El fantasma de Ben Bella
El 19 de junio se cumple el 14 aniversario del golpe militar que derroc¨® al primer presidente de la Rep¨²blica Argelina, Ahmed Ben Bella. Desde esta fecha ha permanecido encarcelado en un r¨¦gimen de aislamiento absoluto, y es hoy, tras la excarcelaci¨®n reciente de un grupo de paraguayos opuestos a la dictadura Stroessner, el preso pol¨ªtico sin juicio alguno m¨¢s antiguo del mundo. Si a estos catorce a?os de encarcelamiento agregamos los ocho que pas¨® en manos de los franceses durante la guerra de independencia de su pa¨ªs, obtendremos la cifra total de 22 a?os: un poco m¨¢s del tercio de su vida.Totalmente olvidado por los mismos que le aclamaban cuando ocup¨® el poder -en realidad no le aclamaban a ¨¦l, aclamaban al poder-, su figura resultar¨¢ probablemente remota para muchos lectores de menos de treinta a?os. Como aludiera de pasada a su tragedia en una conversaci¨®n de sobremesa, uno de los comensales, no obstante su activismo pol¨ªtico en el campo de nuestra izquierda, me interrumpi¨® lleno de asombro: ??Ben Bella preso? ?Yo cre¨ªa que ya hab¨ªa muerto!? A juzgar por esta frase -no es la primera vez que la escucho-, habr¨ªa que concluir que las autoridades de su pa¨ªs han triunfado aparentemente en sus tristes prop¨®sitos: borrarle de la memoria colectiva, eliminarle de la lista de los injustamente perseguidos, matarle f¨ªsicamente vivo, pero convertido en un espectro, un nombre cuya evocaci¨®n semeja la de un aparecido venido de ultratumba, un m¨¢s all¨¢ compuesto de im¨¢genes de aherrojados de If, sombras de Alcatraz, prisioneros de Zenda.
Frente a este olvido cuidadosamente programado -?habr¨¢ que recordar la curiosa ?informaci¨®n? transmitida por boca de Felipe Gonz¨¢lez, seg¨²n la cual, Ben Bella vivir¨ªa ?voluntariamente? recluido en una villa de los alrededores de Argel?-, se impone el deber de restablecer la verdad, de rescatar al fantasma sepultado en lo hondo de nuestras conciencias. Para ello nada mejor que rememorar brevemente su historia.
Nacido en 1919, Ben Bella ingres¨® en el Ej¨¦rcito franc¨¦s durante la segunda guerra mundial y fue condecorado por su participaci¨®n en los combates de Monte Cassino. La sangrienta represi¨®n de las manifestaciones de Setif en 1945 -matanzas excusadas, si no aplaudidas por la izquierda francesa de la ¨¦poca- le convenci¨® de que la ¨²nica v¨ªa abierta a la liberaci¨®n de su pa¨ªs era la lucha armada. En 1949 atrac¨® la Central de Correos de Or¨¢n a fin de obtener fondos para el movimiento independentista. Detenido meses despu¨¦s y condenado a diez a?os de prisi¨®n por las autoridades metropolitanas, consigue evadirse de la c¨¢rcel al cabo de dos a?os. Organiza entonces la resistencia clandestina y es uno de los nueve jefes hist¨®ricos del Levantamiento Nacional del 1 de noviembre de 1954. Destinado al exterior, con objeto de establecer un apoyo log¨ªstico al FLN a lo largo de las fronteras, fue capturado, junto a Ait Hazmed, Budiaf y Jider, en el primer acto de pirater¨ªa registrado en la historia de la aviaci¨®n, cuando, en el trayecto Rabat-T¨²nez, el piloto franc¨¦s de la aeronave marroqu¨ª, obedeciendo instrucciones secretas de Par¨ªs, aterriz¨® con los cuatro l¨ªderes en Argelia, Encarcelado primero en La Sant¨¦ (dos a?os y medio) y luego en la isla de Aix (otros dos a?os), es trasladado m¨¢s tarde con sus compa?eros al castillo de Aulnoye por orden de De Gaulle, al convencerse ¨¦ste al fin del car¨¢cter ineluctable del triunfo independentista. Liberado en marzo de 1962, regresa poco despu¨¦s a su pa¨ªs y asume el poder, tras la dimisi¨®n del presidente del GPRA, Ben Jedda. L¨ªder, con Tito, Nehru y Nasser, del movimiento tercermundista, no vacila en desafiar las iras de Washington para prestar espectacularmente su apoyo a la joven revoluci¨®n cubana, visitando la isla en las tensas jornadas que precedieron a la crisis de los cohetes.
En julio de 1963 tuve ocasi¨®n de dialogar con ¨¦l en compa?¨ªa de un grupo de intelectuales franceses y puedo dar testimonio de su vivo inter¨¦s y calurosa simpat¨ªa por la causa de la democracia en Espa?a. Durante sus tres a?os de gobierno, Argel fue, en efecto, el punto de reuni¨®n de numerosos exiliados antifranquistas.
Tal es la biograf¨ªa sucinta del hombre enterrado vivo, con la silenciosa complicidad de todos nosotros.
Pero el aspecto m¨¢s escandaloso del caso resulta quiz¨¢ el de las condiciones diarias de su detenci¨®n. Pues mientras en la prisiones francesas Ben Bella comunic¨® personalmente con sus abogados y pudo recibir adecuado tratamiento m¨¦dico, estos derechos elementales le han sido denegados en forma constante en los ¨²ltimos catorce a?os. La simple comparaci¨®n del trato recibido por las autoridades francesas y argelinas muestra que estas ¨²ltimas son mucho m¨¢s crueles. Sus sucesores no se han limitado a privarle de libertad: le han perseguido y persiguen como si, no habiendo podido deshacerse f¨ªsicamente de ¨¦l, quisieran quebrantar por todos los medios su resistencia moral.
A ra¨ªz del golpe militar de 1965, Ben Bella permaneci¨® ocho meses en una celda subterr¨¢nea, sin que familiares ni amigos lograran la menor informaci¨®n sobre su suerte, ni siquiera la garant¨ªa de que viv¨ªa. Cuando, a consecuencia de la presi¨®n internacional, su madre obtuvo el derecho de visitarle unas pocas veces al a?o, la anciana se convirti¨® en su ¨²nico nexo de relaci¨®n con el mundo. Ni abogados, ni parientes han podido entrar en contacto, ni siquiera epistolar, con ¨¦l. Hace unos a?os, el profesor Olaizola, conocido otorrinolaring¨®logo madrile?o, no consigui¨® el permiso de practicarle una delicada intervenci¨®n en el o¨ªdo, pese a que hab¨ªa aceptado someterse a todas las medidas de seguridad que le impusieran las autoridades.
Poco antes de la muerte de su madre, Ben Bella contrajo matrimonio con Zohra Sellam¨ª, una joven periodista del semanario Revolution Africaine, que, con generosidad admirable, ha aceptado unir su destino al de un hombre enterrado en vida y sufrir con ¨¦l los vej¨¢menes de un r¨¦gimen de reclusi¨®n humillante. Gracias a ella, la abogada francesa de Ben Bella, Madeleine Lafue-Veron, ha podido reconstruir los pormenores de la vida cotidiana de la pareja enclaustrada en el ¨²ltimo piso de un edificio que, en tiempos de la guerra de liberaci¨®n, hab¨ªa sido utilizado ya como prisi¨®n por los colonialistas franceses: ?Circuitos de televisi¨®n interior y micr¨®fonos transmiten d¨ªa y noche los movimientos, conversaciones y suspiros del matrimonio a los oficiales y suboficiales instalados en el piso inferior, en una habitaci¨®n especialmente dispuesta para ello. En el interior de su vivienda, una reja impide el acceso a la ¨²nica ventana que da al jard¨ªn. Ni Ben Bella ni su esposa pueden bajar a ¨¦l, aunque se halla permanentemente ocupado por militares y miembros de la Seguridad. Pues se trata, en efecto, de una doble vigilancia: los militares vigilan a los polic¨ªas. y los polic¨ªas, a los militares. Alrededor de la propiedad, en un bosquecillo adjunto a la misma., trescientos soldados montan la guardia del misterioso e invisible prisionero. En octubre de 1977, Ben Bella tuvo que recurrir a la huelga de hambre para conseguir que su mujer dejara de ser desnudada y cacheada en cada una de sus entradas y salidas para ver a. su familia.
Los hechos son estos. En los ¨²ltimos a?os, los dirigentes argelinos han dado a entender en diferentes ocasiones que la suerte de Ben Bella ser¨ªa resuelta de forma equitativa en el congreso del FLN. Desgraciadamente, no ha sido as¨ª. Aunque los hombres que gobiernan hoy el pa¨ªs no sean ya los autores del golpe militar que le derrib¨®, mantienen, sin embargo, al l¨ªder revolucionario en las mismas condiciones de aislamiento que impuso el equipo predecesor en el cargo. Mientras Ferhat Abbas y Ben-Jedda -ambos en residencia vigilada desde 1976- han recuperado la libertad y el derecho de viajar al extranjero, e incluso el capit¨¢n Mellah -autor del atentado contra Bumedian, que cost¨® la vida al ch¨®fer de ¨¦ste-, acaba de recibir un indulto, Ben Bella, a pesar de las promesas m¨¢s o menos oficiales de la nueva direcci¨®n, sigue pudri¨¦ndose en vida en flagrante violaci¨®n de los derechos humanos universalmente admitidos.
La opini¨®n p¨²blica y los partidos pol¨ªticos espa?oles tienen el deber moral de plantear a los dirigentes argelinos una serie de preguntas: ?Cu¨¢l es el crimen de Ben Bella? Si cometi¨® alguno, ?porqu¨¦ no ha sido juzgado? ?C¨®mo se justifica la incre¨ªble derogaci¨®n de habeas corpus? ?Qu¨¦ peligro representa para ellos su liberaci¨®n al cabo de catorce a?os?
Prolongar su detenci¨®n en las circunstancias actuales es un acto de tortura moral perfectamente in¨²til. Ha llegado la hora de decirles: basta.
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