan o¨ªdo hablar de la Asamblea de Estrasburgo y s¨®lo el 9% sab¨ªan que se celebrar¨ªan elecciones a ella en junio. Unicamente veintiocho de cada ciento estaban seguros de que acudir¨ªan a las urnas, contra un 73% que afirmaban que votar¨ªan en las elecciones generales brit¨¢nicas (participaci¨®n electoral de entonces, 76%).
Las cosas han mejorado en las dos semanas recientes; el 40% saben ahora que las elecciones ser¨¢n este mes, y la proporci¨®n de los que est¨¢n seguros de que van a votar, o lo creen probable, ha subido por encima del 55 %.
El distanciamiento que prevalece en la opini¨®n p¨²blica refleja no s¨®lo el tono apagado y reticente con que los partidos pol¨ªticos, cortos de dinero y entusiasmo, afrontan la campa?a electoral, sino tambi¨¦n la apat¨ªa generada por a?os de escepticismo, cuando no abierta hostilidad, sobre la idea comunitaria. Hay muchos ingleses que todav¨ªa consideran a Bruselas el escenario de un gran reparto de influencias en el que les toca poco, o, alternativamente, un lugar donde se legisla la armonizaci¨®n continental del m¨¢ximo ruido que pueden emitir las m¨¢quinas cortac¨¦spedes.
Est¨¢n adem¨¢s las dificultades pr¨¢cticas. Los 81 esca?os asignados al Reino Unido han obligado a una ampliaci¨®n de las circunscripciones que desborda la secular pr¨¢ctica brit¨¢nica. Un distrito ?europeo? ronda el medio mill¨®n de votantes potenciales, diez veces m¨¢s que en las elecciones parlamentarias.
La CEE, como amenaza
?Qu¨¦ mensaje reciben los ingleses a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n? Sustancialmente, uno diametralmente opuesto al que intentan reflejar los anuncios y prospectos pagados por Bruselas. En s¨ªntesis, y con diferencias de ¨¦nfasis, que la CEE es una hidra de siete cabezas alimentada en buena parte de una desproporcionada contribuci¨®n econ¨®mica brit¨¢nica; que su pol¨ªtica agr¨ªcola est¨¢ destinada al beneficio de franceses y alemanes, y su reflejo m¨¢s contundente es la escalada de los precios de los productos alimenticios; y que el Mercado Com¨²n tiene puestos sus ojos en los recursos pesqueros y petrol¨ªferos del Reino Unido.
El culto a los temas dom¨¦sticos, m¨¢s agudo en Gran Breta?a que en el resto de los pa¨ªses de la CEE, ha convertido una campa?a a la que se suponen miras supranacionales, en una carrera en la que de nuevo se pide a los votantes que, un mes despu¨¦s, se pronuncien por Margaret Thatcher, James Callaghan o David Steel. Y en el Ulster -donde concurre Bernadette McAliskey (antes DevIin) y el sistema electoral es el proporcional-, por cat¨®licos o protestantes.
El manifiesto conservador es inequ¨ªvocamente proeurope¨ªsta en sus declaraciones de principios, pero no menos inequ¨ªvocamente nacionalista en sus propuestas concretas: cambios profundos en la pol¨ªtica agr¨ªcola y pesquera de la Comunidad y una revisi¨®n a fondo de la injusta contribuci¨®n presupuestarla brit¨¢nica, la mayor de los nueve en t¨¦rminos relativos, seg¨²n cifras filtradas recientemente desde Bruselas. Margaret Thatcher devaluar¨¢ la libra verde y es m¨¢s partidaria del Sistema Monetario Europeo que su antecesor laborista, pero su flexibilidad ante la CEE no parece ir mucho m¨¢s all¨¢. Botones de muestra:
?En su forma presente, la pol¨ªtica agr¨ªcola comunitaria penaliza a los eficientes granjeros brit¨¢nicos y fuerza a los consumidores a pagar precios excesivamente altos... Una aceptable pol¨ªtica pesquera debe reconocer que el desplazamiento hacia los l¨ªmites de las doscientas millas ha cambiado enteramente la situaci¨®n y que las aguas brit¨¢nicas contienen m¨¢s recursos pesqueros que las del resto de la Comunidad juntas... Gran Breta?a no puede ser indiferente a los problemas energ¨¦ticos de los restantes miembros del Mercado Com¨²n, pero debe retener el pleno control de su propia pol¨ªtica energ¨¦tica.?
Conservadores y laboristas no difieren demasiado
El mensaje del manifiesto conservador es igual de transparente en lo puramente pol¨ªtico. Nada de nuevos poderes para la directamente elegida Asamblea de Estrasburgo: lo que en definitiva se requiere en Europa es una ?comunidad del sentido com¨²n?, un poder cuya intervenci¨®n se reduzca a aque.llas situaciones en que los respectivos Estados miembros sean incapaces por s¨ª mismos de alcanzar sus objetivos. Esta es la filosof¨ªa que defender¨¢n en Estrasburgo los candidatos tories.
La falta de convicci¨®n procuropea del partido gobernante se torna en clara enemiga en el caso de la oposici¨®n laborista. El se?or Callaghan present¨® a finales de mayo, y visiblemente contrariado, un manifiesto en el que se invoca la retirada brit¨¢nica de la CEE si no se consiguen, ?en un plazo razonable?, reformas dr¨¢sticas de su estructura.
Lo de menos es que los laboristas -que forman parte en Estrasburgo del heterog¨¦neo conglomerado socialista- hayan empezado por boicotear el s¨ªmbolo en forma de flecha que identifica electoralmente a sus correligion arios continentales. O que sus diputados hayan de elegir entre tener un esca?o en el Parlamento de Londres o en el de la ciudad francesa. Es m¨¢s significativo que su animosidad contra la idea europea se mantiene y se acrecenta. Sus demandas de reforma comunitaria contenidas en el manifiesto van bastante m¨¢s all¨¢ que las propuestas conservadoras, porque son m¨¢s precisas (supresi¨®n de las subvenciones a los precios agr¨ªcolas y menos dinero para el presupuesto de los nueve) y porque sugieren las gruesas represalias a adoptar en caso de fracaso: desde el bloqueo pol¨ªtico a la retirada.
El ilusorio federalismo de los ?Estados Unidos de Europa? que proclama un David Steel inspirado por Tocqueville no puede quedar m¨¢s lejos de la propuesta final contenida en el programa del laborismo brit¨¢nico a prop¨®sito de los poderes del futuro Parlamento: que se revise el Tratado de Roma y que Bruselas ceda a Westminster parte de las prerrogativas conseguidas desde la fundaci¨®n de la Comunidad.
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