La novela en el siglo XIX
Mal estudiado fue el siglo XIX literario espa?ol. No acoge, no entusiasma, no -se supone- tiene demasiada importancia en nuestros archivos culturales. Y, luego, lo asimilamos a la novela hist¨®rica, Gald¨®s, un tanto, y deslucidamente, con Valle-Incl¨¢n; la novela por entregas nos parece excesivamente deleznable. Acaba aqu¨ª nuestra visi¨®n del universo novelesco rom¨¢ntico. Romanticismo es, entre nosotros, el airado verso de Espronceda, las dram¨¢ticas rimas teatrales del duque de Rivas, la apolog¨ªa de la rima barata de Zorrilla, el pistoletazo de Larra sobre la sien y la estampa de una Espa?a contradictoria y en habitual crisis.La novela, el follet¨ªn, eran simples recogedores de l¨¢grimas, entre apasionadamente ajenas e imposiblemente delictivias. Casi nadie excluye la novela por entregas como antecedente de la fotonovela y de otras formulaciones literarias calificadas como subliteratura.
Cat¨¢logo de novelas y novelistas espa?oles del siglo XIX
Juan Ignacio Ferreras. C¨¢tedra. Madrid, 1979
Pero hay valores, o al menos el per¨ªodo exige una valoraci¨®n cualitativa cr¨ªtica y cuantitativa. Juan Ignacio Ferreras lo viene haciendo ya; lo siento como el m¨¢s apasionado, hoy, tratadista del tema. Se?alo especialmente su libro El triunfo del liberalismo y de la novela hist¨®rica: 1830-1870 (Taurus, Madrid, 1976), an¨¢lisis de los contenidos de la novela del XIX. Frente a su tesis -romanticismo como crisis o como ruptura- o sus insinuadas discrepancias con Luk¨¢cs o Goldmann, hay que reconocerle a Ferreras la ordenaci¨®n te¨®rica de un per¨ªodo tan poco l¨²cido como poco nos pertenece en sus or¨ªgenes. Explico mejor con las palabras del autor: se imita lo que se acepta y se entiende.
No debe hablarse, argumenta, de novela rom¨¢ntica; s¨ª de novela bajo el romanticismo. La califica como historia contada de la problem¨¢tica entre un individuo y un universo; una invenci¨®n de la burgues¨ªa, quiz¨¢. Desde Larra, que ya supone y critica radicalmente una sociedad volcada a los comportamientos burgueses, Gil y Carrasco -no sabemos si expl¨ªcito recuperador de la historia-, Navarro Villoslada o Fern¨¢ndez y Gonz¨¢lez -aniquiladores del h¨¦roe rom¨¢ntico-, o P¨¦rez Escrich -adjetivador de los tics literarios del romanticismo-, hasta P¨¦rez Gald¨®s, Baroja, Cela, el Aldecoa que pudo ser, Mars¨¦... hay una continuidad que no puede despreciarse.
Ferreras hab¨ªa ya intentado clasificar la novela del XIX en su estudio de la novela hist¨®rica. Lo necesariamente breve de aquel intento exig¨ªa este monumento bibliogr¨¢fico: Cat¨¢logo de novelas y novelistas espa?oles del siglo XIX.
No olvida se?alar sus deudas a los catalogadores que le precedieron, aunque ejercieran de libreros curiosos: Hidalgo y Palau; o la base cient¨ªfica de Reginald Brown o del espa?ol Montesinos; ni las dificultades que conlleva la catalogaci¨®n de algunas obras, especialmente las novelas por entrega, perdidas en gran medida. Avisa tambi¨¦n de los problemas para clasificar obras como novela o cuento, leyenda o novela hist¨®rica, entre novelas originales y novelas traducidas (tan mal traducidas que parecen otras), y la dificultad notoria de determinar d¨®nde comienza y d¨®nde finaliza el siglo XIX literario.
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